El desprecio y la indiferencia general del pueblo ante la abominación desoladora

Mons. José Urbina A., 2011.

En la foto de arriba, Benedicto XVI juguetea con capa pluvial, mitra y báculo con jóvenes que asistieron a la Jornada Mundial de la Juventud, que a mediados del mes de agosto de este año (2011), tuvo lugar en la ciudad de Madrid, España. Dicen las agencias noticiosas que fue recibido «como una estrella del pop», y no les falta razón, pues aquel acontecimiento no fue otra cosa distinta que un festival de Rock. Y ese es realmente el espíritu de esas concentraciones monstruosas en las que los jovencitos alegremente dan testimonio de su “fe” mientras agarrotean a la pareja y fuman marihuana. Los asistentes, muchos medio desnudos –como se ve en la foto–, descalzos o en sandalias, como van normalmente a los templos –pues el respeto al templo y a Dios se ha perdido–, soportaron gigantesca tormenta y furiosas ráfagas de viento que tumbaron numerosas carpas instaladas en lugares estratégicos con mesas y copones llenos de obleas a fin de que los «curas» y los ministros y ministras de la “comunión” las distribuyeran al millón de asistentes en el momento conveniente. Pues los tubos con que esas carpas eran sostenidas, al caer con violencia por la fuerza de la lluvia y el viento, rompieron tabiques nasales, clavículas y otros huesos y el furioso aire y la lluvia arrojaron al suelo las mesas instaladas en las carpas, con los copones –¿o sólo canastillas de mimbre?– y las obleas contenidas que fueron arrastradas por el suelo y el lodo y las corrientes de agua para ser pisoteadas.

Ante estos hechos tan terribles y significativos, surgen algunas preguntas obligadas: Ante la asistencia de un millón de jornadistas, ¿no habría allá un número muy aproximado al millón de obleas? ¿y serían esas obleas «consagradas» previamente en los templos durante las «asambleas» o misas?. El solo imaginar esto causa hilaridad y temor. ¿Habrán sido «consagradas» en paquetes de fábrica? ¿Dónde se efectuaron las confesiones de los comulgantes? Para responder con toda claridad estas cuestiones, es necesario exponer las doctrinas y las prácticas que los herejes modernistas han implantado en su “Iglesia”: 

1. Cuando ellos reparten «la comunión de pie en las iglesias –ya sean los «curas» o los ministros o ministras de la comunión–, le dicen a cada recipiendario: «El Cuerpo de Cristo». No le dicen «ESTE es el Cuerpo de Cristo» omitiendo decir el vocablo «este» –ellos lo han reconocido cínicamente–, porque para ellos la Comunión no es la participación de la Carne y de la Sangre del Redentor, sino un testimonio de que se pertenece al cuerpo de la Iglesia. Por eso omiten señalar con el vocablo «este» a la oblea que entregan. Y el bruto o ignorante pueblo se lo traga y se lo sigue tragando. Algunos menos avanzados te dicen que la presencia de Cristo es real pero espiritual y esto se efectúa en el momento de la Misa en la que el sacerdote pronuncia las palabras consecratorias y el pueblo cree en esa presencia. Por eso, a fin de excitar la fe del pueblo, le dan a la oblea un paseíllo aéreo de un lado y del otro. Y esa presencia “permanece” sólo durante la «misa» o «asamblea», o «cena» o «eucaristía»

2. Como ese es un simple testimonio de que se pertenece a su Iglesia, no es necesaria la Confesión “sacramental”, pero ni tampoco bien visto estrictamente, ninguna «consagración». Allá es solamente necesario «el pan de la unidad» –le llaman así ellos–, así es que lo mismo da que ese millón de obleas haya pasado por los “altares” de algunos templos, o vengan directamente en cajas de cartón y bolsas de plástico de las tiendas en las que se venden hostias. Porque lo importante es que todos coman sus obleas y sean compañeros y den un abierto testimonio de pertenecer a su Iglesia. Estos modernos son tan astutamente inteligentes, que tendrán mucho cuidado de nunca decir una sola palabra contra la práctica de la “Confesión” sacramental. Si les preguntas, te dirán que es necesaria, pero la realidad es que esta práctica cae en el olvido más dramático que es violentamente contrastante con las enormes colas que se hacen en todos los templos al momento de la comunión. Fieles que no se han “confesado” ni piensan hacerlo. 

3. Indudablemente, a pesar de todo el profundo y efectivo trabajo de zapa que los modernistas han hecho, muchos fieles siguen creyendo en la presencia real de Cristo en esos pancitos que se reparten durante las asambleas o misas o cenas o eucaristías. Creen que las misas fueron «modernizadas» pero no invalidadas. Para todos estos que participaron en este congreso ¿habrá tenido alguna significación ver los cientos de obleas por el suelo, enlodadas y arrastradas por el agua?, hay que dudarlo, pero yo creo que muy pocos. Toda la juventud que permanece fiel al Vaticano ha sido catequizada con el nuevo espíritu modernista puesto en circulación desde el Conc. Vaticano II, principalmente. 

Ellos siguen una religión de diversión bulliciosa, de jarana, de juerga. Predican al Cristo resucitado, pero no al crucificado. Y esto se trasluce sin necesidad de palabras que pueden ser muy falsas en las obras. Así como no les importó ver a la supuesta presencia real de Cristo arrinconada en carpas, sin el riguroso esplendor con que la Iglesia rodeó siempre a la santísima Eucaristía, y verla luego arrastrada por el agua y el fango, también ellos –cuando asisten– en los templos, “comulgan” de pie, sin confesarse, y con la ropa con la que van a la playa. Pies descubiertos, playeras y pantalones cortos. Las muchachas con escotes escandalosos y pantalones que más bien parecen pintados sobre la piel. ¿Y qué hacen los «curas»?, absolutamente nada. Es que el nervio de la disciplina se ha aflojado hasta el extremo en la Doctrina, en la moral y en la práctica. ¡Qué pasadas de moda e inaceptables deben parecer las palabras del Deuteronomio! (21, 5) que dicen: «La mujer no llevará vestido de hombre ni el hombre se pondrá un vestido de mujer, porque el que hace esto es una abominación para Yahvéh tu Dios». Estas son las imposiciones de un Dios viejo, desfasado, perimido, que no previó el mundo moderno, ni la moda, ni la comodidad ni los requerimientos del progreso.

He de repetirlo nuevamente. El acto o la expresión corporal en una persona consciente, expresa un sentimiento interior que le da significación intelectual o espiritual a ese acto. Por sus actos, podemos descubrir incuestionablemente la riqueza o la miseria moral de la persona. El acto no es un ser separable de la persona, puesto que es la persona misma puesta en actividad. El valor moral afirmado o negado por el acto, contribuye a fomentar o disminuir el valor de la persona misma pues la acción exterior ejerce un influjo inmediato sobre la profundidad del acto interior. El acto humano, es un vehículo del valor moral. 

San Agustín dice que para conocer a una persona, no oigamos su lengua, sino que veamos sus actos. Sabiendo muy bien la Iglesia que los actos exteriores ejercen un influjo inmediato sobre la profundidad del acto interior, instituyó recursos para llenar el vacío en el espíritu del hombre que es la imposibilidad de «sentir» los efectos sobrenaturales de la gracia, de los Sacramentos, de la Misa, de las virtudes –reservado sólo a los santos– y esos variados recursos, como las actitudes, o los decorados, o la música sacra, etc., evangelizando así también a los hombres, formaban el espíritu del hombre interior que recibe un influjo inmediato y profundo del acto exterior. ¿Cómo no sentir un influjo interior con las genuflexiones ante el Santísimo Sacramento y el toque de las campanillas, mientras el sacerdote con la custodia dorada en medio de una nube de incienso traza en el aire la Cruz para bendecir al pueblo?

Los «curas» modernistas despojan a los templos de esos signos sensibles que enseñaban al pueblo, que formaban su espiritualidad. Ellos mismos se despojan de ornamentos –hasta donde pueden– de tan profunda y mística significación. Con el pretexto del calor o del número de fieles, buscan oportunidades para oficiar a las puertas de las iglesias, sacando del contexto sus nuevas ceremonias ya de por sí horribles y aburridas.

Los fieles están siendo arrastrados a una furiosa desacralización, la misma de la que se duelen con hipócrita lengua. El congreso juvenil de Madrid, no fue otra cosa que un festival rockero. En el que dirigió Juan Paulo en Bolonia, el momento culminante fue un concierto de Rock que ofreció el marrano Bob Dylan. En uno se habla de Dios, y en otro del Diablo. ¿Qué diferencia hay si se tiene el rito que Cristo mismo llamó desolado y abominable? Por eso las agencias noticiosas sintieron, como lo difundieron, el espíritu de un festival de Rock y a Benedicto como una estrella del Rock. ¿Qué otra cosa se puede esperar de este individuo que desciende del Maharal de Praga y cuya cepa rabínica es bien conocida?

En el libro que Peirs Compton escribió en 1981, dice acertadamente: «El hombre se guía y recibe órdenes de los símbolos». Lo vulgar, vulgariza. Lo que es vulgar, lleva irremediablemente a otra vulgaridad peor, y quien se fija en lo que es peor, nunca conocerá el fondo de una caída que es inevitable. Y así se llega a lo satánico. Quitar la vista de lo perfecto y espiritual, degenera siempre en lo horrible. Apartar de los ojos del pueblo los recursos usados por la Iglesia para elevar el espíritu, es prostituirlo. Pero se prostituyen a sí mismos y patentizan su miseria moral, los que voluntariamente abandonan las expresiones corporales y el nervio de la disciplina en el lugar sagrado. Porque independientemente de que eso manifiesta el amor a Dios degradado, esos actos humanos exteriores ejercen un influjo inmediato sobre el acto interior y el espíritu.

En el marco de esta planeada degradación, gigantesca, universal y monstruosa, tenemos por ejemplo, la «nueva misa» que con motivo del inicio del ciclo escolar en la Universidad de los Legionarios de Cristo, se ofició en el auditorio de dicha institución.

La LITURGIA, es el orden y la forma determinados por la Iglesia para la celebración de los oficios. En la «misa» de inicio escolar, no hay ni orden ni forma determinados por la Iglesia vaticana. Allá vemos claramente el caos absoluto, la anarquía en su máxima expresión. A la profunda prostitución litúrgica institucionalizada intencionalmente en los ritos modernistas, se suma ahora una «liturgia» vanguardista que es escandalosa, vulgar en extremo y ofensiva que de propia iniciativa se enjuagó para esta ocasión. Lo primero que llama la atención, es que la «mesa» para la «asamblea» no aparece. Debe estar ubicada en el otro extremo del auditorio de esta casa de estudios. El conjunto de «oficiantes» es ridículo. El «arzobispo» sentado, casi agachado en sillitas de plástico –como las que se usan en las salas de espera–, está junto al rector de la institución, apretados todos en seis sillitas tan pegadas, que los tres ocupantes de las sillas posteriores se tienen que apoyar para salir de la mitra del «arzobispo» o de la cabeza del rector para no caerse. Del otro lado del «arzobispo» otra sillita que ocupa el que en este momento lee, no frente ni a un lado del oficiante, sino detrás. Lee algún versículo de la Biblia o los aburridos y cuadrados salmos responsoriales que por el aspecto de los concurrentes, si los contestan, se oirá como un barullo. Detrás del oficiante, están las otras sillitas de plástico ocupadas por tres individuos de guayabera, uno de los cuales en el rincón, sostiene el báculo junto al lector con sotana brincacharcos que le llega casi a la rodilla. 

La concurrencia, formada por jóvenes de ambos sexos, sentados en las sillas del auditorio, que no permiten obviamente arrodillarse en el momento de la «consagración», pero permiten ampliamente el cuchicheo y las agarradas de mano y otras cosas a los que dicen que son novios, es una masa amorfa que podemos apostar han asistido como acostumbran asistir a sus clases, es decir, en chancletas y con pantalones cortos propicios para las miradas lascivas.

Esta es la prostitución y la miseria moral que se extiende sin palabras. Que arroja a los fieles a una degradación feroz y a la pérdida de la fe. Porque como ya he dicho, el Modernismo arrancó al pueblo las realidades sobrenaturales, pero las actitudes y las formas debían ser un vehículo para que influyendo en el espíritu, también arrancaran la fe que acaso se conservara en el pueblo, aun habiendo las cosas invisibles.

Por lo tanto, esta «nueva misa», está evidentemente en la línea marcada por el congreso de Benedicto XVI y de Juan Paulo II.

Quien destruye su casa y la despoja de sus adornos, de sus bellos muebles, de sus detalles artísticos, o el funcionario público que se arranca sus distintivos y las ropas que son símbolos de su distinción y autoridad, evidentemente este es un individuo desequilibrado, loco, o se trata de una persona llena de odio. Y sabemos muy bien que estos “jerarcas” no están desequilibrados, sino que respiran un odio satánico a la Iglesia. Es el influjo de Satanás que como un vaho maligno, ruin y pernicioso han respirado y se les ha metido a las células del cerebro y por todas las venas.

LA TRAICIÓN DE AQUELLOS QUE PUDIERON AYUDAR A LA IGLESIA.

El Señor es fiel a Sus promesas, como lo es también a Sus amenazas, porque es infinitamente justo. Cuando el “jerarca” de la nueva Iglesia suprimió el Sacrificio Perpetuo [1], –es decir el falso papa Paulo VI que era también una de las cabezas de la Bestia–, se cumplió la profecía de Cristo y también de Daniel, de Isaías, de San Pablo y de otros profetas. Sin embargo, 26 años y medio después, como estaba anunciado, fue restaurado también jurídicamente [2], a fin de que la iglesia apóstata del Vaticano quedara fuera de la promesa y viniera a la luz el pequeño remanente que había permanecido fiel a la Misa católica. Debió de haber sido para ese resto, clara la infinita bondad del Señor. 

Una sola Misa le da tanta gloria a Dios como no podrán darle todos los ángeles y santos juntos, incluyendo a la santísima Madre de Dios, por toda la eternidad. La santa Misa entregada amorosamente a ese pequeño rebaño, rescatada para ellos, era una invaluable fuente de fuerza, de mérito y de gracia para la reconquista de la Iglesia en manos del Anticristo y de Satanás. El Sacrificio del Cielo, perpetuo, traído a los altares era sobradamente suficiente para ganar la batalla, salvar al mundo y reformarlo. 

En el principio de la historia de la Iglesia, pocas misas se celebraban, pero la voluntad y la fe del pueblo debían dar el triunfo, pues no hará Dios nada a favor de los hombres si ellos no quieren. El Anticristo actuando con todo su poder no podía derrotar a la Iglesia, incluso reducida a su mínima expresión. Ese pequeño remanente contaba con la fuerza de Dios, para el que es lo mismo una Iglesia reducida o una extendida por toda la Tierra. ¿Cuál es la diferencia para el Señor infinito entre una Iglesia como la del primer siglo y la del siglo XXI?

Si la prostitución de los hombres había dado como resultado la presencia del Anticristo posesionado, todavía el Señor, cuya bondad es infinita, puso todos los medios para que los pequeños remanentes no fueran privados de la Iglesia. ¿Y qué hicieron varios de esos restos ante una gracia tan grande?, cayeron en el cisma más asqueroso y traidor. Desobedeciendo a la Iglesia retorcieron a su favor las leyes y los consejos creyendo que tan sólo la fidelidad al Sacrificio, los absolvía de todos sus excesos y desmanes. Se volvieron mercaderes de lo sacro, actuaron como lo hacen los guerrilleros en una espesa selva, y se atacaron y condenaron unos a otros. Se volvieron trepadores para favorecer sus intereses particulares, se calumniaron entre ellos mostrándose en extremo desconfiados y traidores incluso de quienes recibieron algún beneficio. Renunciando al gravísimo deber de la unidad, que les arrancaba una de las notas distintivas de la Iglesia de Cristo, se manejaron como les dio la gana, acogiéndose a un supuesto estado de necesidad, ficticio en su caso, y así llevaron a sus seguidores a la desorientación o a la defección. Porque dándose baños de “pureza”, llevaron a otros a la enemistad y a la desconfianza, aquella que ellos padecían porque creían que los otros les arrancaban jirones de su hacienda particular. Y se destapó la arrebatinga desencadenada. 

Y se hicieron actuales las palabras que el piadoso Cardenal Villot escribió a fines del siglo XIX: «La iglesia será reducida a condiciones domésticas». Lo que dice el Cardenal pienso que proféticamente o más bien por un profundo conocimiento de la profecía y del estado del mundo en franca e inevitable degeneración, ni siquiera da una idea de que la Iglesia se reducirá a pequeñas comunidades y capillas, sino a algo más dramático y grave. A algo sórdido y oscuro. ¿Y no es lo que estamos viendo?, porque esas pequeñas comunidades en el cisma, de ninguna manera son la verdadera Iglesia de Jesucristo [3].

El fenómeno anticrístico dependía completamente de la voluntad del hombre. De la voluntad humana que antes que ser fiel, fue cediendo poco a poco y aflojando el nervio de la disciplina, de la moral y de la Doctrina con el pretexto de la modernidad o de la moda. Del progreso del mundo y de la ciencia sin imaginarse nadie que se había iniciado un camino lento y seguro a la apostasía y al exterminio.

El reinado de la Bestia, era una cosa anunciada, advertida en muchas profecías no tan oscuras como son anunciados otros hechos. Es que el castigo a la apostasía y a una humanidad que forma en su seno al Anticristo, es muy severo. Es el último recurso de Dios para salvar a los más posibles. Porque Dios, fiel a Su palabra, respeta hasta lo último la voluntad humana y no va a oponerse a quienes quieran condenarse.

La generación anticrística, sería una generación de odio, de violencia, de inseguridad, de indiferencia, de injusticia, pero al mismo tiempo de farras, de fiestas, de vicio, de hedonismo, de viajes y diversiones, de lujos y comodidad. Se abandonará con tranquilidad a la Iglesia, se le condenará y su rostro será arrastrado por el lodo y estrellado contra las piedras del altar de Satanás.

En el Calvario a Cristo le arrancaron sus ropas, pero para cubrir Su vergüenza se cubrió de sangre y de jirones de piel arrancados en la flagelación. Esto han hecho con la Iglesia los hombres de hoy. Los que no la han condenado, pasan por el Calvario y con un ademán grosero de indiferencia, siguen su camino y se van con prisa a sus compromisos, conveniencias y actividades.

LAS PRINCIPALES HEREJÍAS DE LOS «TRADICIONALISTAS».

