¿Cómo se ha perdido la fe?

                                                                                   «El tiempo de la sementera de la palabra evangélica
 entre los gentiles, se ha terminado»
 Por Mons. José F. Urbina A.

Mayo 2012

     El Padre Remigio Vilariño Ugarte, S.J., en su libro PUNTOS DEL CATECISMO (Num. 95), escribe: 

«Se pierde la Fe y se llega a estados (al indiferentismo, al cisma, a la apostasía, a la herejía), por falta de instrucción, por las malas compañías, por las malas lecturas, por los vicios, por la soberbia, por la falta de práctica religiosa; de ordinario antes de faltar la fe, suele faltar la vida cristiana y antes de practicar que de creer.
«Todos los que estén en alguno de estos estados por su culpa, no se pueden salvar.«

     Yo diría que todavía antes de faltar la práctica que conduce al descreimiento hay una etapa terrible que va entibiando el alma y la va cocinando e insensibilizando para un camino que la arroja a las regiones donde no está Dios e incluso se condena a Dios porque se va adquiriendo poco a poco el pensamiento de los condenados que incluso llegan a perder la esperanza de salvación. Aunque este declive está regulado por la soberbia que niega que esto puede pasar, comienza en las treguas a la gracia que revelan ya, de suyo, una falta de amor a Dios y un espíritu que se ha degradado. Este es ya un primer alejamiento, sutil y perezoso que ya de suyo, puede constituir pecado y a veces pecado mortal. La ingratitud lleva a desconocer a Dios como el Autor de todos los beneficios recibidos. Apartarse de la oración y de los Sacramentos, no me va a impedir caminar o ganar dinero, dicen.

     Estos pecados de la inteligencia, están eficientemente apuntalados por lo que dice el Padre Vilariño, y más. La falta de instrucción es terrible en el pueblo. Hay una supina indiferencia hacia todo lo que representa alguna clase de instrucción en todo lo que huela a religión. Pero al mismo tiempo, la picazón por las malas amistades, ya se llamen amigos, o televisión, o impresos, dejan sus huevecillos infecciosos que no tardan en multiplicarse. ¿Estoy hablando de los individuos?, sí, pero también de la sociedad que se va anemiando y se va amarinando como los árboles atacados por las plagas que pronto van a ser cortados y echados al fuego.

     Esa desgraciada indiferencia y tibieza general, que ha llevado a la apostasía, ¡tiene culpables indudablemente! No todo el pueblo está capacitado para entender las cosas de la Fe y la Doctrina cristiana, pero entre ese pueblo, hay muchas capacidades que antes de informarse en su Religión para explicar e ilustrar a los que no saben, se dedicaron a sus particulares intereses y abandonaron en las garras de los coyotes a las ovejas indefensas y desprevenidas. Es un pretexto bastante hipócrita y sandez decir que los enemigos eran demasiado fuertes para hacer algo. Hay muchos hombres que se escudan para cometer toda clase de pecados e inmoralidades, porque las tentaciones «en estos tiempos» son muy fuertes, como si fuera posible que Dios permitiera un ataque diabólico que no se puede resistir. ¿No éste es el lenguaje del Diablo?, ¿no se está condenando a Dios como un Juez inicuo e injusto? La sociedad cristiana tenía la fuerza por siempre para ser la reina de la historia. Si ha caído y besado el polvo, si ha sido estrellada contra el suelo, así sus enemigos fueran débiles o poderosos, enmascarados o descarados, es porque no se usaron los recursos divinos puestos en sus manos. Porque se abandonó la lucha. Porque no hubo sacrificio, ¡pero ni siquiera algún esfuerzo! Porque la corrupción comenzó a invadir los estratos sociales y a romper las defensas del alma. ¡Fue más fácil! Estuvo a la moda. Más aceptado. Pero también el pueblo ignorante, que no estaba obligado a saber, prostituyó su moral, abandonó la práctica, fue permisivo con los hijos y cerraron los ojos, y así los hijos se prostituyeron.

