Contra la exegesis modernista

Lo siguiente es una edición reciente del libro de un obispo (Mons. F. Spadafora) que fue mencionado por Monseñor Martín Ngo Dinh Thuc, junto con otros cinco obispos en la Declaración episcopal, en Acapulco de 1983.

Si bien su posición no era la necesaria para llamarlo católico, en lo que es la exegésis católica sí que realizó una buena defensa; teniendo otras similitudes con él: de llamarle conciliabulo (pág. 136: «que hay que echar a la basura y olvidar cuanto antes») al que trascurrió entre 1962-1965; de que consideraba infalible al Magisterio ordinario tanto como al juicio solemne (pág. 130)…

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Un extracto del libro:

Creo haber demostrado que la «nueva exégesis», partidaria de la Formgeschichte y de la Redaktiongeschichte, conduce a la demolición ab imis de la Fe católica, partiendo de la negación, explícita o implícita, de los cuatro dogmas que constituyen el fundamento irremplazable de toda exégesis que quiera llamarse y ser realmente católica.

1° Es de fe que la inspiración divina se extiende a toda la Sagrada Escritura, y a cada una de sus partes. Los «nuevos exegetas», al contrario, quieren una inspiración divina limitada a la sola «verdad salvífica», es decir, únicamente a lo que concierne a la fe y a la moral.

2° Del dogma de la inspiración integral resulta la inerrancia absoluta de la Sagrada Escritura: puesto que la inspiración divina se extiende a toda la Sagrada Escritura, cada una de sus partes está exenta de todo error, ya que Dios no puede ser autor de error alguno. Los «nuevos exegetas», al contrario, restringen a la vez la inspiración y la inerrancia a las solas verdades de fe y de moral, afirmando abiertamente, contra la doctrina constante de la Iglesia, que en la Sagrada Escritura hay numerosos errores, sobre todo científicos, a pesar de que el Magisterio reafirmó repetidas veces que la descripción de los fenómenos naturales en el lenguaje corriente o tal como se manifiestan a nuestros sentidos no constituye error. En efecto, incluso hoy los sabios hablan así, por ejemplo, de la salida y puesta del sol, sin que se los tache de error (León XIII, Providentissimus Deus, y Benedicto XV, Spiritus Paraclitus).

3° La Iglesia es la única depositaria e intérprete autorizada de la Sagrada Escritura; por consiguiente, si el sentido de un pasaje de la Escritura ha sido definitivamente establecido por la autoridad eclesiástica o por el sentir unánime de los Padres, no les es lícito a los exegetas alejarse de esta interpretación para dar otra distinta. Los «nuevos exegetas», al contrario, reivindican una plena «libertad» de interpretación, e incluso se arrogan el derecho de decidir en última instancia el verdadero sentido de la Sagrada Escritura, poniendo la ciencia humana por encima del Magisterio divino de la Iglesia, contra los Concilios de Trento y Vaticano I. Y así, por ejemplo, los «nuevos exegetas» interpretan hoy pasajes sobre el pecado original y el Primado, contra el sentido declarado por el Concilio de Trento y por el Concilio Vaticano de 1870 (ver capítulos 5 y 7).

4° Los Evangelios son libros históricos —aunque se trate de un género histórico popular y no científico—, por referir hechos y palabras realmente sucedidos y pronunciadas, garantizados en su historicidad por testigos dignos de fe y en particular por dos Apóstoles, Mateo y Juan, y por dos discípulos de los Apóstoles, Marcos y Lucas. Tal es la tradición constante e ininterrumpida de la Iglesia católica. Los «nuevos exegetas», al contrario, de diversas maneras y por diversos pretextos, ponen en duda la historicidad de los Evangelios y niegan la tradición constante e ininterrumpida sobre sus autores, para atribuir la «redacción» de los Evangelios a desconocidos que, al escribir muchos años después de los acontecimientos que narran, no serían testigos oculares ni auriculares, sino simples testigos de la «fe pascual» de la «comunidad primitiva».

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