No es suficiente oír la Doctrina de los labios de los llamados «tradicionalistas». Son labios que pueden ser muy engañosos. 

San Agustín (In Epist. Ioan. ad Parthos, c. 2, 18–27) escribe: 

«Busquemos quienes son los que niegan a Jesucristo, pero no atendiendo a las palabras, sino observando los hechos, porque si nos fiamos de las palabras, no habrá ni uno que no confiese que Jesús es el Cristo. Descanse por lo tanto la lengua e interroguemos la vida… El mayor mentiroso es el que confiesa con sus labios que Jesús es el Cristo, y lo niega en la práctica, porque dice una cosa y hace otra diferente.» 

Estos predican, entonces, no tanto de palabra, sino con los hechos [4] las siguientes herejías, principalmente:

1. No es necesario el papa, pues los obispos se bastan para todo. Si algún día se ha de elegir al papa, Dios mismo ha de poner todas las condiciones para la elección. Podemos estar indefinidamente sin elegirlo.[5]

2. En el cisma, todos los Sacramentos que se administran son válidos y lícitos.

3. Los simples sacerdotes pueden administrar válida y lícitamente por la necesidad, todos los Sacramentos reservados a los obispos, aun en el cisma.

4. Se debe ver como Iglesia Católica a todas las comunidades, aun aisladas, que dicen la Misa de San Pío V y condenan las herejías del Conc. Vaticano II y a los herejes del Vaticano.

5. Se es ortodoxo y verdadero católico, si se cree y se predica la unidad y la necesidad del papa, aunque se permanezca en el cisma.[6]

6. Es lícito permitir dobles o triples ordenaciones o consagraciones bajo condición, si hay cualquier duda, aun no fundamentada, aunque se trate de un escrúpulo de persona ajena o porque ese escrúpulo puede causar escándalo.

7. El obispo consagrado, puede libremente permanecer aislado, aun de su obispo consagrante, si así lo cree conveniente para el bien de su comunidad aisladamente considerada.

8. Cualquier obispo puede seleccionar con libertad con qué obispos ha de hacer alianza y con cuáles no.

9. La consagración de un obispo, no es esencialmente en este estado de necesidad para la formación del Colegio Apostólico, sino para perpetuar la sucesión apostólica, la Misa y los Sacramentos y para bien de las almas.

10. El papa es infalible sólo cuando ejerce su magisterio extraordinario, y fuera de ese caso, puede enseñar el error en su magisterio ordinario [7].

11. Puede haber sacerdotes que se declaren independientes de su obispo o de los demás obispos por alguna causa grave y en este caso administra todos los Sacramentos válidamente [8].

12. La comunicación entre las comunidades es opcional y puede estar regida por las costumbres propias de la comunidad.

13. La ayuda y la asistencia material y espiritual entre las comunidades, es opcional y se adapta a las normas propias y convenientes de cada comunidad.

14. La ayuda material o espiritual, así como la comunicación, puede ser suspendida con otras comunidades lícitamente, si se determina en alguna forma que pueden ser perjudiciales o inconvenientes.

15. La doctrina enseñada por la Iglesia sobre la extrema necesidad, se ha de entender según la conveniencia o la opinión de cada sacerdote u obispo que aplica su opinión en cada caso.

A todas estas estúpidas monstruosidades, añaden una más que se puede incluir igualmente a esta lista y que parece sellar todas las anteriores para tranquilidad de todos, que los confirma en el error incorregible {debido a su soberbia}. Dicen que en esta situación de necesidad «LA IGLESIA SUPLE»

Y así lo creen firmemente, porque así les conviene, instituyendo una doctrina en extremo retorcida y descompuesta que no se aplica para nada en estos casos. Y la repiten como pericos. Y se han hecho más criminales que los maestros del Conc. Vaticano II, pues habría que ver en una balanza cuáles herejías pesan más: si las predicadas en ese Conc., o las que predican y apoyan estos que se creen tan santos y ortodoxos, horadando las bases de la Iglesia del resto fiel, que era la oportunidad de salvar a la Iglesia, y que Dios había propiciado. Habría que preguntar: ¿Quiénes son más traidores?

Y los fieles, no crean nunca que asistiendo a los centros los que se dice la Misa en el cisma, están libres de culpa. Hay que decirlo y repetirlo muchas veces. Ellos deben de presionar a sus pastores para que se unan, y si esto ellos lo hacen imposible, los deben abandonar y retirarles toda ayuda. Ellos tienen el grave y sagrado deber de la unidad, como los fieles tienen derecho a ella.

Que no salgan con que «yo pens黫yo creí»«me imagin黫mi intención era»… Si ellos permanecen en esas cuevas de zorras, se hacen cómplices del cisma que arranca una de las NOTAS que distinguen a la verdadera Iglesia de Jesucristo. Y también se hacen parte del cuerpo de la Bestia que gobierna desde el Vaticano. ¡Que no empiecen luego con chillidos y lágrimas, pues ante advertencia no hay engaño! 

Vale la pena reflexionar las palabras de San Gregorio Magno, que forman parte del Magisterio infalible y perpetuo de la Iglesia, y que por lo tanto no están sujetas a opiniones particulares de donde viene precisamente el cisma. En su obra LOS MORALES (Lib. XVIII, Cap. XXVI, 42) escribe: 

«Cualquiera que se aparta de la unidad de la Iglesia por la herejía, sintiendo de Dios lo que no debe, o por el error del cisma, es privado de la gracia de la Caridad. Si el fuego de la purificación me es dado fuera de su lugar, atorméntame con su pena, pero no me purga con limpieza.»

Los que {culpablemente están} en el cisma, como no construyen sobre la piedra que es Pedro, ni hacen algo por la Iglesia, ni obtienen mérito alguno. Estos, –pastores y laicos– desparraman, y militan en las huestes que se levantan contra Cristo. También escribe San Gregorio (Lib. XVIII, Cap. XXVI, 41): 

«Lo que se sufre fuera de la Iglesia, atormenta pero no purifica. Una es la Iglesia en la cual el que pudiese ser purificado, también será purgado de cualquier mancha de los pecados. Y, si puestos fuera de la Iglesia padecéis por Dios alguna cosa de amargura o de tribulación, podéis ser tan sólo encendidos más no limpiados.» 

Esos obispos y sacerdotes en el cisma, enemigos de todos, no solamente están atacando a la Iglesia remanente, sino que están arrastrando a sus fieles al cisma. Ellos son mucho más culpables que los fieles a quienes prostituyen. ¿No le tienen miedo al juicio de Dios?, creo que no se lo tienen ni al Diablo. Le tienen miedo a perder algún girón de su hacienda y su poder. Sigue San Gregorio: 

«El fuego que toca por fuera, trae penas de dura pasión, pero no cuece la culpa del error; da tormento de penas crueles pero no hace acrecentamiento de buenos méritos.»

¡Es claro, ningún cismático con todos sus sufrimientos piensa corregir el cisma que justifica!

«El Apóstol San Pablo, –sigue San Gregorio–, demuestra cómo es de ninguna virtud este fuego de purificación que fuera de la Iglesia Católica es tolerado: Si diere mi cuerpo para que arda y no tuviere Caridad, no me aprovecha nada.» 

La Caridad es unitiva. Es la unión. Esos obispos y sacerdotes, han convertido la doctrina de la unidad en una doctrina impronunciable que han sustituido diciendo dos necedades: que se justifica su actitud por estar en una situación de extrema necesidad, y que los Sacramentos pueden ser administrados lícita y válidamente, porque la Iglesia suple. Estas gentes le hubiesen sido de mucha utilidad a Martín Lutero, amo del retruécano. Sigue San Gregorio: 

«Unos hay que sienten de Dios cosas perversas; otros, que tienen de su Hacedor lo que es justo, PERO NO TIENEN UNIDAD CON LOS HERMANOS. Aquellos primeros están divididos por el error de la Fe, y los segundos por el PECADO DEL CISMA.» 

Yo me pregunto si estos obispos y sacerdotes saben –lo cual están gravemente obligados a saber–que no es posible recibir ninguna gracia pecando así; ¿y hasta dónde ignoran esto sus seguidores?

«Y por eso, –continúa–, en la primera parte del Decálogo son reprimidas las culpas de entrambas partes, cuando se dice con Voz divina: Amarás a tu Señor Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu virtud, y a tu prójimo como a ti mismo. Así es que el que siente de Dios cosas perversas, es manifiesto ciertamente que no ama a Dios; mas el que está DIVIDIDO DE LA UNIDAD DE LA SANTA IGLESIA, está claro que no ama al prójimo, pues rehúsa tenerle por compañero[9]

¿Cómo es posible agradar a Dios, si no se ama al prójimo?, ¿cómo es posible agradar a Dios oficiando o asistiendo a la Misa en un centro cismático? El CATECISMO ROMANO DEL CONCILIO DE TRENTO enseña en VII. EFECTOS DE ESTE SACRAMENTO (de la Eucaristía) lo siguiente: 

«Mas, aunque afirmamos con toda verdad que la Eucaristía concede la gracia, no significa esto que no sea necesario poseer ya la gracia para recibir con fruto el Sacramento. Porque así como a los cadáveres de nada les sirve el alimento corporal, tampoco aprovechan para nada al alma muerta los sagrados misterios. Por eso tienen las apariencias de pan y vino: para significar que han sido instituidos no para dar inicialmente, sino para conservar la vida del alma

Esta doctrina se aplica perfectamente bien a la situación actual de ese CISMA. 

1. La celebración de la Misa, no sirve para curar el pecado del cisma. El Sacrificio se debe celebrar en la unidad de la Iglesia. No en la división.[10] 

2. Con el pecado del cisma, la comunidad de los laicos, con sus pastores, constituyen un cuerpo desmembrado y sin cabeza. Es por lo tanto un cuerpo MUERTO.

La celebración de la Misa no va a resucitar el cuerpo muerto, porque la cura del cisma depende de la voluntad del hombre. Así como la recepción de la santa Eucaristía debe de ser en un alma en gracia, porque este Sacramento es de vivos, igualmente la celebración de la Misa debe de ser en un cuerpo vivo. Es decir, en la unidad. En un cuerpo, –el Cuerpo místico de Cristo– en el que el Espíritu Santo sea su vida. La vida de un cuerpo vivo, a pesar de los pecados de muchos hombres. Lo cual es muy distinto y elemental. 

3. Entonces, es una gravísima ofensa a Dios celebrar el Sacrificio de la unidad, en la más escandalosa división. Y salvo excepciones que Dios conoce. San Juan Damasceno (DE FIDE ORTHODOXA) comenta las palabras de San Pablo: 

«Este Sacramento nos une a Cristo y nos hace partícipes de Su carne y de Su divinidad y en Él nos une y enlaza a todos nosotros, como cimentándonos en un ÚNICO CUERPO.» 

«Y se le llama Sacramento de paz y Sacramento de unidad –o de caridad– para que entendamos cuán poco tienen de cristianos quienes alimentan enemistades y desunionesy como es nuestro deber el extirpar toda clase de odios, de rencores y de discordias, verdaderas pestes en la comunidad cristiana. Tanto más cuanto que en el cotidiano Sacrificio de la Eucaristía profesamos y prometemos conservar ante todo la paz y la unidad.» –Concilio Tridentino, ses. XIII y Denz. 873.

–Y también dice este Concilio: – «Ya desde el principio tuvo uno de sus principales deseos arrancar de raíz la cizaña de los execrables errores y cismas que el hombre enemigo sembró [Mat. XIII, 25], en estos calamitosos tiempos nuestros por encima de la Doctrina de la Fe, y el uso y culto de la sacrosanta Eucaristía, la que por otra parte dejó nuestro Salvador en Su Iglesia como símbolo de su unidad y caridadcon la que quiso que todos los cristianos estuvieran entre unidos y estrechados».

Así como es ofensivo a Dios la celebración de la Misa en el cisma, porque la Misa es el Sacrificio de toda la IGLESIA UNIDA y es como Dios la recibe con fruto, sin excluir la gracia que puede obtener una persona particular que ignora, también es ofensivo a Dios absolver sin jurisdicción, cosa que no culpa a quienes por error común de los fieles se confiesan con un sacerdote sin jurisdicción, y quedan ciertamente absueltos. En este caso la Iglesia «suple» –este es uno de los casos, enseña la Doctrina–[11], pero es increíble que sacerdotes sin jurisdicción que no tienen por el cisma, se vuelvan violadores sistemáticos de una ley canónica y se aprovechen de una excepción a favor de los fieles, para hacerla general y sistemática. El Reverendo Padre pasionista Arturo Devine en su obra LOS SACRAMENTOS EXPLICADOS, T. VII, Pág. 329 escribe: 

«Y hasta en el caso de que un sacerdote tenga a su cargo la cura de almas, o que, sin tenerlo, obre como confesor, ha de entenderse comúnmente que obra con jurisdicción; y que todas las absoluciones son válidas, aun cuando ocurra que, con motivo de algún impedimento canónico, el sacerdote no esté autorizado para obrar así. En este caso, y cuando hay error común, la Iglesia SUPLE LA JURISDICCIÓN para impedir que se perjudique a las almas. EL CASO NO SERÍA EL MISMO SI SOLO SE SUPLIERA POR UN ERROR PARTICULAR DE UNO O DOS PENITENTES.”

Que los sacerdotes en el cisma no tienen jurisdicción, está fuera de toda discusión. Que si un sacerdote cismático se sienta a confesar sin jurisdicción, es claro, la Iglesia, en favor del pueblo le da jurisdicción, que ciertamente no obtiene por su ordenación, y para ese caso, como se la puede conceder a cualquier sacerdote apóstata en artículo de muerte, y sólo para ese caso [12], es claro que él absuelve válidamente. El DERECHO CANÓNICO, (Canon 2366) dice: 

«EL SACERDOTE QUE TUVIERE LA OSADÍA DE OÍR CONFESIONES SACRAMENTALES SIN LA JURISDICCIÓN NECESARIA, QUEDA IPSO FACTO SUSPENSO A DIVINIS…», –y el comentario a ese Canon dice: – «Apenas vemos probabilidad intrínseca en la opinión de algunos, que sostienen no incurre en la pena de excomunión el sacerdote que, sin licencia de confesar ni causa alguna que lo justifique, y a sabiendas de todo ello, se sienta en el confesionario, oye confesiones y absuelve válidamente en virtud del error común de los penitentes»

1. Hay quienes piensan que sobre la suspensión, los sacerdotes que confiesan sin jurisdicción, no solamente merecen la suspensión, sino la excomunión. 

2. Esa causa que puede justificar esa actuación de un sacerdote, no es ciertamente el cisma. No es posible que sobre el cisma se arme un edificio de violaciones y de irregularidades basadas en una extrema necesidad ficticia para justificar la pulverización del orden jurídico y se convierta en un chicle mascado que se estira, que se encoge, que se retuerce o que se aplasta según convenga a la situación del usuario. Esa causa que justifica la absolución sin jurisdicción, es la necedad altanera del cisma del cual no se creen culpables. El Canon 2314 es claro y contundente: 

«Todos los apóstatas de la Fe cristiana y todos y cada uno de los herejes y CISMATICOSINCURREN IPSO FACTO EN EXCOMUNION.» –IPSO FACTO, es decir, por el mismo hecho–. 

–El Canon 1325 determina claramente quiénes son los cismáticos: – «Finalmente, si … SE NIEGA A COMUNICAR CON LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA QUE LE ESTAN SOMETIDOS, ES CISMATICO«. ¿Cabe alguna opinión contraria o diversa ante lo que se ha expresado meridianamente claro?, ¿cabe alguna justificación entre los que celebran la Misa así?, porque si al menos, –aunque la Sede de Pedro estuviera vacante–, ellos estuvieran unidos, otro sería el panorama.

Esta es la obra del Conc. Vaticano II; de esos falsos “papas» hasta Benedicto 16 y de la supresión del Sacrificio en 1969, que todos han apoyado con furia –clérigos y laicos–, hasta hoy. 

La tribulación final anunciada por nuestro Señor Jesucristo.

Es una increíble deshonestidad, confesar a los laicos y decir que porque «la Iglesia suple» esa práctica se puede institucionalizar a perpetuidad. ¿Ellos mismos, no están confesando que esas absoluciones son válidas «porque hay un error común»¿Y CUÁL ES ESE ERROR COMÚN? Error común de los fieles, y deshonestidad de los pastores. Si esto no se ha entendido, estamos tratando con retrasados mentales. Si los fieles no quieren exigir la unidad a sus pastores, es que la apostasía los ha infectado a todos. Es que ya no se siguen doctrinas, sino opiniones. Por eso están en curso todas las amenazas de La Salette. Los hombres no se han de burlar de Dios y retorcer a su capricho Su Palabra.

LAS MALDICIONES MENCIONADAS EN LA SALETTE EN CURSO.

Todavía hay necios que pertenecen al club de los «no pasa nada», que con un ademán despreciativo de indiferencia muerden fuertemente su piltrafa mundana –que no les arrancas ni que les caigas a golpes–, y se hacen sordos y ciegos a un mundo que se desploma y amenaza tempestad. Estamos ante una situación inusitada en la que la Iglesia de la apostasía altera y nulifica doctrinas, sacramentos {de sus seguidores}; pero el llamado tal vez impropiamente «resto fiel» por su fidelidad al Sacrificio, prostituye deformándolo horriblemente el ORDEN JURÍDICO de la Iglesia de arriba a abajo. Ni están dispuestos a unirse y elegir a la cabeza, aunque hipócritamente echen la lengua a funcionar por el lado contrario, ni están dispuestos a dejar de afirmar –como una cantinela aburrida–, que por la «extrema necesidad» –ficticia desde luego– están en regla, y que los sacramentos que administran son válidos y “lícitos”, «porque la Iglesia suple«.

La santa Madre María que se apareció en 1846 en La Salette, dijo que los sacerdotes se habían convertido en «cloacas de impureza». La impureza no se refiere necesariamente al sexto mandamiento, aunque no lo excluye, sino que es más bien la mezcla de materiales extraños y basura en una materia. Se refería a la herejía que ya penetraba por todas partes y que hizo explosión durante y después del famoso Conc. Vaticano II. Llegaría a ese nivel de degradación ese «resto fiel», después de haberse burlado de aquella maravillosa oportunidad de la unidad que Dios y la santa Madre María propiciaron tan amorosamente, de la que no se puede desechar la acción del marranismo desencadenado por el poderoso influjo satánico tolerado por el Señor para estos tiempos del fin.