     Dice acertadamente Santo Tomás de Aquino que esta clase de infidelidad, la apostasía, difiere solamente de la herejía, accidentalmente. La herejía y la apostasía sólo difieren cuantitativamente. En el orden objetivo la apostasía es más grave, pero no enseña ninguna nueva especie de infidelidad, pues sólo enseña LA LLEGADA al estado de abandono total de la Fe. La herejía es un abandono parcial, por lo cual, este pecado es de la misma especie que la apostasía. El hereje, sigue el mismo camino que el apóstata, pero se detiene antes de la llegada. Tanto la herejía como la apostasía, ya dije antes, son irreversibles.

     San Pío X dijo que la herejía del modernismo –implantado luego por el C. Vaticano II– principalmente destruiría gran parte de la Religión cristiana, y la razón es clara. Un convertido al protestantismo, por ejemplo, se ha detenido antes del rechazo completo de la Fe, porque aunque ha seguido la misma ruta, en aras de su nueva creencia se detiene al encontrarla supuestamente. No llega a la apostasía, aunque sí a la herejía que es un pecado de la mismísima especie.

     Pero estoy hablando del modernismo. San Pío X se refería al modernismo que con el prurito constante del cambio, del progreso, de la modernidad, enseñado a un pueblo que es obediente y que cree que la voz de sus autoridades es la Voz de Dios, indudablemente no enseñaría la herejía solamente –como ya lo está haciendo–, sino que llegaría poco a poco a la pérdida total de la Fe. Pues el que cede poco, lo hace poco a poco y no hay un límite. Uno de los «dogmas» modernistas proclama abiertamente el progreso constante de la Doctrina y son tan hipócritas que dicen que esto es «como el pueblo lo vaya requiriendo». Se pulveriza el modelo firme, invariable, la verdad predicada por el Hijo de Dios. Para ellos, Cristo inició un cierto movimiento religioso para adaptar a las distintas situaciones y cambios de la historia y a cada lugar (Denz. n. 2059). La Iglesia debe estar sujeta a «perpetua evolución» (Denz. n. 2053). Los supuestos «papas» que vemos desde que Juan XXIII se apoltronó usurpando el Trono de San Pedro, son las cabezas anticrísticas profetizadas en cuya mente ya está figurada la apostasía a la que marchan con el mismo espíritu y paso firme hipócritamente disfrazado.

     Algunos teólogos dicen que existe la posibilidad psicológica de que haya un engaño inculpable, dada la facilidad del hombre para dejarse persuadir por cualquier error, pero desde el punto de vista teológico, esto no es posible, porque la gracia y la fe ayudarán eficientemente si no falta la oración y todos los remedios que todo creyente está obligado a poner para evitar los peligros contra la Fe. Por eso, todo aquel que ha perdido la fe por falsas persuasiones, es gravemente culpable, al menos en causa remota. Habrá pecado contra la Fe indirectamente por descuidar su grave deber de adquirir suficiente instrucción religiosa, o por no haber evitado los peligros, como pueden ser, por ejemplo, las comunicaciones con herejes y otras alimañas.

     Se puede argüir que muchos fieles no tienen, como antes dije capacidad para conocer la Doctrina y así son presa fácil del engaño, pero yo respondo que la brutal expulsión de la Misa {de muchos lugares, que fue por los 70s}, privó al pueblo del sentido de la fe. Un mal trajo otro. La corrupción del pueblo trajo el destierro del Sacrificio, y esto los introdujo al camino de la apostasía. Dios jamás te va a abandonar si uno no lo abandona primero.