Ese resto «fiel», ha pisoteado el orden jurídico, lo ha manoseado con manos impuras, lo ha retorcido y adaptado a sus conveniencias altaneras, y se ha burlado de los fieles que acuden ellos, pero de Dios no se ha burlado.

Por eso, las amenazas en La Salette, que eran condicionales, –como declaró Melania la vidente–, ya no lo son –dice Léon Bloy, autor del libro LA QUE LLORA–, porque el camino de apostasía y prostitución los hombres lo han seguido con prisa, con esa prisa con la que va un alma que lleva el Diablo.

Nadie puede excluirse, ni siquiera como persona particular, de no haber sido advertido de lo que vendría. Hay situaciones en las que a Dios, infinitamente bueno, no le queda otro remedio, ante la necedad y locura de los hombres, que exterminar el mal. 

A Dios veámoslo como un Ser infinitamente bueno. No como un tonto, como nos gusta ver al que se nos acerca PARA ENGAÑARLO. Dios no es un ser que podamos engañar como querríamos. No nos va a salvar «porque es muy bueno», luego de una vida de farra, de indiferencia y de pecado. Pero es indiscutible que no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Más puede un tonto negando que San Agustín probando. Entonces, la tempestad que por el horizonte amenazaba, se acerca y ya se ven sus primeros efectos, pues todo el horror de lo que nos rodea, es sólo el principio.

AMENAZAS APOCALÍPTICAS ANUNCIAN LOS CIENTÍFICOS.

Los que forman el club de los «no pasa nada», tienen características y actitudes muy especiales. Cuando frente a ellos se comienza a hablar de los tiempos del fin, cambian automáticamente la expresión de la cara. Los ojos les quedan como desvaídos, parcialmente apagados, y son propensos a decir: ¡Hay, no pasa nada!, mientras mueven una mano como si se espantaran una mosca del cachete. Son almas menguadas espiritualmente, aferradas a sus planes terrenos incapaces del menor esfuerzo por su alma y por su Dios. Si cumplen, es para lograr alguna tranquilidad espiritual, mientras no aparezca otra urgencia más importante.

Pues yo no sé si para inquietar a esta cepa somnolienta tan ávida de mundo y de carne, el sábado 10 de septiembre de este año, las agencias noticiosas internacionales transmitieron la siguiente nota: «LA FURIA DE LA NATURALEZA PLANTEA GRANDES DESAFIOS. Paul Stockton, hombre clave del Pentágono [uno se pregunta si no está inspirado en la estrella satánica], para todo lo relacionado con seguridad nacional, está haciendo planes para el tipo de acontecimientos apocalípticos que podrían cambiar permanentemente la vida de millones de estadounidenses, informa la revista NEWSWEEK en español».

«El Secretario asistente para la Defensa, académico que se expresa con apasionadas palabras, habla de «catástrofes complejas» con «efecto cascada» que, igual que el 11 de septiembre de 2001, podrían tener devastadoras consecuencias sociales y políticas».

«Sin embargo, los horrores para los que está preparándose son mucho mayores que el 11/9: decenas de miles de muertos, una economía devastada, la seguridad nacional gravemente comprometida. Y el terrorista responsable de semejantes atrocidades en la Madre Naturaleza.«

Es que los hombres no solamente son apóstatas de Dios, sino de su condición humana que han bestializado, y también de la Naturaleza que han profanado y destruido.
«La vara con que Stockton mide los cataclismos no es «peor que 11/9», sino una serie de catástrofes más terribles que el huracán Katrina».

«El día se aproxima; Stockton y otros especialistas en manejo de desastres no tienen la menor duda. El mes pasado, la costa Este del país sufrió el golpe psicológico de un terremoto relativamente menor y lo que resultó ser un huracán bastante leve, a pesar de una campaña mediática bastante alarmista. «Apocalipsis, no», declaró The New York Post».

«La ciudad de Nueva York «esquivó una bala», sentenció el alcalde Michael Bloomberg. No podemos decir lo mismo de Nueva Jersey, al norte del Estado de Nueva York y varios otros estados de Nueva Inglaterra. Tan sólo en Connecticut se registró el récord de 650 mil viviendas sin electricidad, muchas de ellas durante varios días. Vermont tuvo que organizar un puente aéreo para llevar alimentos a poblaciones que quedaron aisladas por las inundaciones. La cifra de víctimas estadunidenses del huracán «Irene» ascendió a 43 personas y según cálculos, los daños ocasionados podrían sumar más de 20 mil millones de dólares».

«Eso no es más que una probadita de lo que está por venir. Cualquiera que sea la causael aumento de la temperatura y el creciente nivel del mar empiezan a generar huracanes más grandes e intensos, y marejadas ciclónicas más peligrosas».

Debemos esperar incrementos constantes en la frecuencia e intensidad de las inundaciones extremas, las épocas de sequías, los incendios forestales, las tormentas y muchos otros fenómenos meteorológicos, anuncia. «Necesitamos empezar a prepararnos, cuanto antes, para los desastres que van a ocurrir».
«Gore afirma que algunos científicos están considerando la posibilidad de añadir una categoría 6 a la escala de clasificación de huracanes Saffir–Simpson, la cual mide la intensidad de un huracán con base en la velocidad de sus vientos».
«Las reglas para la evaluación de riesgos están rescribiéndose, enfatiza Gore. Sólo este año, NADA MAS EN ESTADOS UNIDOS, se han registrado 10 desastres con un saldo superior a mil millones de dólares. La FEMA (Agencia Federal para el manejo de Emergencias) se ha quedado casi sin fondos».

Yo tengo notas periodísticas de hace años, que dicen que los desastres naturales se han triplicado desde la década 1960–70 del pasado siglo, que es coincidencialmente, la década del Concilio. Es que los hombres no falsificarán la Religión de Dios y quedarán impunes. No abandonarán y tratarán de poco más o menos, con indiferencia a la Iglesia. La santa Virgen dijo en La Salette que una de las cosas que más enoja a Dios –aunque no la única–, es el abandono y la violación del precepto dominical. Una persona que asiste a Misa, dispuesta siempre a faltar si «algo más importante» le sale al paso, ya asista con frecuencia o no, es un violador del precepto. Porque su espíritu y voluntad los ha puesto en la intención de violar la ley en la primera oportunidad que se presente. Y si asiste algún día, está allá, porque no le salió otro compromiso más importante que el precepto. Hay aquí, entre otras cosas, un grave pecado de desobediencia. Y de soberbia. El desobediente soberbio empedernido, aparenta siempre obedecer, no sin antes aderezar la orden con su propia salsa. Hace siempre, entonces, lo que le da la regalada gana, y no lo ordenado. Y así como el desobediente esconde ladinamente su soberbia y desobediencia, el violador del precepto dominical lo hace con su presencia dispuesta siempre a la violación si le sale algo más importante que la orden de Dios.
Santiago dice algo en su Epístola que viene al caso: «Quien observa toda la Ley, pero falta a un solo precepto, SE HACE REO DE TODOS« (II, 10). ¿Por qué?, porque el que acepta la Palabra del Señor, no la juzga. No selecciona según su opinión qué precepto seguir y cual no. El que cumple toda Ley menos un precepto, es claro que cumple lo qué le parece y no cumple lo que no le parece. Así se hace juez supremo de la Ley (Sant. IV, 11). Por eso se hace violador de toda la Ley. Así también el que obedece siempre añadiendo algo de su voluntad, en realidad es un desobediente. Y el que asiste a la Misa dominical siembre estando dispuesto a violar el precepto por alguna cosa que le parece más importante, ese es evidentemente un violador perpetuo del precepto dominical. Ese hombre ha fabricado un programa con sus prioridades, pero no las de Dios que las tiene en segundo lugar.

A esto se refiere la santísima Virgen cuando habla de la violación del precepto dominical. Los hombres han retorcido a su conveniencia la Palabra de Dios.
El Profeta Isaías, predice la devastación de la Tierra. La Tierra será arrasada por el agua y por el fuego (La Salette), porque los hombres han profanado la Tierra, han traspasado las leyes y han violado el precepto. Han roto la Alianza Eterna. TRASPASAR es quebrantar una ley o precepto. Es también excederse en lo que es debido. VIOLAR es quebrantar, abusar con violencia o con astucia, profanar.

El Sacrificio del Cielo traído al altar para la salud de los hombres, ha sido expulsado en aras de una alianza con el error. Hay un divorcio entre el Sacrificio eterno celestial y el que se celebra en los altares en el que prevalece la voluntad y opinión humana. Termina así radicalmente su carácter propiciatorio, que detiene la justicia de Dios ofendido por tanto pecado y tanta corrupción y se da curso a los acontecimientos que traen la devastación anunciada por el Profeta Isaías. Esta es la obra de la voluntad humana que Dios respeta. No es obra de Dios. Pero Él es el supremo Juez, y dicta sentencia. Él es el supremo Legislador y Creador, y los acontecimientos no pueden estar regulados por el capricho de alguna creatura. Es la entrega de la marcha de los acontecimientos en manos del Demonio, que está detrás, tentando a crecer las pasiones del hombre.

Los violadores del precepto de la obediencia y los violadores del precepto dominical, nunca se dan por aludidos en ninguna forma pues hacen siempre e invariablemente sus motivos que los justifican, creen, su norma moral de conducta.

ALGO MÁS SOBRE LA PROFECIA DE ISAÍAS

La profecía del Profeta Isaías, dice que los hombres han «traspasado» las leyes. Creo que el término traspasar, necesita aun alguna consideración más. TRASPASAR, es quebrantar una Ley o precepto, pero también es, dije, excederse en lo que es debido. Excederse es también propasarse, extralimitarse y pasar de. La ley se diferencia del precepto, en que no se da para un caso particular, sino con cierto valor general y para todos los que forman una comunidad. Entre las clases de leyes, podemos mencionar la LEY MORAL NATURAL, que es impuesta al hombre al serle concedida la naturaleza racional. Es una ley de libertad:

«que no consiste en un conjunto de ideas morales innatas, –dice Bernhard Haring en LA LEY DE CRISTO–, sino en una facultad de la razón y en una ley de la libre actividad conocible por la razón con el simple examen del ser humano y del universo».

La razón que se ha concedido a los hombres, lo hace diferenciarse de los minerales, de las plantas o de los animales. Su dignidad humana superior lo hace rechazar el comportamiento de los otros seres creados. La condena de Dios expresada por Isaías, es porque los hombres propasándose, extralimitándose en sus facultades se han llegado a prostituir como no lo hacen ni las bestias privadas de razón. Y han llegado a una degeneración que los pone como inferiores a las bestias irracionales. La naturaleza racional depende de su alma racional que no tienen las otras creaturas. Pero Dios hace al hombre a imagen y semejanza de Él, es decir, con la plena y meritoria libertad de elevarse o hundirse en la esclavitud del Demonio. Por eso el hombre es capaz de mérito o demérito libre.

Pero los hombres libremente se han prostituido, se han degradado no a la condición de las creaturas irracionales, sino aun peor. Y lo han hecho por propia voluntad. «Han encharcado el mundo de crímenes», se advirtió en La Salette. SE HAN DEGRADADO CON MALICIA.

Y han desterrado y desconocido al Juez supremo, para instituir otro juez al que le temen. La sociedad, el qué dirán, pues les puede parecer insoportable su juicio si los descubre incestuoso, pero le importará un bledo si es conocido como violador del precepto dominical.

Esto no fue siempre así. La sociedad humana fue hace tiempo más apegada a la moral cristiana, pero se comenzó a ceder, y el que cede poco, cede poco a poco. El que oculta a sus ojos lo elevado y lo sublime, comienza a mirar lo bajo, lo oscuro, lo turbio, lo maligno, y así como el ascenso es infinito, la degradación termina irremediablemente en lo satánico. Entonces esa elección terrible, lleva al reino diabólico que debe ser destruido. Comienza con una declinación imperceptible, y acaba en un barranco de horror.

La humanidad se ha degradado así, en este tiempo, a una condición peor que la de las bestias. Y ha sido por propia y libre voluntad.

MILES de abortos ocurren todos los días en el mundo, como no hacen ni las bestias más feroces que cuidan a sus cachorros con celo. Además, esos hijos asesinados son privados por siempre de la visión beatífica.

Se proclama abiertamente la libertad humana para practicar la HOMOSEXUALIDAD y el LESBIANISMO, como no hacen ni las bestias que huyen o se enfrentan furiosas contra algún miembro de la manada que pretende otra cosa. Este fue el pecado terrible por el cual las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron arrasadas por el fuego y el azufre. Lo que antes sirvió de vergüenza y oprobio, ahora se proclama con cinismo y «valentía», dicen; y caminamos aceleradamente a la aceptación de los padres de los homosexuales.

EL SEXO POR EL PLACER. Ha muerto el amor y la reproducción por el sexo. Ya no es el sexo la expresión del amor a la pareja con la que se desea tener descendencia. Las bestias cuando practican el sexo, se reproducen. Los hombres quieren encontrar en la pareja que hacen un objeto desechable, un momento de placer. Y para que el termino sea satisfactorio, han recubierto a su inteligencia y a su ingenio creando métodos científicos (¡) de anticoncepción. ¡Esto no lo hacen ni las bestias!

EL COMERCIO HUMANO SEXUAL. Los hombres actualmente se han degradado tanto, que secuestran mujeres y las tratan como esclavas para el comercio sexual. ¿Cuándo se ha oído que las bestias más furiosas hagan esto? Los hombres se han prostituido a tal grado, que “monjas” han creado sociedades en las que se pide el amor lésbico entre las mismas internas, con toda libertad, como un derecho a una expresión legítima de la sexualidad humana. ¡Esto es una porquería modernista!

La PEDERASTIA campea por el mundo con libertad formando redes internacionales de captación de ingenuos. ¡Y más…!

¿Qué es la raza humana de nuestro tiempo sino una masa putrefacta preparada para el fuego? Y si nos extendemos a la corrupción de la Doctrina, y al creciente satanismo en todas sus formas, y al odio y terror generalizados, a la zozobra social, al robo institucionalizado, al ateísmo galopante disfrazado de laicismo y de imparcialidad que prostituye la mente y el espíritu desde la más tierna edad, a la industria bélica que obtiene inmensos recursos, creando conflictos entre las naciones y mandando a los hombres a matarse, ¿hacen esto las bestias?

El furioso, sistemático y desbocado TRÁFICO DE DROGAS, infame y desaforado, inducido a través de los medios electrónicos, de la música o en las escuelas, para extender las redes del crimen a costa de la sociedad inerme y desprevenida ¿es una práctica que los hombres han imitado de las bestias?

¿Hasta dónde la situación continuará agravándose?, que no se sientan libres de culpa los que se escondieron en lo oscurito para hacer sus porquerías. Con tranquilidad, con indiferencia. Lo que se avecina es muy grave, es terrorífico, y serán librados solamente, tal vez, los que cambien de vida y esto si el Señor Dios los quiere librar de una purificación necesaria y adecuada a sus pecados. Por último, dice Isaías que los hombres han roto el Pacto. 

El Señor es infinitamente misericordioso. Es decir, que se mueve a la compasión. A perdonar los pecados ajenos. A perdonar los pecados de los hombres que sinceramente se arrepienten. La segunda Persona de la santísima Trinidad vino al mundo para darles vida eterna a los hombres que con las obras demostraran estar en los ejércitos de Dios. Y mientras se renovara el Sacrificio Perpetuo en los altares del mundo, se sabía con seguridad que la misericordia divina seguía cayendo sobre la cabeza de los hombres. El Sacrificio vigente aseguraba este efecto, pero también era una señal inequívoca de la fidelidad del hombre a la Palabra de Dios. La supresión del Sacrificio sería una señal de que los hombres rechazaban la Mano misericordiosa de Dios, pero también sería una señal de que la Doctrina había sido ensuciada, adulterada con todas las consecuencias que esto trae.

Por eso, el texto de San Lucas sobre la institución de la Eucaristía: «Este cáliz, es la nueva alianza en mi sangre» (XXII, 20), no solamente es una institución divina y una proclamación, sino también una advertencia y muy grave. Porque la degeneración de una cosa traería otra (como el efecto dominó) y luego otra peor. La sustitución de una cosa, llevaría a la sustitución de otra. La supresión del Sacrificio es consecuencia del cambio de la Doctrina. El cambio de la Doctrina es consecuencia de la Apostasía del pueblo. Y la supresión del Sacrificio abre las puertas de par en par para todos los acontecimientos del fin. Sin duda.

Dos consideraciones esenciales deben de hacerse a este respecto: 1. Cristo dice que ese nuevo Pacto o alianza es en Su Sangre. El cambio invisible de Su Sangre, no sería conocido por la generación apóstata porque el hombre no tiene el poder de ver las realidades sobrenaturales. Las realidades invisibles sólo se pueden afirmar y asegurar por la fidelidad a la Palabra de Dios. 

2. La infidelidad a la Doctrina lleva a la supresión del Pacto o alianza.

Pero la eliminación del Pacto, no es como falsamente se ha dicho de todo rito eclesiástico por la persecución del Anticristo. El destierro del Pacto o Sacrificio Perpetuo, no es una ELIMINACIÓN, sino una SUSTITUCIÓN. Se elimina una cosa, cuando es sustituida por otra. En este sentido hablan las sagradas Escrituras. Es una ignorancia crasa deformar este sentido bíblico.

La Versión de los Setenta, en Daniel Cap. 11, v. 31 dice: «Kai metastésousin ton endelejismon». El verbo «methistemi» significa cambiar, sustituir, mudar y transformar. Así se elimina completamente la cosa anterior. Daniel declara suprimido el Sacrificio perpetuo, y nuestro Señor predice la «instalación» de la abominación desoladora. Se trata, entonces, DE UN FRAUDE. Plenamente aceptado por los ejércitos convocados por el Anticristo, que estará reinando.

Este tiempo anticrístico de la eliminación del Sacrificio o Pacto, está anunciado en el Apocalipsis en la séptima y última Iglesia que contrasta su miseria espiritual con su prosperidad material. Las siete iglesias del Apocalipsis son siete grandes épocas de la Iglesia. Laodicea es la última. San Juan comienza a describir la asquerosa tibieza de los hombres de esta generación. Dice Dios: «No eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca». El que todo oye y nada entiende por sus pasiones; que todo promete y nada hace; el que mucho hace, pero sólo lo que le gusta; el que cumple a medias y sólo si puede; el que se preocupa pero pronto se enfría, es un vómito, es un desecho humano. Es un alma leprosa insensible que te traiciona por conveniencia. Es la generación de Laodicea.

Algunos paralelismos son impresionantes entre Laodicea y la generación actual. Esta ciudad fue destruida por un espantoso terremoto en el año 60 de nuestra era. Fue famosa por su orden económico, por sus bancos y por sus avances científicos pues era famosa su escuela de medicina. Es la misma ciudad que San Pablo menciona en su Carta a los colosenses. Reinaba un ambiente materialista que se infiltró entre los cristianos. Era también famosa por su industria de la lana y por sus cosméticos. Por eso San Juan aconseja que se ponen «colirio» en los ojos para que vean. Era famosa esta ciudad por su indiferencia religiosa y por la vanidad de sus mujeres. La tibieza que condena San Juan a los habitantes de Laodicea es un estado espiritual degradado falto de amor a Dios. Este estado contagioso es peligroso para el alma pues termina en conducirnos a lo que San Crisóstomo llama «el abismo de todos los excesos». El Padre Bernardo Siebers M. S. C. dice en su libro COMENTARIOS DEL APOCALIPSIS refiriéndose a la iglesia de Laodicea: 

«Por eso en el texto apocalíptico Cristo reclama para sí frente al espíritu mundano de esta iglesia su realeza sobrenatural. Se llama «Amén», el «Inmutable», el que no cambia Sus principios y decisiones. Es el Testigo fiel, que ha sellado con Su Sangre la verdad de la Doctrina».

La Apostasía entraña un cambio. Una «renovación», dicen. La opinión del Señor es otra: «Y no te das cuenta que tú eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo (Ap. III, 18)…». Cubre tu desnudez, dice, porque estás desnudo. Cubre tu vergüenza.

Claramente se anuncia un tiempo de «cambio», de «renovación» que Dios condena porque es Él el Amén, el Inmutable. El hombre se ha atrevido a corregirle la plana a Dios. A modernizar Su Doctrina. A «renovar» lo que ya le parece que está pasado de moda, envejecido, que es impracticable y en desacuerdo con el progreso del mundo. La Iglesia del Vaticano se presenta a los ojos del mundo y de sus seguidores como fresca y refrescada por nuevos aires, modernizada para siglos adelante, pero está agonizante y enferma. Enferma y desnuda. Cristo ha traído la Doctrina de Dios que es inmutable como es Dios. Aquí podéis descubrir –en la carta a la iglesia de Laodicea–, la Apostasía, que lleva a la supresión del Pacto o Sacrificio Perpetuo.

El Modernismo está perfectamente profetizado y condenado como un vómito –con todos sus militantes–, pero en un lenguaje críptico que sólo se descubre luego de su cumplimiento. Ese es el causante de la supresión del Sacrificio Perpetuo. No juega Dios a las escondidillas. La profecía no se escribió para que se cumpliera, sino que se escribió porque se habría de cumplir. Pero debe estar expresada a través de ciertos sucesos y símbolos, para que la absoluta libertad del nombre no se vea coartada. Se ve su cumplimiento, en la maravillosa coincidencia de los vaticinios con los acontecimientos. De los símbolos con los sucesos de la historia siempre en presente en la presencia de la eternidad de Dios.

Por el conocimiento perfecto del texto griego, la Iglesia sabía muy bien que la supresión del Sacrificio era una sustitución del rito por otro fraudulento e inválido. Por ese motivo, el Pseudo–Hipólito en su obra DE CONSUMMATIONE MUNDI (c. 34) dice que «estará la Eucaristía ausente en los días del Anticristo» [13]. Si no hay Sacrificio, lógicamente no existe el Sacramento eucarístico. Y en comentario IN DANIELEM, Teodoreto de Ciro escribe: 

«LLAMA ABOMINACIÓN DE LA DESOLACIÓN DEL ANTICRISTO, EL CAMBIO O ALTERACIÓN DE LA CONTINUIDAD LITÚRGICA DEL CULTO ECLESIÁSTICO, Y AL ORDEN INTERRUMPIDO Y ABOLIDO POR SU PERVERSIDAD Y FUROR».

Se debe hacer notar, que ese «cambio o alteración» de la continuidad litúrgica de la Iglesia, sucedió el 28 de noviembre de 1969 estando ya reinando el Anticristo.

El Papa Pablo IV, previó ya esto preocupado y angustiado, habiendo sido testigo de la Revolución Protestante y para proteger a la Iglesia, por lo menos jurídicamente y así evitar, como él dice, ver un día instalada la abominación desoladora en el Lugar Santo, publica la Bula CUM EX APOSTOLATUS OFFICIO. Él había en esta forma protegido el Trono de Pedro. Desde ese tiempo, ya se veían barruntos de la tempestad que se acercaba. Igualmente, San Pío V, testigo también de los mismos acontecimientos mundiales, publica su Bula QUO PRIMUM TEMPORE, fijando A PERPETUIDAD el Rito de la Misa. ¿A quién más podría interesarle cambiar el Rito de la Misa para invalidarlo que al Anticristo?

Que ese «cambio o alteración» anunciado en Daniel y advertida por Teodoreto de Ciro, entre otros, según los originales griegos del texto fue la modernización (¡) de la Misa, producto de la inmensa infiltración de los modernistas que explotaría en el Conc. Vaticano II, no hay ninguna duda. Y la nulificación del Sacrificio debido a esos fraudulentos cambios, tampoco hay ninguna duda.

La pretensión de los modernistas contra el Sacrificio, pugnada desde antes de ese Conc., era bien conocida. Prueba de ello, es el libro TRATADO DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA que escribió por allá en los años 40, el Pbro. Dr. en Teología Gregorio Alestruey, Rector de la Universidad Eclesiástica de Valladolid, España, que en la edición de 1952 dice (Pág. 285): 

«También los modernistas niegan la verdad del Sacrificio eucarístico, ya que, según ellos, Cristo no instituyó culto externo ni sacrificio alguno, sino que fue la misma Iglesia la que, cuando la necesidad lo exigió después de la conversión de los gentiles, elevó a acto litúrgico la fracción del pan o cena que ya estaba en uso, e introdujo así el Sacrificio y constituyó a la vez sacerdotes a los que presidían la cena«.

Aquí podemos descubrir claramente las doctrinas ocultas de los progresistas o modernistas –que no dicen a los laicos– analizando el nuevo rito de la «misa», o como ellos dicen, «cena» «asamblea», o «eucaristía».

1. Para ellos, no es un Sacrificio, sino una «cena», la cena del Señor, y así lo proclaman abiertamente. 
2. Como no fue Cristo sino la Iglesia la que instituyó el rito, entonces, la Iglesia tiene la autoridad para cambiar el rito incluidas las partes esenciales, todas las veces que quiera. 
3. El cuidado de las formas o fórmulas operativas que validan o pueden invalidar el Sacramento, para ellos no existe, pues Cristo no instituyó ningún culto.
4. Entonces, esa presencia real, sacramental, material de Cristo es un mito, y se da solamente cuando la fe del pueblo la hace presente según las palabras del mismo Cristo que aseguró que Él estaría presente allá donde dos se reunieran en Su nombre. 
5. Por eso fueron eliminadas las actitudes de adoración –como la Comunión de rodillas y en la boca–, pues la adoración a Dios es interior. Juan Calvino fue el primero en Suiza en imponer la “comunión” de pie, para que no se interpretara que en el pan de la asamblea hubiera una presencia real de Cristo. 
6. Como la Iglesia instituyó el sacerdocio y no fue una institución divina, y lo hizo cuando el rito era un sacrificio, no tienen ninguna importancia la exactitud de las fórmulas de ordenación de sacerdotes y de consagración de obispos. La fidelidad, la exactitud teológica que conservaba las palabras y la intención de Cristo al instituir el Sacramento –que la Iglesia recibió por Tradición–, no tiene ya ninguna importancia pues sólo se celebra «una cena», en memoria de «la cena del Señor». Son tan neciamente herejes y malignos, que algún día buscarán cómo celebrar «el desayuno del Señor» o «el almuerzo del Señor». Nada de malo tiene recordarlos también. Pero esta indiferencia que tienen de las formas o fórmulas sacramentales, es obvio, nulifican –y de hecho lo han hecho–, no solamente la transubstanciación en la Misa, sino invalidar los otros Sacramentos [14], pues a los hombres es imposible saber si un sacramento se ha realizado, sino sólo por el exacto cumplimiento de las condiciones indispensables que la Iglesia determine. Lo cierto de todo esto, es que la Iglesia por la imposición de tan terribles herejías se ha quedado sin sacerdotes y obispos y sacramentos. Y la Misa ha desaparecido y en su lugar han instalado una conmemoración de la «cena del Señor». Si son ellos mismos los que han declarado que los que presiden esas «cenas» son sólo «presidentes de asamblea».

Para la inmensa mayoría del pueblo, la “misa” y los sacramentos sólo fueron «modernizados», nunca invalidados. Estamos, entonces, frente a un terrible FRAUDE. Un engaño diabólico. Y estamos viéndoles las caras a esos hombres que ya no profesan la misma Fe del pueblo, sino que creen otras cosas a las que con toda clase de mañas y trucos, con calma pero seguramente arrastran a todos los que han puesto en ellos su confianza y dirección. Y eso es lo que quieren hacer. A eso van con seguridad. Quienes permanecen en contacto con estas gentes, con seguridad perderán la Fe.

He tenido la oportunidad de hablar con algunas personas que han quedado fieles al Vaticano anticrístico y después de oír cosas tan terribles como incontestables –como las cruces invertidas en el trono de Belén de Juan Paulo II, o el enorme altar masónico con el ojo que todo lo ve de Horus en el que celebró su «misa», documentado con fotografías– esconden su incredulidad –aun– en una supuesta buena intención que Dios ha de reconocer al continuar asistiendo al GRAN SACRILEGIO. El culto que todas estas gentes profesan, especialmente al falso papa Juan Paulo II no raya, sino que es ya idolatría extraña a la Doctrina de la Iglesia, pero así la predican y la promueven porque es un inmejorable vehículo para introducir las nuevas ideas.

Una de las cosas que una de esas personas adujo, es la división del campo impropiamente llamado «tradicionalista» que hace imposible a cualquier católico dirigir la mirada a ese lugar. Ese mismo problema sintieron los protestantes frente a la unidad católica, por lo cual decidieron sus líderes comenzar a llamarse todos «evangélicos» después de la Conferencia Panprotestante de Panamá. Pero la adopción de un nombre común, no los hacía ser la misma Iglesia, el mismo cuerpo, el mismo espíritu y los mismos Sacramentos. ¿No estamos viendo lo mismo entre el que se hace llamar «resto fiel» que llevó en 1917 a los protestantes a buscar un nombre común?

Pero ahora no se trata de un montón disparejo y deforme de sectas a punto de la extinción, –que por cierto hay que decir que fueron salvadas por el Conc. Vaticano II– sino que en este caso se trata de quienes fueron favorecidos por Dios con la correcta liturgia, los Sacramentos válidos y la correcta Doctrina, que ellos culpablemente, terriblemente culpables, han arrastrado por el lodo nauseabundo de su particularismo, de su soberbia y de su estúpido cisma, que indudablemente es la cuna de nuevas herejías y cismas. Que no se crean muy santos y muy puros todos estos. Su culpabilidad es enorme, es inconcebible y creo que son más culpables que los herejes del Vaticano, pues si aquellos forman un ejército contra Dios y Su Cristo, estos tenían la misión de salvar de la crisis a la Iglesia, pero han sido traidores a la misión que Dios mismo les encomendó.

Se han encerrado en sus quistes de santidad y en sus castillos de la “pureza” mientras sus seguidores ignorantes inermes son zarandeados con furia por los enemigos de la Cruz. ¿No es esta ya, aquella tribulación extrema profetizada por el Hijo de Dios, que no se espera otra mayor?, ¿no es esta la gran apostasía?, ¿no estamos ya frente a la gran señal que acerca el fin indudablemente?

 «EL QUE LEA, ENTIENDA». 

El tiempo que transcurra desde la eliminación del Sacrificio y el día del Juicio, está ciertamente oculto a los ojos de todos. Los hombres –una inmensa mayoría–, creerán que se enfrentan a un cambio mundial globalizado. La entrada a otra época. El Profeta Daniel hablando de este tiempo (Cap. 12) dice: «Los impíos seguirán el mal y ninguno de los malvados entenderá». ¿Y cuándo sucederán las cosas que se anuncian para este tiempo?, lo dice muy claro en el v. 7: «cuando la fuerza del pueblo de los santos estuviera enteramente quebrantada«. No dice «fuera», sino «estuviera» enteramente quebrantada, que no es lo mismo. Decir «fuera» enteramente quebrantada, significa que los acontecimientos sucederán cuando se llegara a eso; pero al decir «estuviera» enteramente quebrantada, da la idea obviamente de que se establecerá una situación de quebrantamiento de duración desconocida. Apoya esto el texto del Apocalipsis cuando dice: «Aquí es necesaria la paciencia y la Fe de los santos» (Apoc. XIII, 10). La Iglesia vencida aparentemente para los ojos de sus enemigos, igual que Cristo fue puesto en el sepulcro para que sus asesinos cantaran la victoria que creyeron definitiva. La Doctrina de la Iglesia, totalmente olvidada o retorcida. Y así lo creerán para siempre.

Las profecías del Profeta Daniel, aunque hablan de las profanaciones de Antíoco al introducir el culto a Júpiter Olímpico al templo judío, son, sin embargo, figuras –dice San Pablo–, de otras realidades para el tiempo mesiánico. Por eso pueden ser esclarecedoras las Palabras de Cristo Nuestro Señor registradas en los Evangelios.
Cuando Él habla de las cosas del fin, añade una exclamación casi siempre incomprendida por el lector: «EL QUE LEA, ENTIENDA». La encontramos en San Mateo, en San Marcos, y en el Apocalipsis de San Juan; es utilizada con el mismo fin y sentido. Es decir, que se debe realizar un esfuerzo para profundizar y penetrar el misterio, la doctrina, y la profecía. Así podrán decir los fieles que son de Dios, porque para los demás será absolutamente imposible.

¿Cómo profundizar el sentido de las palabras y de las profecías si el mensaje evangélico ha sido tan brutalmente deformado y así ha sido aceptado por el pueblo? La verdad es que los manipuladores de este sainete diabólico, pusieron en boca de los fieles un rosario de mentiras y necesidades jamás imaginadas. Y a partir de esos inventos bordaron una nueva Iglesia que es muy similar –al principio– a la Iglesia de Cristo, pero que no es la Iglesia de Cristo. La verdad, es que el pueblo jamás pidió tanto cambio, tanta reforma, tanta «renovación», tanta doctrina «nueva». Ellos observaban con ojos impávidos lo que les arrojaban a la cara; a veces con ojos extrañados y a veces inconformes. La «necesidad» del cambio fue inventada con artificio en base a lo que no existía ni se quería. La necesidad de tanta novedad era indispensable para empujar en las venas del individuo el material pestilente, como es necesaria el agua destilada para disolver la droga en polvo. Pero así este pueblo obtenía el precio que merecía por tanta indiferencia, tanta corrupción y tanto pecado.

¿Observaste alguna vez los ojos del que padece gula mientras come? Los ojos se le encienden como con ira, viendo fijamente sus bocados, espulgando y seleccionando el trozo, posesionado de todo el plato. Se lleva a la boca el bocado sin dejar de ver todo el conjunto y masca con avidez, como si alguien tratara de arrancarle algo. Rodea todo el plato con los brazos, y nunca levanta la vista, así son los hombres que quieren mundo, placer, carne. No oyen lo que se les dice y si acaso se ofenden; se justifican siempre y es más posible que se aparten o que te ganes un enemigo oculto que rectifiquen.

Es cierto que el pueblo fiel no sabía muchas cosas de la Doctrina y por eso pueden aducir inocencia. Santo Tomás de Aquino (Sum. Theo. 2–2, q. 6, a. 6) dice que las verdades de la Fe no son igualmente necesarias a todos para salvarse. Hay impedimentos de todas clases para que todos los hombres lleguen al conocimiento de toda la Doctrina, pero lo que nunca se puede negar es la corrupción del pueblo y así llegaron los enemigos a infiltrarse en la Iglesia para luego controlar y prostituir {una nueva iglesia}. Por esto son coopartícipes de una responsabilidad tremenda que indudablemente los hace culpables {a quienes les corresponda}.

EL FIN DEL MUNDO LES ES UNA BURLA.

Hay algunos ilusos que para esconder su irresponsabilidad su pecado de cisma, dicen que hay que orar mucho a Dios para esperar un próximo triunfo de la Iglesia. ¿Es posible este triunfo?, ¿la Iglesia espera un triunfo? Los Evangelios dicen otra cosa totalmente.

Llama la atención que Nuestro Señor Jesucristo, menciona a Lot y a Noé {Mt. 24,37}. ¿Por qué menciona a Lot y a Noé cuando habla de los últimos días del mundo próximos a la Parusía?, evidentemente porque dan un abundante material de estudio y reflexión. Advierte con esto, que en ese punto, casi nadie lo estará esperando, ni siquiera los «buenos» [15]. El texto de San Lucas es claro y revelador: (Cap. XVII, v. 26): 

«Lo que aconteció en el tiempo de Noé IGUALMENTE acaecerá en el día del Hijo del Hombre. Comían y bebían, casábanse y celebraban bodas, HASTA EL DIA en que Noé entró en el arca y sobrevino, entonces, el Diluvio que acabó con todos. Como también lo que sucedió en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, hacían plantíos y edificaban casas; más EL DÍA que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, que los abrasó a todos. DE ESTA MANERA SERÁ EL DÍA EN QUE SE MANIFESTARÁ EL HIJO DEL HOMBRE«

¿En dónde vemos aquí un triunfo de la Iglesia, sino la inesperada Parusía en la que Cristo reclama Sus derechos y condena al Anticristo formado por la cabeza y su cuerpo formado por los hombres de esa generación perversa? Las gentes del tiempo de Lot y de Noé, se burlaron de ellos, como al final se burlarán de quienes anuncien la Parusía. Esta generación malvada, no obtendrá más señal que la señal de Jonás. Los fariseos del tiempo de Cristo Nuestro Señor, pedían una señal cuando estaban ciegos a muchas de muchas clases. El Señor les contestó que no tendrían otra señal que la de Jonás. Es decir, el Hijo del Hombre muerto y sepultado por tres días en el sepulcro. La señal de la Parusía será la Iglesia reducida por obra de los hombres. ¿En dónde aparece aquí un triunfo de la Iglesia que no sea la presencia misma del Señor? En San Mateo dos veces y en San Lucas (XI, 29), Cristo se refiere a la señal de Jonás: «Esta raza, es una raza perversa; pide un prodigio, pero no se le dará otro prodigio que la señal del Profeta Jonás». El hombre se ha alejado de Dios y ha caminado con desparpajo y desprecio en sentido contrario a la luz. ¿Va el Señor a caminar al encuentro de quienes lo aborrecen y lo desprecian?, ¿va a prestarse el Señor a ser un objeto del hombre vivales que almacena materia, que busca la carne, que se divierte y viaja, que viola la ley y los preceptos, que abandona a la Iglesia a su suerte, que es incapaz, no digamos de un sacrificio, pero ni siquiera un esfuerzo por su Dios?, ¿dónde aparece aquí un triunfo de la Iglesia que le permita al hombre irresponsable cubrir su corazón leproso, su cisma, su irresponsabilidad recibiendo con gozo al papa, al Sacrificio redivivo, y todo aquello que le dio esplendor al Cristianismo, como premio a su corazón perezoso y mezquino?. Si hubiera un triunfo de la Iglesia, ¿a qué viene Cristo?, ¿no prometió a su pequeño rebaño no dejarlo solo sino volver? Si Cristo regresa a sacar a los suyos de este mundo convulsionado y peligroso, ¿será que esto lo haga en medio de un triunfo de la Iglesia? La idea de que esperamos un triunfo de la Iglesia la predican los actuales cismáticos [16], los que se han negado a la elección del padre común, los que dicen que los Sacramentos que administran por la necesidad son válidos y completan su tontería diciendo que la Iglesia suple y cubren así su posición irregular.