     A esta clase de peligros los «pastores»  han expuesto al pueblo a ellos confiado. No solamente le arrancan con brutalidad la Misa y los Sacramentos, fuentes de gracia y de fuerza y de luz; no solamente con pretexto de modernizar introducen el camino a la herejía que es el camino a la apostasía –porque no van a detenerse nunca–, sino que para acelerar el paso propician y «bendicen» toda clase de convivencias y reuniones con toda clase de sectas, de religiones extrañas, que en aras de la paz mundial entre los hombres infectan y prostituyen el buen nombre de la inmaculada Iglesia de Cristo, ya demasiado arrastrado por el polvo por un pueblo indiferente y deshonesto. {Nombre que usurpan, ya que no son miembros de ella}

     Temo que estoy hablando un idioma que ya no entienden. Que pronuncio palabras ininteligibles que no les calan, no les entra, que no comprenden. Por esto nadie ve que las puertas del aprisco están guardadas por lobos enmascarados de pastores. Pero esta ceguera es general. Ni los que se han quedado fieles al Vaticano ven algo, ni su acercamiento a la apostasía, ni los que han quedado fieles a la sola Misa que siguen el mismo camino que los otros, pero en un vagón más lejano del mismo ferrocarril.

     Santo Tomás de Aquino (Sum. Theo. 2-2, q. 10, a. 7) enseña muy claro sobre el grave peligro que corren los fieles en esas reuniones con herejes y paganos, cuando no asisten quienes: 

…«a condición de que haya personas preparados para ello y sean, además, idóneas para rebatir los errores. De este modo se verán confirmados en la fe los sencillos, y a los infieles se les quitará la posibilidad de engañar; y hasta el mismo silencio de quienes deberían hacer frente a cuantos pervierten la verdad de la fe sería la confirmación del error. De ahí las palabras de San Gregorio en II Pastor.: Como la palabra imprudente arrastra al error, el silencio indiscreto deja en el error a aquellos que podían haber sido instruidos.»

     En el caso de los modernistas, la defensa de la Fe no se dará jamás. Tienen el alma tan pervertida, que para ellos, todas las religiones constituyen diversos caminos para lograr la salvación. Dios quiere, dicen, que todas esas religiones existan [1]. No hay ninguna esperanza de que defiendan la Fe Católica. Y no solamente no guardan un silencio obsequioso, sino que con toda intención ‘predicarán’ en contra. Un «ministro» durante su nueva ‘misa’, como debe haber muchísimos, dijo que el Protestantismo y el Catolicismo son la misma cosa [2].
     Es que quien tiene el alma infectada de herejía o de apostasía, que es el término, la llegada, va a tratar siempre de llevar a otros al error que lo ha infectado. Es que sus llagas siempre supuran para embarrar a otros. Es un deseo incontrolable y morboso de hacer equipo. El eterno detractor de sus superiores, ha comenzado una carrera que para en el despeñadero. Santo Tomás dice (Sum. Theo. 2-2, q-12, a. 1) que muerta la vida del alma, aparece el desorden en todos sus miembros:

…«en la boca que grandemente manifiesta el corazón; después en los ojos y en los medios del movimiento; y por último, en la voluntad que tiende al mal. De ello se sigue que el apóstata, siembre la discordia, intentando separar a los otros de la Fe como él se separó.» 

Lo cual puede comenzar en la detracción, seguir en la herejía y terminar en la apostasía. Son pecados de la misma especie. Apestan a lo mismo; uno encontrará a otros detractores; otro encontrará a otros herejes; otro encontrará a otros apóstatas. Y muchos de ellos, se creen apóstoles de la Fe. Pero cuando por ese camino ésta se ha perdido, quieren que otros sigan esa luz que ellos librándose del engaño, encontraron con su industria.

     El Concilio de Trento, tan condenado y atacado por los modernistas, que se reunió después de iniciada la revolución protestante para aclarar, definir y defender la Doctrina Católica cuestionada por Lutero y sus seguidores, dice: «La Fe se pierde por el pecado de infidelidad». Los cristianos indiferentes, entibiados, que durante muchos años sin negar abiertamente, se apartaron de la vida eucarística y de la oración; fueron remisos en el estudio de su Religión; convivieron imbuidos en los errores del Naturalismo, del Racionalismo, del Liberalismo, del Ateísmo, del Indiferentismo o de cualquiera de las herejías materiales –también llamadas «herejías de las obras»–, un día, y ese día llega indudablemente, verán que esos errores ya van siendo «compatibles» con su ‘fe’. El camino ha comenzado sin dejarse sentir. Casi en todos los casos, si es que no decimos que en todos, el alto es imposible. Ningún apóstata quería en principio serlo, Pero descuidó sus obligaciones. Sólo fue indiferente, sólo se entibió, se hizo tibio como el vómito y el olor a vómito no se le quitará en adelante, a menos que rectifique lo cual es muy difícil, o imposible.