Pero podemos reabundar en esta doctrina. En San Mateo (Cap. XXV, 1 y sigs.) se nos narra la parábola de las vírgenes prudentes y necias. En Cap. XXV, 1 dice: «Mas llegada la MEDIA NOCHE se oyó una voz que gritaba: Mirad que viene el Esposo». En la Biblia comentada de Torres Amat se dice comentando estos textos: 

«Es falso decir: Cristo no puede venir en nuestro tiempo… Jesús les da amplias señales para que puedan estar alertas (San Marcos Cap. XII), y aún para que conozcan cuándo El estará a la puerta… El vendrá cuando menos lo esperan «como una red sobre la Tierra entera de modo que solamente estén preparados «los que aman Su venida» (II Timoteo IV, 8)».

Las vírgenes que se duermen, no son previsoras y el Esposo viene a la media noche. El original griego dice «messes de niktos» que se traduce más propiamente como «en lo más profundo de la noche». Esta situación, ¿puede darnos idea de que la Iglesia ha tenido un triunfo?, ¿no está esta idea divorciada de la Escritura solamente en la mente de un iluso irresponsable, de esos que manipulan comunidades aisladas fuera de la comunión de la Iglesia?

Cristo ha de venir, entonces, en lo más profundo de la noche. Cuando la oscuridad es más cerrada. ¿Se trata aquí de la luz del sol?, para nada. Aquí se habla de una profunda oscuridad moral y espiritual. Los hombres no alcanzan a ver nada. Están ciegos pero creen ver. «Por eso su pecado permanece». Los hombres se encargaron de apagar y pisotear las últimas luminarias que había. Y en esas condiciones, lo dijo Cristo, nadie sabe a dónde va. Si ahora creemos que podemos ver, estando el Demonio gobernando desde el Vaticano; si nos satisfacen esos ritos modernos y blasfemos o las Misas cismáticas del supuesto «resto fiel»; si no interpretamos los densos nubarrones de tempestad levantados porque la sociedad, la familia, los gobiernos y la misma Naturaleza se han desencuadernado y creemos que todo esto puede revertirse por una gracia gratuita de Dios que viene al encuentro de los hombres que lo rechazan y que se burlan de Él, entonces somos como esos ciegos que corren en tropel hacia el despeñadero, como los cerdos endemoniados que se desbarrancaron.

Sin embargo, todas las señales que vemos a nuestro derredor –o que no vemos–, palidecen frente a la señal principal que Cristo puso en primer lugar. La eliminación del Sacrificio Perpetuo y la introducción de la abominable desolación en el lugar santo. Hemos visto la señal, y ¿no permanecemos ciegos pensando en triunfos de la Iglesia en otras ideas similares?

Para el mundo liberal, ateo o «democrático», el tema del fin del mundo, es motivo de burla cuando es tratado. Las generaciones de hombres fabricadas intencionalmente sin moral y sin conciencia, lejísimos de la Doctrina Cristiana ignoran completamente el tema. No así aquellos que los han creado y prostituido, por odio al Fundador del Cristianismo, con El cual siguen después de dos mil años, en una lucha estúpida e infructuosa. Ellos sí conocen el tema y lo han tomado en estos tiempos significativos, tal vez porque en el fondo de la conciencia que aplastan, algo temen ante la nutrida cantidad de señales anunciadas que ahora se ven. Como verdaderos demonios que encienden más su ira cuando más se les reprime, antes que convertirse, han arreciado la violencia y la burla al Señor se ha vuelto directa y altanera. Valiéndose de poderosos recursos electrónicos de propaganda, difunden, por ejemplo, caricaturas que muestran a Dios Padre, apoyado con aire de indolencia y pelo de rockero en una nube, tratando de pinchar con una enorme espina un globo de hule que representa la Tierra. Nunca dejan de atacar, nunca dejan de infiltrar, nunca dejan de traicionar, nunca de corromper. San Pablo dijo que eran enemigos de todos los hombres. Cristo los llamó «hijos del Diablo». ¿Cómo se atreven a decir que son «el pueblo de Dios», si hacen la obra del Diablo?, ¿y cómo los jefes del Vaticano se atreven a decir que son los «hermanos mayores de los cristianos [17]«?. La B.B.C. de Londres y otras asociaciones han cancelado oficialmente el cómputo de la historia que se dividía en antes de Cristo (A.C.) y después de Cristo (D.C.). Ahora estamos en el «tiempo vulgar». Y esto «por respeto a las otras religiones». Esta moda, podemos anunciarlo, lo invadirá todo. ¡Cuánto odio inextinguible, cuántas señales de la próxima Parusía! No dejo de asociar este cambio con el cambio litúrgico en la Iglesia del Vaticano que nombra a los domingos después de Pentecostés «domingos del tiempo ordinario». ¿No se ve allá metida la misma mano?

Podemos valorar la degradación moral y espiritual de esta generación actual que agoniza y que se hunde, analizando los contrastes. Junto a una ciudad que ha sido arrasada por una inundación, llena de cuadros de dolor, desesperación y muerte, hay otra que no ha sido tocada. En ella los prostíbulos funcionan a toda su capacidad; las casas de juego y los bares llenos a reventar de quienes hablan de negocios, de política o de mujeres; los restaurantes agotaron sus mesas con gente despreocupada; las discotecas abarrotadas de jovencitos y jovencitas que van a drogarse, a estupidizarse con el océano sonoro de la música hedonista que los rodea, a excitarse y a manosearse con la venia de sus padres; las clínicas atienden a las mujeres abortistas. Las gentes hacen planes para las vacaciones y ahorra sacrificadamente para eso. ¡Quieren conocer el mundo! El deporte se ha convertido en un culto y en un ídolo, y atrae masas inmensas para gritar como desaforados, y los festivales de Rock y otros musicales se organizan y efectúan a los que asisten muchos miles que gritan y brincan como unos enajenados. Los templos protestantes de toda creencia y color congregan a cientos de personas que se decían católicas; los centros de lectura de cartas o de la suerte atraen a quienes quieren saber qué les depara el destino en el amor, en la salud y en los negocios. En las puertas de las casas, infinidad de parejitas se soban y se acarician generosamente. Este pueblo zarandeado por sus corruptores y por todos los que a su costa hacen comercio, se mantiene insensible a todo lo que no lo afecte en sus intereses personales.

De todos estos males que el Señor va a arrasar, hay uno que es el peor, origen directo o indirecto de todo lo anterior y más. Se ha infiltrado en la sociedad, en los gobiernos, en las familias y en el alma de los hombres, la peor herejía de toda la historia –así definida por el Papa santo Pío X–, porque empuja y arrastra a la degeneración que abre la puerta a todos los excesos y a la muerte. Hacia la muerte del alma, pero también al exterminio de la raza humana. El Modernismo. Esta herejía es homicida. Pretende para la apariencia exterior asirse de la verdad evangélica pero lo hace al mismo tiempo de lo oscuro, de lo turbio, de lo ambiguo y de lo diabólico.

Desde hace muchos siglos Roma prohibió las reuniones de los fieles con los herejes, {pero en la ciudad de Roma usurpada} estas reuniones se dan a todos los niveles de la jerarquía {humanista}. ¿Podría siquiera imaginarse a unos padres que con toda tranquilidad visiten con todos sus hijos la casa en la que hay un enfermo terriblemente contagioso?, pues esto es lo que hacen los infectados de este mal tan maligno llamado Modernismo. Esta política tan corrosiva la llaman ECUMENISMO y con suma tranquilidad arrojan a sus fieles a los lobos, al peligro grave de virulentas doctrinas que van a enfermar de muerte –y de hecho lo están haciendo–, a los que ingenuos e ignorantes se acercan a los terrenos que sus mismos jefes les indicaron. Terrenos pantanosos e infecciosos.

Pues este es el mayor mal que padece esa ciudad vecina de la que fue arrasada sin pensar que Dios, cuando ve que no hay remedio ni solución, determina así exterminar el mal, y que por lo tanto, el cúmulo de males de ninguna manera puede hacer que se consideren librados de lo que justamente está anunciado como el pródromo de la Parusía.

La prostitución de la raza humana llega a niveles increíbles, lo mismo que su ceguera.

No alcanzo a comprender cuáles son los sentimientos que invaden el alma ante la visión de muchos hombres de hoy: ¿compasión?, ¿horror?, ¿asco? Son hombres que han naufragado y que seguirán a la deriva. No son capaces de un esfuerzo por su “Dios”, porque no quieren renunciar a sus pasiones. Han mordido las piltrafas mundanas y no las sueltan. Saben que el camino ascendente para ellos se ha cancelado, entonces brasean desesperadamente en medio de este proceloso mar, basados en sus solas fuerzas, porque no están dispuestos a dejar lo que les gusta. No están dispuestos a hincar la rodilla ante su Señor si es al precio de dejar su soberbia, su codicia o su lujuria.

En el alma de estos pobres no se puede medir la soberbia por lo que han logrado entre los hombres, sino por lo que quisieran lograr. Su extrema frustración en el logro de sus ambiciones ha incrementado su odio a su suerte y al mundo que los desprecia y la soberbia ha hecho de él un monstruo. No se puede medir su lujuria por lo que han gozado y obtenido, sino por lo que quisieran haber logrado. Ni se puede medir su avaricia, por lo que tienen, sino en lo que quisieran tener, que llega a ser desmedido y monstruoso cuando no les ha sido posible obtener todo lo que quisieran. Estos hombres no son honestos y te van traicionar para lograr sus ambiciones.

Lo mismo que se dice de una sola persona, se puede decir con verdad de la sociedad, porque rechazando a Dios, busca por sus propios medios y fuerzas sus logros y triunfos, de donde vienen las injusticias, el hambre de los pobres y las traiciones, entre otras cosas.

Esta no es más que una profunda y sistemática descristianización de la sociedad o de los individuos, camino al exterminio.

La apostasía de las masas es una renuncia a la voluntad de Dios que deja de ser el Legislador supremo a fin de dar paso a las ambiciones y pasiones humanas libres del yugo que se proclama esclavizaste. El hombre, entonces, toma un rumbo distinto en base a su limitada inteligencia y se cree capaz de solucionar todas las dificultades que encuentre por seguir su propio camino.

Comienza a surgir otra cultura. La cultura humana, la cultura mundana y el espíritu decrece irremediablemente. Producto de ésta, es el culto al deporte convertido ya en nuestro tiempo en un ídolo del que hay que hablar brevemente. Muchos cientos de miles por todo el mundo, llamados «aficionados» pero en realidad fanatizados asisten a los estadios gritando como bestias, al mismo tiempo, en el mismo tono, al ritmo de una pelota. ¿Te haz dado cuenta que los cronistas deportivos te hablan gritando? En las mesas de los reporteros se sientan tres ministros porque han hecho una liturgia. Y una religión pagana.

¿No es el culto de una religión pagana las famosas Olimpiadas? Su origen es Grecia. En la ciudad de Olimpia se celebraban los juegos cada cuatro años en honor del “dios” Zeus (olímpico) mientras se efectuaban procesiones y sacrificios. En el último día, se premiaba a los vencedores y se proclamaba su patria de origen. Comenzaron a celebrarse en el año 776 antes de Cristo hasta que el emperador Teodosio las prohibió en el año 394 D. C. Durante los cinco días que duraban estaba prohibida la guerra y los artistas de todos lados aprovechaban exponer sus obras. En 1894, el barón Pedro de Coubertin celebró en París un congreso con el fin de iniciarlas nuevamente, y en 1896, se celebró la primera Olimpiada de la era moderna en Atenas. Desde eso, cada cuatro años –excepto durante la guerra mundial–, se celebran las Olimpiadas en distintas naciones. Se enciende previamente la llama “sagrada” y se le pasea por todo el mundo y se cuida que no se apague pues fue encendida en Olimpia, y miles de gentes por todas las ciudades la vitorean al paso. Estas celebraciones tienen un lado muy oscuro que tal vez pocos han visto. La paganización de la sociedad. El día en que se inauguran las Olimpiadas, la ceremonia del encendido del pebetero en el que va a arder «la llama olímpica» es rodeado de una liturgia muy especial. Las luces son adaptadas, el escenario es impresionante. Entra el corredor portando la llama encendida en Grecia, la multitud explota en gritos y aclamaciones. ¡Qué bonito es eso! ¡Algo así como el día de la Parusía en que Cristo aparezca! Sube el corredor las gradas del estadio y enciende el pebetero. Los juegos olímpicos han sido inaugurados. La algarabía y la alegría es internacional. Y a los hombres les han embutido en el espíritu lo que les han arrancado de religión, de moral y de decencia. Ahora las Olimpiadas se han extendido a los continentes, a los discapacitados, etc. La cosa avanza favorablemente. El espíritu es aplastado y la materia crece y crece hasta convertirse en un monstruo que con una sola mano aplastará a los hombres necios y tercos.

Pero para embutir a reventar el vacío del hombre, es necesario llenar las partes del pantano que no están embarradas. Infinidad de estadios por todo el mundo, –como antes la Iglesia llenó de templos para alabar a Dios, los más pequeños pueblos– con sus competencias, con sus miles de «aficionados», dispuestos siempre a la agresión, al tumulto, al insulto e incluso al asesinato. Vestidos como monigotes van a los estadios y recorren las calles comunicando a todos su felicidad. Gastando enormes sumas de dinero –como los viajeros y gozadores– que el mundo necesita para aliviar horribles cuadros de necesidad, o para aliviar la necesidad de una Iglesia que agoniza. «TUVE HAMBRE Y NO ME DISTE DE COMER». Están pendientes religiosamente de la marcha de los acontecimientos; se reúnen ante la televisión como un domingo de precepto, para emborracharse y fomentan amistades. Las civilizaciones decadentes, ya lo he dicho, esta es una constante histórica, construyen estadios y destruyen templos– El espíritu muere y el físico crece. El culto al físico, a la forma, a la belleza que excita el libido. Es lo que es propio de los espíritus menguados, voraces y oscuros. La carroña –aunque esté maquillada– ocupa el lugar que ha dejado el espíritu, ¡y se siente bien, satisface y llena plenamente, la voracidad se alivia momentáneamente! Un presidente dijo que su país «ya era otro» después de la victoria de la «selección» nacional. Y así, los hombres están ahogando poco a poco validos de su “libertad”, de su inteligencia y de su voluntad lo que los hace distintos y superiores a los cerdos y se revuelcan en su propio excremento, y haciendo pelotas se las arrojan a la cara.

Los nuevos “curas” modernistas predican la «inculturación». Saben ellos dónde socavan para hundir el piso, para matar las raíces del árbol a fin de que sin perder su apariencia exterior, caiga a tierra.

Por eso permiten que al Niño Jesús lo vistan los fieles aficionados de futbolista, y se hagan seguidores de la Iglesia Maradoniana que tiene sus santuarios con reliquias del jugador. ¿No ya Juan Paulo II asistió en Benín a los ritos con los vudús en medio de danzas lúbricas y copulatorias y de libaciones en honor de sus dioses por esa algarabía ecuménica y blasfema que traen entre manos?

Podrían decir que están totalmente locos, pero no están locos. Son malignos, oscuros y satánicos.

LA DEGRADACIÓN DEL HOMBRE ES PEOR QUE EL ESTADO DE LAS BESTIAS. 

El Demonio no se ocupa de tentar y prostituir garrapatas, o conejos, o cocodrilos, o tigres, o gusanos. No tienen razón e inteligencia. En su odio a Dios, quiere que los seres capaces de rendirle culto a Su enemigo, Dios, se aparten de Su servicio, estén conscientes o no lo estén. Esto le dará oportunidad de extender su reino esclavizante enemigo contra su Enemigo. Lo que pretende a toda costa es separar a los seres con razón e inteligencia del servicio de Dios para que a él lo sirvan solamente, porque siempre ha querido ponerse en lugar de su Señor. Esta es la soberbia diabólica. El hombre soberbio siempre pretende el lugar de su superior. Es siempre destructivo revolucionario. Hay muchos hombres, y ahora mucho más, que cooperan a favor del reino diabólico sin saberlo, aparentemente en cosas que no tienen nada de malo, dicen, pero para el Demonio siempre será preferible que esa cooperación sea con pleno conocimiento. El Demonio pugnará por el aflojamiento, por ejemplo, de la disciplina en la moral, aunque no la desaparezca plenamente. Es ganancia. Por la pereza en el cumplimiento de los preceptos y las leyes, o la tibieza o el desinterés. Es una ganancia, pues todo se va sumando. Mucho mejor si las violaciones son conscientes que impliquen altanería, rebelión o desprecio. Estos habrán llegado a tener los mismos sentimientos que él tiene contra Dios. Habrán adoptado su mismo espíritu y lo servirán a él. Así, su reino diabólico va creciendo y crece el embrión del Anticristo, y se debilita el Cuerpo místico del Cordero. Pero al mismo tiempo se manifiestan con claridad meridiana quiénes son los que militan en el reino de la luz, y quiénes en el de las tinieblas. Es muy interesante la Carta de San Pablo a los romanos sobre este particular, les respeta la voluntad humana. Quiere a Sus hijos libres. Absolutamente libres. Pero sobre los unos y sobre los otros, dictará sentencia. Y así cada cual, con el peso de sus obras terminará en el lugar que libremente eligió.

Hay hombres que creen que el pecado –grave o leve– es un asunto privado entre él y Dios. Es un secretito entre los dos solamente. Para acercarse a la Comunión, ¿qué necesitan?, pues algo así como pasar por una ventanilla de gobierno a buscar una forma fiscal para pagar algún impuesto. Es algo así como ir a la tienda a buscar un paquete de tortillas. ¡Y eso es todo! No te aceptan que independientemente a la carga del pecado, han podrido con su corazón sucio el entorno contagiando al prójimo y debilitando las defensas de la fortaleza en la que se guardan los hijos de Dios. Confesado el pecado, creen que la deuda está olvidada, y han adquirido un alma santa como la de los bienaventurados del Cielo. 

Son legiones los que hacen cosas «que no tienen nada de malo» que ablandan la defensa; que sus horribles omisiones preparan el exterminio de la raza humana; que su habitual estado de pecado –pues resisten con toda la potencia de su estúpida voluntad–, no los va a dañar, en todo caso sino a ellos. Sus pecados ya confesados, no los hace culpables del parto de la Bestia y de la situación que hoy vive un mundo agonizante. Estos pobres y desgraciados hombres se han fabricado una religión a su gusto, y siguen sus opiniones –no doctrinas–, y desde luego sus gustos y pasiones.

Si actualmente la humanidad es arrastrada al servicio de Satanás por caminos impensados, inimaginados, es porque se han abierto las puertas por algún lado. Si viene una inundación y se abre la puerta de la cocina, ¿cómo se quiere que no llegue el agua al recibidor? Los guardias de la fortaleza abrieron las puertas por algún lado. Ellos son culpables de los ahogados, aunque digan que no les clavaron un cuchillo. La muerte del alma de muchos hombres, es producto de los pecadores tibios, de los cumplidores relapsos, de los hedonistas y de los que se dan gusto «sin hacerle mal a nadie». Ante un aflojamiento tan grande, ante una humanidad que nada suavemente en gelatina, la invasión y la inundación llega a ser incontrolable e irremediable.

Los recursos que hoy se están usando para descristianizar y paganizar a las masas, como nunca se han empleado en la historia contra alguna fuerza o Estado, son dirigidos y alimentados por mentes diabólicas eminentemente preparadas y especializadas, pero infinidad [18], –en ya incontable cantidad– de soberbios y de imbéciles se creen más sabios que ellos, capaces de dominar las pasiones que van a llegar subrepticiamente incluso alejados de las barreras cristianas. Sabe el Demonio que le queda poco tiempo y ha encendido aterradoramente su ira contra los hombres, objeto de salvación. ¿Quién le ha dado ese poder?, no Dios sino el hombre usando su libertad. Libertad que Dios respeta y que al fin aplastará para siempre. El mal no prevalecerá.

Dios puso al hombre en el Paraíso. Lo creó a imagen y semejanza Suya. Por eso lo creó libre y con el poder de razonar. Sólo la libertad y la razón podrían manifestar a sus verdaderos servidores. Aquellos que creyendo en Su palabra, caminan hacia la verdadera libertad eterna. En el Paraíso después del Pecado Original promete un Redentor y a una Mujer que aplastaría la cabeza del maligno. Cumpliéndose la profecía «en la plenitud de los tiempos», el mismo Dios se encarnaría para quitar de los hombres la mancha del pecado de Adán y Eva. No restituye a su prístino estado la memoria, el entendimiento y la voluntad perdidos por el pecado porque de estas deficiencias deja un motivo de mérito y esfuerzo que por Su amor, los elegidos han de vencer. Las religiones paganas habían sido engañadas por el Demonio –así dice con verdad San Agustín–, sin culpa porque no sabían. El sentido de la divinidad; de la existencia de un ser superior que indiscutiblemente tenían, –excepto los ateos que son de nuevo cuño–, a la vista de la Creación los hacía buscar a ese ser superior y representarlo en el sol, en los animales o en las piedras. Pero en realidad el Demonio se había aprovechado de eso, para ocultarse detrás de religiones. Dios baja, entonces, DESDE ALLÁ, para enseñar a los hombres ACÁ, una ruta segura para alcanzarlo. Esto sucede en «la plenitud de los tiempos», dice la sagrada Escritura. También dice «al final de los tiempos» que es lo mismo pues PLENITUD es totalidad excesiva, es completidad, es abundancia excesiva. Es por esto, lo último. La negación del Mensaje divino, es, pues, lo último. El rechazo del Evangelio y del Pacto es el último capítulo de la historia del hombre.

La muerte de la Iglesia es el exterminio de la vida del hombre en la tierra. Es un suicidio estúpido. Es que el número de los elegidos se ha completado y el Reino de los Cielos está ya a punto de cerrar sus puertas. A Satanás le queda poco tiempo y bien que lo sabe. Por eso a la extrema defección del hombre, añade una situación de odio, de inseguridad y peligros inauditos nunca antes acontecidos en la historia. 

La máxima tribulación. Es su última oportunidad para ganarse servidores antes de ser amarrado para siempre. Por eso Cristo Nuestro Señor advierte el peligro de este tiempo: «Ni los justos se salvarían si posible fuera». Satanás va a llevar a los hombres a las violaciones más terribles con extrema indiferencia, y a un culto abierto y descaradamente a él, en el seno de la Iglesia usurpadora y en la sociedad humana. LA HORA DE LAS TINIEBLAS. Esta es la máxima apostasía anunciada, que si es conocido su advenimiento, nunca su gravedad. Suprema apostasía y suprema traición que podemos decir que ha llegado, PORQUE YA LA HEMOS VISTO.

LA TRAICIÓN DE LOS SACERDOTES.

TRABAJOS EXEGÉTICOS DEL PADRE LACUNZA SOBRE LA SEGUNDA BESTIA DEL APOCALIPSIS.

“Y vi otra Bestia que subía de la tierra, que tenía dos cuernos semejantes a los del cordero mas hablaba como el Dragón». Así comienza la parte del texto del Padre Lacunza que estoy copiando. Algunos exégetas del Apocalipsis dijeron que esos cuernos de esta Bestia eran así descritos por los dos «cuernos» de la mitra de los obispos, y que por lo tanto se trataba de un obispo. Yo rechacé esta interpretación porque me pareció demasiado simplista. Tal vez lo era, pero no estaba tan equivocada. No pude penetrar más el misterio contenido, fuera de tiempo, como es natural. Pero la lectura de este trabajo del Padre Lacunza anterior al año 1800, me han revelado una verdad dramática y terrible contenida en sólo nueve palabras apocalípticas y que a continuación expongo. No se trata, pues, de una mitra episcopal sino que se refiere AL SACERDOCIO. No hay que dirigirla la vista partiendo de la visión de la Bestia hacia la mitra de un obispo, sino que hay que hacerla a la inversa: de los cuernos de la Bestia encontrar aquello que tiene «semejanza» con «el cordero». Y este es el sacerdocio. El Apocalipsis no toma la figura del cordero para representar la inocencia que contrasta con la ferocidad de la Bestia, sino que se dirige directamente al CORDERO DE DIOS. No es la hipocresía –que no excluye– del que parece cordero y habla como el Dragón. Es algo más directo y específico. Es la maravillosa Palabra de Dios que se cumple de muchas maneras incluso en forma acomodaticia. Esta es una prueba más de que el Anticristo no será el líder de un gobierno mundial, el cual puede venir, o no según Dios lo permita. Aquí se refiere a un sacerdote usurpador de la gloria, de una cabeza terrible, hipócrita, con cara de santo, hacedor de milagros y de su cuerpo, que es su pandilla corruptora del pueblo. No hay nada más «semejante» al Cordero –de Dios– que un sacerdote que tiene una participación del sacerdocio de Cristo. Cuando pronuncia las palabras consecratorias en el Canon de la Misa obra en persona de Cristo. Cuando absuelve, lo hace con la autoridad de Cristo. Este sacerdote absuelve verdaderamente, si férreamente está en la UNIDAD de la Iglesia, no en el cisma y también unido a la cabeza. Se presenta, pues, aterradoramente a nuestros ojos, la presente situación. Si reflexionamos bien este texto apocalíptico ¡qué mal quedan parados los protestantes, supinos ignorantes de las sagradas Escrituras!

Es tan monstruosa la prostitución de las sagradas Escrituras que en los Estados Unidos, las sectas más antiguas pusieron una demanda legal para que ciertas sectas de nuevo cuño le quitaran el nombre de «BIBLIA» al libro que tenían y así llamaban, pues demostraron que aquella versión estaba totalmente deformada y retorcida. Ganaron la demanda y esas sectas –como la de los Testigos de Jehová–, tuvieron que retirar de sus libros el nombre de «Biblia». Son estas las cochinadas que nos embuten de ese país tan protestante y tan «cristiano» hijo espiritual de Lutero, de Calvino, de Enrique VIII, de Ecolampadio y de Carlostadio.

EL TEXTO DEL PADRE LACUNZA.

El Padre Lacunza comienza su interpretación copiando el texto de Apocalipsis XIII en el que describe a la Bestia de dos cuernos como de cordero, como antes vimos, y lo transcribe completo, lo cual no haré. Y dice después: 

«Esta Bestia nueva, lejos de significar un obispo particular o un hombre individuo y singular, significa y anuncia, según la expresión clara del mismo Cristo, un cuerpo inicuísimo y peligrosísimo, compuesto de muchos seductores: Se levantarán muchos falsos profetas… y darán grandes señales y prodigios.

«Pues esta Bestia nueva, este cuerpo moral, compuesto de tantos seductores, será sin duda en aquellos tiempos infinitamente más perjudicial, que toda la primera Bestia, compuesta de siete cabezas, y armada con diez cuernos todos coronados.
«No espantará tanto al cuerpo, o al rebaño de Cristo la muerte, los tormentos, los terrores y amenazas… cuanto el mal ejemplo de los que debían darlo bueno, la persuasión, la mentira, las órdenes, las insinuaciones directas o indirectas; y todo con aire de piedad y máscara de religión, todo confirmado con fingidos milagros, que el común de los fieles no es capaz de distinguir de los verdaderos.

«Es más que visible a cualquiera que se aplique a considerar seriamente esta Bestia metafórica, que toda ella es una profecía formal y clarísima del estado miserable en que estará en aquellos tiempos la Iglesia Cristiana, y del peligro en que se hallarán aun los más fieles, aún los más inocentes, y aún los más justos».

Vale la pena intercalar un comentario propio para ese tiempo que ha llegado ya. ¿No habla el Padre Lacunza de peligros que son irrisorios? Mientras yo tenga salud, buenos negocios, buena casa, buenos viajes y diversiones, buenas amistades, buen dinero, es decir, «calidad de vida», ¿de qué otra cosa me voy a preocupar sino por adquirirlos? Si en medio de esta lucha por la vida me queda tiempo para la lujuria y para la farra, ¿me voy a estar preocupando por desgracias y terrores espirituales que ni me dan y sí me pueden quitar la paz?, ¿quién haría esto en este siglo de la libertad, que tuviese todos sus tornillos apretados? Sigue el Padre Lacunza: 

«Considerad, amigo, con alguna atención todas las cosas generales y particulares que nos dice San Juan de esta Bestia terrible, y me parece que no tendréis dificultad en entender lo que realmente significa, y lo que será o podrá ser en aquellos tiempos de que hablamos la Bestia de dos cuernos.

«El respeto y veneración con que miro, y debemos mirar todos los fieles cristianos a nuestro sacerdocio, me obliga a andar con estos rodeos, y cierto que no me atreviera a tocar este punto, si no estuviese plenamente persuadido de su verdad, de su importancia, y aun de su extrema necesidad.

«Sí, amigo mío, nuestro sacerdocio; éste es, y no otra cosa el que viene aquí significado, y anunciado para los últimos tiempos debajo de la metáfora de una bestia con dos cuernos semejantes a los del cordero.

«Nuestro sacerdocio, que como buen pastor, y no mercenario, debía defender el rebaño de Cristo, y poner por él su propia vida, será en aquellos tiempos su mayor escándalo, y su mayor y más próximo peligro.

«¿Qué tenéis que extrañar esta proposición?, ¿ignoráis acaso la historia?, ¿ignoráis los principales y más ruidosos escándalos del sacerdocio hebreo? ¿Ignoráis los escándalos horribles y casi continuados por espacio de diez y siete siglos del sacerdocio cristiano?

«¿Quién perdió enteramente a los judíos, sino su sacerdocio? Este fue el que resistió de todas las formas al Mesías mismo; no obstante que lo tenía a la vista, oía su voz, y admiraba sus obras prodigiosas. Este fue el que cerrando sus ojos a la luz, se opuso obcecadamente a los deseos y clamores de toda la nación que estaba prontísima a recibirlo, y lo aclamaba a gritos por Hijo de David y Rey de Israel. Este fue el que les cerró los ojos con miedos, con amenazas, con persecuciones, con calumnias groseras, para que no viesen lo mismo que tenían delante, para que desconociesen a la esperanza de Israel, para que olvidasen enteramente sus virtudes, su doctrina, sus beneficios, sus milagros, de que todos eran testigos oculares. Este, en fin, les abrió la boca para que lo negasen, y reprobasen públicamente, y lo pidiesen a grandes voces para el suplicio de la Cruz.

«Ahora digo yo: ¿este sacerdocio lo era acaso de algún ídolo o de alguna falsa religión?, ¿había apostatado formalmente de la verdadera religión que profesaba?, ¿había perdido la fe en sus Escrituras y la esperanza de su Mesías?, ¿no tenía en sus manos las Escrituras?, ¿no podía mirar en ellas como en un espejo clarísimo la verdadera imagen de su Mesías, y cotejarla con el original que tenía presente? 

«Si, todo es verdad; mas en aquel tiempo y circunstancias, todo esto no bastaba, ni podía bastar. ¿Por qué?, porque la iniquidad de aquel sacerdocio, generalmente hablando, había llegado a lo sumo. Estaba viciado por la mayor y máxima parte; estaba lleno de malicia, de dolo, de hipocresía, de avaricia, de ambición; y por consiguiente lleno también de temores y respetos puramente humanos, que son lo que se llaman en la Escritura la prudencia de la carne y el amor del siglo, incompatibles con la amistad con Dios.

«Esta fue la verdadera causa de la reprobación del Mesías, y de todas sus funestas consecuencias, la cual no se avergonzó aquel inicuo sacerdocio: ¿Que hacemos porque este hombre hace muchos milagros? Si lo dejamos así, creerán todos en él, y vendrán los romanos y arruinarán nuestra ciudad y nación (Juan XI, 47–48).

«¿Qué tenemos, pues, que maravillarnos de que el sacerdocio cristiano pueda en algún tiempo imitar en gran parte la iniquidad del sacerdocio hebreo?, ¿qué tenemos que maravillarnos de que sea él únicamente simbolizado en esta Bestia de dos cuernos? [19]

«Los que ahora se admiren de esto, o se escandalizaren de oírlo, o lo tuvieren en un despropósito increíble, es muy de temer, que llegada la ocasión, sean los primeros que entren en el escándalo, y los primeros presos en su lazo. Por lo mismo que tendrán por increíble tanta iniquidad en personas tan sagradas, tendrán también por buena la misma iniquidad.»

La boca del Padre Lacunza fue boca de profeta y ahora lo estamos viendo. En su tiempo muchos lo condenaron como hereje. Por decir estas cosas inauditas. Tendríamos que condenar a la santa Madre de Dios, por haber dicho en La Salette en 1846 que los sacerdotes se habían convertido en «cloacas de impureza», y que «Roma perdería la Fe y se convertiría en la Sede del Anticristo». Sigue el Padre: 

«¿Qué hay de maravillarse después de tantas experiencias? Así como en todos los tiempos han salido del sacerdocio cristiano bienes verdaderos e inestimables que han edificado y consolado a la Iglesia de Cristo, así han salido innumerables y gravísimos males, que la han escandalizado y afligido. ¿No gimió todo el orbe cristiano en tiempo de los arríanos?, ¿no se admiró de verse arriano casi sin entenderlo [20], según esta expresión viva de San Jerónimo: gimió todo el orbe al verse arriano?, ¿y de dónde le vino todo este mal sino del sacerdocio?

«¿No ha gemido en todos estos tiempos la Iglesia de Dios entre tantas herejías, cismas y escándalos, nacidos todos del sacerdocio y sostenidos por él obstinadamente? Y ¿qué diremos de nuestro tiempo?

«Consideradlo bien y entenderéis fácilmente cómo la Bestia de dos cuernos puede hacer tantos males en los últimos tiempos. Entenderéis, digo, cómo el sacerdocio de los últimos tiempos, corrompido por la mayor parte, pueda corromperlo todo, y arruinarlo todo, como lo hizo el sacerdocio hebreo. Entenderéis en suma, cómo el sacerdocio mismo de aquellos tiempos venideros, con su pésimo ejemplo, con persuasiones, con amenazas, con milagros fingidos, etc., podrá alucinar a la mayor parte de los fieles, podrá deslumbrarlos, podrá cegarlos, podrá hacerlos desconocer a Cristo y declararse, en fin, por sus enemigos: se levantarán muchos falsos profetas y engañarán a muchos. Y harán grandes señales. Y porque se multiplicará la iniquidad, se resfriará la caridad de muchos.

«¡Oh!, ¡qué tiempos serán aquellos!, ¡qué oscuridad!, ¡qué temor!, ¡qué tentación!, ¡qué peligro! Si no fuesen abreviados aquellos días, ninguna carne sería salva”.

Habría que preguntar a los miembros de esta generación actual tan divertida, tan libre, tan deportista, tan rockanrolera, tan progresista, qué les parecen las palabras aspaventeras de este sacerdote tan alarmista. ¿Cuál oscuridad, cuál temor, cuál tentación si las mujeres ya salen en las competencias deportivas enseñando sus carnes generosamente y no tiene nada de malo, cuál peligro? ¡Qué mente tan truculenta la de este sacerdote! {dirían}

«Pensad, amigo, con formalidad, cuál podía ser la verdadera razón de una diferencia tan grande, y difícilmente hallaréis otra, que la Bestia nueva de dos cuernos que ahora consideramos, o lo que es lo mismo, el sacerdocio cristiano, ayudando a los perseguidores de la Iglesia y de acuerdo con ellos, por la abundancia de su iniquidad.