     Lo mismo es decir esto de los individuos aisladamente considerados que de la sociedad. Y la explicación es clara. El pecado personal, aunque sea un pecado «oculto», está ligado fuerte e indivisiblemente al pecado social y lo incrementa. Los católicos conocemos la doctrina sobre la «comunión de los santos». En la Iglesia todos tenemos una misión dada por Dios. Una obra que construye el reino de la luz, y una pugna contra el Demonio. Nuestras acciones siempre influyen al prójimo positiva o negativamente y esta obra un día será reconocida o condenada. Es terrible el día en que a los malos los alcance el destino y se enfrenten al Rostro airado del Cordero.

     En este sentido, adquiere suma importancia la familia que es la primera célula de ese Cuerpo místico. Cualquier acción por leve que sea la fortalece o la debilita. Son traidores al plan de Dios los que la dividen, e incluso los que no pugnan por unirla y fortalecerla, siguiendo sus pasiones, o sus propias opiniones, o sus propios intereses. Esos comejenes que trabajan bajo tierra, o escondidos tras la chapa de un mueble, debilitando su firmeza son los aliados silenciosos de los enemigos de Cristo. ¿Cómo no referirnos a esa inmensa cantidad actual de matrimonios deshechos por el divorcio que traen tan terribles consecuencias?, ¿cómo no referirnos a esa inmensa cantidad de matrimonios unidos por la conveniencia social o económica, por una pasión carnal a los herejes, a los librepensadores, a los racionalistas, a los liberales y a una caterva de bichos ponzoñosos que van a pervertir a su descendencia aún sin la intención de evangelizarlos y tan sólo por su influencia?, ¿quién llevaría a su casa un cubo de comejenes para esparcirlos por todas las estancias donde horadarán para hacer sus nidos? Estos «cristianos» están lejísimos de haber constituido una unión como Dios manda en el sagrado vínculo matrimonial. Podrán ser una sola carne, pero no un solo espíritu y la razón es muy obvia. Pero ya nada de eso interesa hoy.

     La humanidad ha apostatado, la gran mayoría, están tranquilos y satisfechos. Quedaba un reducto que estaba dentro de la Iglesia, pero los constructores del reino de la oscuridad y del odio, ahora rebuscan entre los despojos que quedan, alguna cosa sana para enlodarla y pervertirla. La Iglesia Católica es el nuevo Israel de Dios. Es el Israel espiritual, pero si ésta fuera ocupada por «papas» y ‘jerarcas’ que traicionan la Doctrina y arrastran al pueblo a la herejía camino a la apostasía y han renunciado al primer principio de reconocer la necesidad de todos los hombres de convertirse a la Fe de Jesucristo, ésta no puede ser la Iglesia Católica ni el Israel espiritual de Dios. El rechazo de este principio, que es la razón fundamental de la autoridad apostólica le impide sin discusión tener autoridad y posición de juicio, mientras todo el poder político terreno favorece a los enemigos de la Iglesia. Esta situación anticrística clara e insistentemente anunciada, debería ser conocida por los fieles. Tienen la grave obligación de conocerla. Es la señal total de que los tiempos de las naciones se han cumplido ya. Es el momento crucial para reconocer que la sementera del Evangelio ha terminado, mientras los tiranuelos no se cansan de cacarear las glorias de ese desgraciado aquelarre de vociferantes y ese falso nuevo pentecostés que fue el ‘concilio’ Vaticano II.

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Hipervínculos y notas de pie de página añadidas por este blog:

[1] Por ejemplo, Francisco dijo: “El pluralismo y la diversidad de religión… son expresión de una sabia voluntad divina”, fuente acá, el párrafo 27°.

[2] Tal vez sólo leyó lo que tiene al alcance que abarca desde los 60s y una historia manipulada como encanta difundir ya desde siglos a sociedades secretas.

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