«En las primeras persecuciones hallaban los fieles en su sacerdocio o en sus pastores, no solamente buenos consejos, instrucciones justas y santas, exhortaciones fervorosas, sino también la práctica de su doctrina. Los veían ir adelante con el ejemplo; los veían ser los primeros en la batalla; los veían no estimar ni descanso, ni hacienda, ni vida, por la honra de su Señor, y por la defensa de su rey».

En esta crisis final, si no nos fijamos en los fieles que han quedado presos en las redes de la Bestia, engañados y pervertidos, y dirigimos nuestra mirada a ese supuesto «resto fiel», veremos que incluso los fieles han abandonado a sus pastores. ¿Qué buenos consejos, qué instrucciones justas y santas, qué exhortaciones fervorosas, qué ejemplo si apenas hay un contacto dominical –y muy regateado–, porque el mundo los requiere constantemente, intensamente?

¿Y no también los condenan de cualquier palabra que les parezca altisonante? Así condenaron los fariseos a Cristo (Mat. XV, 12): «Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír tus palabras?»

¡Cuánto bien le hubiesen hecho al Mesías los consejos de estos del “magisterio” laico, estos jueces de horca y cuchillo, estos de la ignorancia ilustrada! Tal vez no lo hubieran crucificado. ¿No será él mismo culpable de su crucifixión?

Les dijo a las autoridades religiosas de Su tiempo y a los poderosos fariseos que primero entrarían al Reino de los Cielos las rameras y los publícanos que ellos (Mat. XXXI, 22); a los discípulos que no dieran lo que es santo a los perros (Mat. VII, 6); a los fariseos que se les quitaría el Reino para darlo a quienes rindan fruto (Mat. XXI, 43); que eran homicidas (Mat. XXI, 33); que eran hipócritas (Mat. XXIII, 28); que frustran los planes de Dios (Luc. VII, 30); hijos del Diablo (Juan VIII, 44); serpientes, raza de víboras (Mat. XXIII, 33) sepulcros blanqueados llenos por dentro de huesos de muerto y de inmundicia. Tal vez un judío piadoso acompañando a otro, al pasar por algún lugar donde predicara Cristo le hubiese dicho: Tápate los oídos, ponte un tapón hermético, no sea que lo que oigas te inquiete, te quite la paz y pierdas la fe. Aléjate de aquí.

«No por esto se dice, –sigue el Padre Lacunza–, que no habrá aquellos tiempos algunos pastores buenos, que no sean mercenariosSi, los habrá; ni se puede creer menos en la bondad y providencia de Cristo el sumo Pastor; mas estos pastores buenos serán muy pocos y tan poco atendidos, respecto de los otros, como lo fue Elías respecto de los profetas de su tiempo, que unos y otros resistieron obstinadamente y persiguieron a los profetas de Dios; unos y otros hicieron inútil su celo, e infructuosa su predicación; unos y otros fueron la causa inmediata, así de la corrupción de Israel, como de la ruina de Jerusalén.

«Si todavía os parece difícil de creer que el sacerdocio cristiano de aquellos tiempos finales sea el únicamente figurado en la terrible Bestia de dos cuernos, repasad con nueva atención en todas las palabras y expresiones de la profecía; pues ninguna puede estar demás.

«Decidme ahora, amigo, con sinceridad, ¿a quién pueden competir todas estas cosas, piénsese como se piense, sino a un sacerdocio inicuo y perverso, como lo será el de los últimos tiempos?

«Lo que no puede concebirse de una persona particular, se puede muy bien concebir y se concibe al punto de un cuerpo moral, compuesto de muchos individuos repartidos por toda la Tierra; se concibe al punto en el sacerdocio mismo, y en su mayor y máxima parte, en el estado de tibieza y relajación en que estará en aquellos tiempos infelices.

«No es menester decir para esto, que el sacerdocio de aquellos tiempos finales, persuadirá a los fieles que adoren a la primera Bestia con adoración de latría como a Dios. El texto no dice tal cosa, ni hay en todo él una sola palabra de dónde poderlo inferir. Sólo habla de simple adoración, y nadie ignora lo que significa en las Escrituras esta palabra general, cuando no se nombra a Dios, o cuando no se infiere manifiestamente del contexto: e hizo [ésta es la expresión de San Juan] que la Tierra y sus moradores adorasen a la primera Bestia.

«Así, el hacer adorar a la primera Bestia, no puede aquí significar otra cosa, sino hacer que se sujeten a ella, que obedezcan a sus órdenes, por inicuas que sean, que no resistan como debían hacerlo, que den señales externas de su respeto y sumisión, y todo esto por temor de sus cuernos», –quiere decir el Padre Lacunza, por obediencia, respeto y sumisión del sacerdote–.

Vale la pena interrumpir aquí el texto del Padre que estamos copiando, para comentar algunos puntos importantes:  1. Dice el Padre Lacunza, que la Bestia es un cuerpo moral. Pero, no solamente es un cuerpo moral con el sacerdocio de su tiempo, sino que esa segunda Bestia forma un sólo cuerpo moral con las otra cuatro bestias que forman la primera Bestia  mencionada por San Juan, con los sacerdotes de cada una de las cuatro. Pero llego a más. Lo estamos viendo. A esas cinco bestias que son la cabeza del Anticristo, con los sacerdotes de cada tiempo, se suma el laicado. La perversidad y degeneración de todos, jerarcas y pueblo, concibieron y formaron en el seno de Satanás al Anticristo. Por eso la doctrina dice que Cristo viene a los hombres en Su Encarnación; viene en los hombres en la Eucaristía; y viene contra los hombres en Su Parusía. Por la suma apostasía de multitudes y no solamente de unos o de otros. 

2. El Padre Lacunza no acierta al decir que esta última Bestia es peor a la anterior. De las cinco bestias –una con siete cabezas y la última, no ha habido otra más perversa que la segunda cabeza de la primera Bestia descrita por San Juan. Esta es la que expulsó el Sacrificio Perpetuo de los altares; invalidó los Sacramentos alterando sus formas –o fórmulas–; aprobó los documentos del Conc. Vaticano II, introductor de la herejía modernista revolucionaria y homicida; proclamó por primera vez en la historia en la tribuna de la O.N.U., la necesidad de un gobierno mundial, y renuncia a la suprema autoridad pontificia descoronándose de la Tiara Pontificia en una ceremonia litúrgica, poco tiempo después de que altas “autoridades” del Vaticano se la hayan ofrecido a Satanás en una ceremonia en el Vaticano un 29 de junio de 1963, entre otras cosas [21].

La perversidad, la corrupción y la apostasía en constante aumento evidente durante los reinados de esas cabezas anticrísticas, no podrán igualar nunca la perversidad de la actuación de Paulo VI. El Padre Lacunza no podía ver antes del año 1800, lo que nosotros estamos viendo comenzando el siglo XXI, en que ya se han cumplido y aclarado muchos vaticinios. 

3. El Padre Lacunza, nos lleva a reflexionar cuál será el culto idolátrico que esta Bestia con dos cuernos de cordero obligará al pueblo a rendirle a la Bestia que fue herida de muerte, pero que vive. Dice apropiadamente que «se sujeten a ella, que obedezcan a sus órdenes, por inicuas que sean, que no resistan como debían hacerlo, que den señales externas de su respeto y sumisión». Esto es exactamente lo que esta Bestia está manipulando con ese «culto» a Juan Paulo II que fue herido de muerte y vivió. De hecho, a este señor se le rinde un culto idolátrico [22].

A los laicos ya no se les puede decir la verdad del Evangelio y el Magisterio de la Iglesia, sin que lo consideren un grave error si está contra algo que haya dicho Juan Paulo II. Y es impensado decir algo para que surja un rechazo inmediato de su persona o de sus acciones, incluso las más escandalosas y anticristianas. La Bestia con cuernos de cordero, que es Benedicto XVI manipula magistralmente esta fama, y por eso lo ha «beatificado» y ahora pretende «canonizarlo«.

«Tampoco es menestar decir, –sigue el Padre Lacunza–, que el sacerdocio de que hablamos, habrá ya apostatado de la religión cristiana. Si hubiere en él algunos apóstatas formales y públicos, que sí los habrá, y no pocos, éstos no deberán mirarse como miembros de la segunda bestia, sino de la primera».

Es importante lo que aquí considera el Padre Lacunza. Los apostatas formales y públicos no se deben mirar como miembros de la segunda bestia con cuernos de cordero, sino de la primera. Los apóstatas en el sacerdocio, modernista anticrístico, pueden ser catalogados en muchas clases, pero sólo en dos principales grandes grupos actores en esta situación terrible:

1. Los que antes del Conc. Vaticano II ya se habían infiltrado en la Iglesia, que formaron incluso una sociedad secreta detectada y denunciada por el Papa San Pío X a principio del siglo XX, constantemente creciente, apostatas públicos, aliados a los masones y a los satanistas, que lograron capturar, al fin, el Trono pontificio físico a la muerte del Pastor Angélico –Pío XII– y que luego controlaron y manipularon al “Concilio” ya anunciado por la Masonería desde finales del siglo XIX, para inyectar incluso en los vasos capilares sus cochinadas, y los que después del famoso “Concilio” fueron penetrados poco a poco por la herejía, camino a la apostasía. Por eso los más peligrosos, son los miembros de la primera Bestia. Son los corruptores de los demás.

Pero los otros, herederos de la necedad o malicia de los primeros, envenenado el espíritu y alejados de la Religión de sus padres, son nombrados a veces, –y por esto se sienten favorecidos de Dios–, para dirigir una de las pequeñas bandas de música que llenan los pueblos, como murgas callejeras para que con sus trompetazos, guitarrazos y tamborazos, llenen el ambiente de la Fe con un océano sonoro destemplado y estridente para que los oyentes, en la más increíble ignorancia doctrinal –muchas veces culpable–, los feliciten como progresistas y abanderados de la Fe y de la Tradición. Sin embargo, el resultado que obtienen unos y otros, ya sea su origen la necedad o la malicia no es diferente si no es sólo en el grado de la apostasía diferente en cada individuo.

Esta es una invasión diabólica sin pies ni cabeza. Es el caos absoluto que sólo entiende el Diablo, y Dios que le pondrá remedio.

«Basta, pues, que el sacerdocio de esos tiempos peligrosos se halle ya en aquel mismo estado y disposiciones en que se hallaba en tiempo de Cristo el sacerdocio hebreo, quiero decir, tibio, sensual y mundano, con la verdadera Fe muerta o dormida, sin otros pensamientos, sin otros deseos, sin otros afectos, sin otras máximas que el mundo, la Tierra, la carne, el amor propio y olvido total de Cristo o el Evangelio»

Lo que dice el Padre hay que interpretarlo, pues nadie se va a encontrar con ningún sacerdote que para la apariencia exterior no confiese a Cristo, a la Tradición al Evangelio, pero sus obras desmentirán sus lenguas hipócritas.

Luego dice con mucha agudeza, aclarándonos por qué motivo ve surgir a esta segunda Bestia de la Tierra: «Con todo esto, parece que suena aquella expresión metafórica que usa el Apóstol, diciendo: que vio a una Bestia salir o levantarse de la Tierra». Es decir, el trabajo de zapa por tantos años pugnado, la mundanidad, la adoración del dios dinero, de la carne, del amor propio, etc.

«Añade [el Apóstol], que la vio con dos cuernos semejantes a los de un cordero, la cual semejanza, aun prescindiendo de la alusión a la mitra, que reparan varios doctores, parece por otra parte siguiendo la metáfora, un distintivo propiamente del sacerdocio, que a él sólo puede competir. De manera, que así como los cuernos coronados de la primera Bestia significan visiblemente la potestad, la fuerza, y las armas de la potencia secular de que aquella Bestia se ha de servir para herir y hacer temblar toda la Tierra; así los cuernos de la segunda, semejantes a los de un cordero, no pueden significar otra cosa, que las armas o la fuerza de la potestad espiritual, las cuales aunque de suyo son poco a propósito para poder herir, para poder forzar o para espantar a los hombres; mas por eso mismo se concilia esta potencia mansa y pacífica, el respeto, el amor y la confianza de los pueblos; y por eso mismo es infinitamente más poderosa, y más eficaz para hacerse obedecer, no solamente con la ejecución, como lo hace la potencia secular, sino con la voluntad, y aun también con el entendimiento»

No se puede negar que la primera Bestia contó con la fuerza de la potencia secular que era su aliada y la apoyaba. Pero también es innegable que esta Bestia con cuernos semejantes al cordero, se vale de la fuerza de la primera Bestia para hacerse obedecer incluso por la voluntad, y así lleva a los hombres al abandono de la Fe y a la apostasía. Porque también los hombres se han prostituido.

«Mas esta Bestia mansa y pacífica –prosigue el amado Discípulo–, esa Bestia en la apariencia inerme, pues no se le veía otra arma que dos pequeños cuernos semejantes a los de un cordero, esa Bestia tiene un arma horrible y ocultísima, que era su lengua, la cual no era de cordero, sino de dragón: Hablaba como el Dragón.”

Alejado ya el sacerdocio y el pueblo de la pura ortodoxia, camino al sincretismo, a la brujería, a la hechicería, al indiferentismo, al laicismo, pues la pura Doctrina ya no se soporta, y es considerada como cosa superada e impracticable, la lengua de esta Bestia con apariencia de cordero, tiene una fuerza brutal porque la prostitución de la Doctrina, les hace ver a todos que las nuevas creencias adquiridas y modernas son avaladas por su máxima “autoridad espiritual” que habla como el dragón. Por eso la obediencia es completa. Porque les dice lo que quieren oír y calla lo que les molesta.

«Lo que quiere decir esta similitud, y a lo que alude manifiestamente, lo podéis ver en el capítulo III del Génesis. Allí entenderéis cuál es la lengua, o la locuela [es decir, la manera de hablar] del dragón, y por esta locuela entenderéis también fácilmente la locuela de la Bestia de dos cuernos de cordero en los últimos tiempos, de la cual se dice, que como habló el dragón en los primeros tiempos, y engañó a la mujer, así hablará en los últimos la Bestia de dos cuernos, o por medio de ella, el dragón mismo.

«Hablará con dulzura, con halagos, con promesas, con artificio, con astucias, con apariencias de bien, abusando de la confianza y simplicidad de las pobres ovejas para entregarlas a los lobos, para hacerlas rendirse a la primera Bestia, para obligarlas a que la adoren, la obedezcan, la admiren, y entren a participar o a ser iniciadas en su misterio de iniquidad.”

Sólo me parece que ese «obligar» a los fieles no requerirá de tanta presión. El ambiente corrupto, el sumidero pestilente en el que todos se revuelcan, hará de las palabras de esta Bestia, sólo leves insinuaciones. Puertas abiertas por las que todos pasarán, como pasan atropelladamente los que salen de un cine que se incendia.

«Y si algunas se hallaren entre ellas –entre las ovejas–, tan entendidas que conozcan el engaño, y tan animosas se resistan a la tentación [como ciertamente las habrá] contra estas se usarán, o se pondrán en gran movimiento las armas de la potestad espiritual, o los cuernos como de cordero, prohibiendo que ninguno pueda comprar, o vender, sino aquel que tiene la señal, o el nombre de la Bestia. Estas serán separadas de la sociedad y comunicación con las otras, a estas nadie les podrá comprar ni vender, si no traen públicamente alguna señal de apostasía: porque ya habían acordado los judíos, dice el Evangelio, que si alguno confesase a Jesús por Cristo, fuese echado de la sinagoga”. (Juan IX, 22).

No hubo necesidad de decretar la expulsión o excomunión de los fieles entendidos que conocieron el engaño. Pero la separación es un hecho innegable. Muchos fieles, aunque minoría, no quieren ninguna clase de comunicación con la Iglesia de la apostasía en la que reina el Anticristo desde la muerte del Papa Angélico.
Ellos no gozan de los beneficios que imparte la apostasía. No están marcados con el sello de la Bestia que dice Santo Tomás de Aquino, es la asistencia a un culto ilícito [23]. No dice inválido, sino ilícito. De esta manera son afectados también muchos de los que han rechazado a la Roma hereje.

QUE HAGAN UNA IMAGEN EN HONOR DE LA BESTIA

Así ordena hacer la segunda Bestia con cuernos de cordero y boca de dragón. Deben hacer, dice el Apocalipsis, una imagen de la Bestia que herida de muerte y sin embargo vivió. Yo siempre pensé que se trataba de una canonización, y no estaba completamente equivocado, lo cual sucedió. Pero el maravilloso libro Apocalipsis, era más exacto, más específico. El Diccionario de la Lengua dice: IMAGEN: pintura, escultura, fotografía de una cosa. No se trata de la escultura de Juan Paulo II que encontramos por todas partes para recordar su visita y otros acontecimientos. Esos son sólo recordatorios. Malamente, porque la inmensa mayoría fueron hechas en vida del homenajeado. Nunca se había hecho eso con un Papa. Esta imagen fue hecha para que todo el mundo lo «adore» como santo. Fue hecha una reproducción exacta y la llevaron en triunfo por las ciudades del mundo. Era de cera, como los muñecos de los museos de cera y se adicionó una cápsula con su sangre, que se guardaba en el hospital que lo atendió cuando fue herido de muerte. Creo que es la primera vez que la “Iglesia” del Vaticano conserva la sangre de un hombre condenado. El pueblo se arremolinó para ver las «reliquias». Sobaron la urna con ramas, con rosarios, con distintos objetos que se hacían “milagrosos” al contacto. Y el pueblo le rindió un culto desconocido en esa Iglesia, la idolatría {a un disfrazado}.

Por eso el Profeta Isaías en su Apocalipsis dice que luego que los hombres hayan traspasado el precepto, violado la ley y eliminado el Sacrificio Perpetuo, aclaman al «justo» en las islas y del otro lado del mar, pero él dice: Menguado de mí, menguado de mí. Porque Yahveh arrasa la superficie de la Tierra y tiembla como un ebrio, pues los hombres la han encharcado de pecados.

Apropiadamente el Padre Lacunza describe el culto idolátrico que la segunda Bestia impone para adorar a la primera: deben sujetarse a ella, obedecer sus órdenes y doctrinas por inicuas que sean, no resistir cuando debían hacerlo y que den señales externas de respeto y sumisión. Es que ha llegado ya el tiempo de la apostasía de los gentiles. Es que todo lo que se predijo sobre el Anticristo está en curso y la luz ilumina los misterios de los vaticinios, si estos se ven desde una óptica correcta desde la ortodoxia.

LA TRAICIÓN DEL SACERDOCIO DEL «RESTO FIEL».

Poco ya he de decir sobre la terrible traición de los obispos consagrados frente a la extrema situación de sede vacante por la usurpación del Trono pontificio por el Anticristo. La extrema confusión creada por una legión de opinadores laicos metidos a teólogos y canonistas que achocaron sus narices por todas partes, no los justifica para nada. Buscaron pretextos para el cisma interno y para permanecer independientes. No solamente traicionaron su misión, a la Iglesia y a Cristo, sino que llegaron al sacrilegio. En su ambición desmedida de ser obispos «válidos» reiteraron su consagración episcopal cuando les convino. Hay que decir que la reiteración del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, ES SACRILEGIO.

En el caso del Bautismo, no puede imputarse sacrilegio al bautizando, si no tiene uso de razón, no así a los padres, y a los padrinos si saben que aquello es una reiteración del Sacramento. La responsabilidad en el sacrilegio va siendo más o menos grave entre los que aprobaron o asistieron aprobando, en muchas aristas diversas al caso que no trataré. Lo mismo habría que decir del Sacramento de la Confirmación. En el Sacramento del Orden, el sacrilegio se imputa al recipiendario y al ordenante o consagrante, y la culpa se imputa más o menos grave a quienes aconsejaron la reiteración.

Habría que ver –Dios lo sabe y ya no tarda el día de Su justicia–, el tamaño de la culpa de esos laicos metidos a teólogos que tejieron una bola endemoniada y embrollada de desconfianza desde las primeras consagraciones episcopales que hizo el obispo vietnamita Mons. Pier Martin Ngó–dinh–Thuc –hermano del presidente vietnamita asesinado por los comunistas– lícita y válidamente frente al tamaño del problema que enfrentaba la Iglesia. Adujeron argumentos, regulaciones, cánones y tiempos sin el más superficial conocimiento de la doctrina de la extrema necesidad en el caso que se presentaba, desconocido en la Iglesia, y a la luz de la doctrina de santos, teólogos, papas y canonistas que expusieron con toda claridad el caso si se presentara.

No dejo de pensar que una ignorancia tan grande, no pudo ser más que intencional, regulada por uno de los tentáculos del pulpo cuya cabeza se había echado sobre la cúpula {física} de San Pedro. Uno de estos fue Eberhard Heller, director de la revista alemana «dizque» «tradicionalista» EINSICHT. El doctor en Teología alemán Johanes Rothkranz demostró en su libro UN SUBMARINO DE MARRANOS DENTRO DE LA IGLESIA, que este señor viene de una indiscutible cepa judía. Esta revista, cautamente ha sabido introducir de vez en cuando artículos grave y escandalosamente heréticos y ofensivos que traslucen su intención de que en la Iglesia no haya nunca más un papa. Pues esta revista goza de gran ascendiente entre grupos completamente permeados por el marranismo, que para la apariencia exterior llegan a «formar» sacerdotes de los que estiran como un chicle mascado el estado de necesidad en la Iglesia y dicen que «la Iglesia suple» en el caso de su falta de jurisdicción para la administración de Sacramentos.

Esta revista, entre otras, aparentemente pugna por la unidad, pero termina por «probar» que es imposible. Y da verdadera lástima ver la ceguera tan completa en la que han caído muchos desprevenidos en un momento en que la Iglesia muere.

El obispo Thuc, fue consagrado en el Vaticano por el Papa Pío XI y el co–consagrante fue el Cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII. Por la extrema dificultad en la comunicación con la Santa Sede, Pío XI lo autorizó a consagrar obispos sin pedir la autorización al papa. ¿Providencial?, evidentemente sí. Pero muchos desautorizaron sus posteriores consagraciones, que porque él no había firmado su DECLARACIÓN {de Munich}. ¡Es que no la necesitaba! Luego sus enemigos diferenciaron las consagraciones de antes de la DECLARACIÓN y después; unos obispos válidos pero cismáticos y otros católicos. Luego inventaron que si era cierto que él estaba autorizado a consagrar sin mandato pontificio, sus sucesores NO. Y así fueron tachados como cismáticos. Por otro lado, el pulpo se encargó de atacar individualmente a todos los obispos de la línea Thuc cuando fue posible: se dijo que Mons. Sallé se había castrado –yo tengo un certificado médico de que eso era una sucia calumnia, y Mons. López Gastón tenía uno segundo practicado al cadáver de Mons. Sallé, en los mismos términos–, ¡y hay que ver la pelotera que se armó cuando la extremísima necesidad obligó a ordenar y consagrar a una minoría de casados! como lo autorizó Pío XII cuando faltaron sacerdotes para Alemania, siguiéndose las estrictas reglas de la Iglesia para el caso. Entonces, se rasgaron las vestiduras –incluyendo el pantalón– por todos lados los abanderados de la “Fe” y los jueces “canonistas” que veían «sólo la salud de la Iglesia». ¡El marranismo y el satanismo desencadenado!

De la línea episcopal de Mons. Thuc salió el Conclave de Asís, que fue una gran oportunidad de la Iglesia de la unidad arrancada a Dios (Apoc. XII,5) por todas esas uñas y narices metidas en el plato sin faltar desde luego la agitación de la cuchara de los necios que se encuentran por todas partes.

Mons. Thuc, al fin, cuando se conocen sus consagraciones, tiene que huir a Alemania pues lo estaban persiguiendo, y en el seminario de Rochestar E.E.U.U. es secuestrado y asesinado. Esto se supo porque Mons. Musey ante el silencio tan prolongado del obispo dio aviso, a la policía que encontró su tumba.

Todos esos desesperados por lograr la paz en la Iglesia, reconocen, sin embargo, que el Cónclave de Asís fue el que «tuvo más posibilidades», pero no le reconocen validez. Ellos le condenan que «jamás se levantó un sitio web promocionando al nuevo papa». ¿No causa esto hilaridad y es supremamente necio? Alguno de estos se quejaba de que «Los obispos que participaron en esa elección no pueden ser ubicados. Nadie sabe cómo contactarlos». ¡Bendito sea Dios que es así! ¿No han leído el Apocalipsis? Después de que el hijo varón fue arrebatado a Dios y a su Trono papal, «la mujer huyó al desierto donde tiene un lugar preparado por Dios para ser alimentada» (Apoc. XII, 6). Es bueno agradecerles a todos estos, que nos aclaran que el Apocalipsis se sigue cumpliendo al pie de la letra. Y cada vez en forma acelerada.

 LA IGLESIA DEL VATICANO HA RECHAZADO YA, SU MISIÓN ESENCIAL.

 Para comprender la Doctrina Cristiana, hay que abrir de par en par las entendederas. Cristo Nuestro Señor dijo: Mis ovejas oyen mi voz. Evidentemente lo que quiso decir es: ENTIENDEN MI VOZ, y del entendimiento viene la práctica. Yo les pediría a mis lectores, entonces, que abran bien sus entendimiento para comprender lo que voy a decir, que no es cosa pequeña.

PRIMERO: La “Iglesia” del Vaticano ha rechazado y expulsado de sí, las cuatro NOTAS que distinguen a la verdadera Iglesia de Jesucristo. Estas cuatro NOTAS son: UNIDAD, SANTIDAD, CATOLICIDAD Y APOSTOLICIDAD. Vamos a ver que no tiene ya ninguna.

Remedando a Pero Gruyo que decía: «La vida se vive viviendo la vida», podría yo decir: la unidad de la Iglesia es que sea una. Esa unidad tiene varias e ineludibles implicaciones:  1. Que todos los cristianos formen UN SOLO cuerpo unido a una sola cabeza; que profesen la misma Doctrina, es decir, que las creencias sean idénticas en un siglo como en el otro sin cambios, porque son las doctrinas que enseñó el Fundador que es Dios, que es inmutable como Su Palabra; que reconozcan a un solo Señor que es Jesucristo-Dios. Si este concepto varía, como lo han cambiado los modernistas que dicen que Cristo «no tuvo siempre conciencia de su dignidad mesiánica» (Denz. 2035. [24]) y que «Cristo no enseñó un cuerpo determinado de doctrina aplicable a todos los tiempos y a todos los hombres, sino que inició más bien cierto movimiento religioso, adaptado o para adaptar a los diversos tiempos y lugares» (Denz. 2059), entonces, es evidente que no existe la unidad de Fe ni se tiene un único Señor degradado a simple profeta. La unidad cristiana se convertiría cosa de conveniencia humana, y no un precepto divino. Y así sería una cosa adaptable a los tiempos y lugares como esos quieren.

2. La SANTIDAD de la Iglesia depende de la santidad de su Doctrina que es la Doctrina de Dios. Si se dice que esa Doctrina está al arbitrio del hombre para adaptarla –como ahora hacen–, entonces no se puede aplicar la santidad –cuando mucho se puede decir que esa doctrina es buena, y esto difícilmente– la cual sería un mito, una cosa romántica o ilusoria. La SANTIDAD, también depende de los Sacramentos y del Sacrificio de la Misa que es la anamnesis del Sacrificio de la Cruz. Si se dice –como ahora la Iglesia vaticana con los modernistas– que «los Sacramentos tuvieron su origen del hecho de que los Apóstoles y sus sucesores, por persuadirles y moverles las circunstancias y acontecimientos, interpretaron cierta idea e intención de Cristo», y que «los Sacramentos no tienen otro fin que evocar en el alma del hombre la presencia siempre benéfica de Cristo» (Denz. 2040 y 2041), desaparece absolutamente la SANTIDAD de la Iglesia por estos motivos. La Misa, igualmente, comenzó como una cena y la Iglesia la convirtió en un sacrificio y en un rito, cuando le dio la regalada gana, pues Cristo, dicen, no instituyó rito alguno (Denz. 2049).

Con estos pocos datos se podría saber el origen de todas las diabólicas profanaciones y sandeces que se están haciendo en la Iglesia del Anticristo. Al eliminar los Sacramentos al hacerlos sólo «signos» o «evocaciones» de la presencia de Dios y no vehículos de la gracia divina en el alma, dejaron a sus seguidores sin el Sacrificio y a las almas en la más espantosa orfandad. ¿No es el justísimo castigo a una humanidad corrupta y apóstata, quitarle lo que es santo?, ¿voy a introducir el Santísimo Sacramento en un caño en el que desaguan las aguas negras? El mismo pueblo está ya tan ciego y deformado que ellos mismos se opondrían a un regreso a la ortodoxia. Hábleles de la Misa en Latín, o de comulgar de rodillas, o de que sus muertos no se van con todo y chancletas «a la casa del padre» –como les dice esa aburrida cantinela– sino al Purgatorio si deben de pagar «deudas»; o dígales que las mujeres ya no podrán leer en sus «asambleas» ni ser ministras de la comunión, para que oigas lo que te dicen, y en qué tono, y veas la cara que te ponen.

3. Las cuatro NOTAS que distinguen a la Iglesia de Cristo, tienen una diferencia esencial con las otras, pero también todas ellas están íntimamente relacionadas. Por eso el Magisterio enseñó que son inseparables. Negar una sola, es desechar y negar las otras. Por eso, una Iglesia “remanente” en el cisma, no puede ser reconocida como la Iglesia de Cristo. La APOSTOLICIDAD [25] que es la tercera NOTA, no sólo es el deseo de llevar la Doctrina de Cristo a todos los hombres, sino que en la Iglesia estén los verdaderos sucesores de los Apóstoles, formando un colegio como Cristo lo dejó estructurado: es decir, con Pedro a la cabeza. He de decir, que una Iglesia «remanente» en el cisma, y además desaparecida esta estructura esencial, de ninguna manera puede ser considerada una Iglesia unida y apostólica. ¿Y no esto mismo le arranca la NOTA de santa y también de católica? Este es un divorcio absoluto de aquello que dejó Cristo, en unos –los del Vaticano– por unas cosas, y en los otros por otras. 

El Vaticano ciertamente conserva la estructura {humanista}, una estructura hueca sin valor sobrenatural por la traición a la Doctrina, por la alteración de las formas o fórmulas sacramentales, por su alianza con las potencias anticristianas del mundo sórdido, del mundo de la oscuridad; pero el mundo de los laicos que se consideran «el resto fiel», con ligeros matices ha cambiado –si no ciertamente de palabra–, evidentemente con los hechos los grandes postulados de la Religión Cristiana. Y así como unos en la predicación y en los hechos han llevado al pueblo a la apostasía, los otros, si bien no siempre de palabra, pero sí en los hechos, los han llevado al mismo lugar. Estamos, entonces, frente a la apostasía de los gentiles profetizada por San Pablo en su segunda Carta a los fieles tesalonicenses, apostasía que tendría lugar durante el reinado de la Bestia. ¿Cómo pueden decir los apóstatas del Vaticano que tienen sacerdotes y obispos validos si desde la raíz han destruido el Sacramento del Orden para ellos?, ¿no dicen que «los Sacramentos –TODOS– no tienen otro fin que evocar en el alma del hombre la presencia siempre benéfica de Dios»?, ¿no son entonces los egresados de los “seminarios” del Vaticano unos «graduados profesionales»?, ¿y los sacerdotes y obispos del «remanente», sacerdotes y obispos válidos, pero apóstatas?

4. La cuarta NOTA que distingue a la verdadera Iglesia de Cristo la vamos a saber afirmando lo contrario de lo que dicen los apóstatas modernistas. Ellos dicen: «Cristo no enseñó un cuerpo determinado de Doctrina aplicable a todos los tiempos y a todos los hombres, sino que inició más bien cierto movimiento religioso, adaptado o para adaptar a los diversos tiempos y lugares». Lo contrario de lo que dicen ¡estos desgraciados es precisamente la catolicidad de la Iglesia! Entonces, para ellos, Dios no se encarnó, sino sólo trajo a un profeta; ni tuvo providencia; y además los dejó en libertad de hacer lo que se les pegara la gana con la Iglesia. ¡Esto es la apostasía!

¡PERO AHORA LA IGLESIA DEL VATICANO HA NEGADO LA QUE ERA SU MISIÓN ESENCIAL! Renegó de ella. La abandonó oficialmente por darle gusto al mundo. Para la “paz” entre los hombres, por la convivencia pacífica, por la unidad en la diversidad. ¡Y todos {aquellos} muy contentos!

En el Evangelio de San Mateo (XXVIII, 18) al despedirse Cristo de sus Apóstoles las últimas palabras que pronunciaría como un testamento sagrado e inviolable: «Me ha sido dado TODO poder en el Cielo y en la Tierra». Estas solas palabras bastan para reconocer en Jesucristo a Dios mismo. Dios no comparte Su poder con ninguna creatura, pero la segunda Persona de la santísima Trinidad, siendo Dios mismo encarnado, ha obtenido, ser exaltado al mismo lugar de donde descendió por su suprema humillación y por eso ha obtenido todo poder en el Cielo y en la Tierra. Y añade:

«Id, pues, y haced discípulos A TODAS las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo

El mundo se va a acabar. Ha de terminar. No está Cristo empleando una figura retórica como cuando se dice: te amaré para siempre, o te odiaré para siempre. No está variando con Sus palabras y con los sentimientos de Sus Apóstoles entristecidos por la despedida. Les dice categórica y claramente: el mundo acabará. Pero mientras eso sucede, la misión del Colegio Apostólico y de Sus fieles, es enseñar todo lo que ÉL HA MANDADO.

En el Evangelio de San Marcos, (XVI, 15) que no fue uno de los doce, sino discípulo de San Pedro, leemos: «Id, por todo el mundo, y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea se condenará.» Inmediatamente dicho esto se elevó al Cielo. Graves palabras, orden divina. Las últimas palabras que Cristo pronuncia en Su permanencia entre los hombres. Y es contundente y severo y proclama un juicio: el que creyere se salvará y el que no, se condenará. «El que creyere». No el que dice que cree y actúa en contrario. No el que quiere «vivir» a Dios aferrado a sus gustos y pasiones pero diciendo que como es muy bueno no lo ha de condenar y a última hora lo ha de salvar. El que creyere: el que obedezca a Su Iglesia y a Sus representantes, ni tuviere vergüenza de proclamar en cualquier tiempo y circunstancia el credo. Esta es la misión más grande y más grave de todo creyente y obviamente la misión más grande y más grave de la Iglesia que Él fundó. A ella le dejó como herencia la paz cristiana, la paz de Dios. Que hubiese desterrado el odio del mundo, el odio entre las clases sociales y en las familias, el odio y las guerras entre los pueblos y las naciones, porque todas las gentes tendrían un solo Señor.

Es una calumnia diabólica decir, como los herejes del Vaticano {usurpado} dicen, que si existen otras religiones, es porque Dios quiere. La verdad de esto es que sí existen otras religiones en el mundo, ha sido única y exclusivamente por la traición de los mismos hombres, que se han negado a aceptar el Evangelio MUCHAS VECES por las pasiones de los mismos hijos de la Iglesia, o por la acción de sus enemigos no raramente infiltrados en su seno. 

La conversión de muchas naciones fue abortada y termina en sangrientas persecuciones por la acción del Diablo y de sus corifeos, que se extienden por todo el Cuerpo místico de Cristo hasta llegar a sus más pequeñas comunidades. Así han desaparecido a {gran parte de} la Iglesia para implantarse el antiguo paganismo en varias naciones. Es que Dios respeta el albedrío del hombre. En la Patria celestial estarán sólo los que libremente quieran estar allí.

La nación japonesa fue convertida a Cristo, y era tan cierto que muchos miembros de la nobleza, recorrieron en triunfo las capitales europeas, camino a Roma, para ver al Santo Papa. Mientras tanto, protestantes soplados por los marranos convencieron al Emperador Taicosama de que aquello era una táctica del Rey Felipe II, que preparaba desde Filipinas una invasión al Japón. Se desencadenó una de las más sangrientas persecuciones contra la Iglesia que costó millones de mártires y torrentes de sangre, y el Cristianismo fue borrado de aquel pueblo. Sin embargo, no se detuvo una esforzada evangelización que logró a principios del siglo XX, establecer algunas misiones e iglesias, principalmente en Hiroshima y Nagasaki. En esas dos ciudades estaba la mayor concentración de católicos, que curiosamente fueron las elegidas para dejar caer las bombas atómicas durante la segunda guerra mundial.

El protestantismo de la nación norteamericana, es el fruto de la Revolución de Lutero, monje agustino amancebado con la monja Catalina Bora y soplada su enorme soberbia por los judíos Abadiáh Sformo, Elías Levita, Jacobo Loans y Nicolás de Lira; por la del sacerdote Juan Calvino (Cauvin o Cohén) que tenía la espalda marcada con un hierro al rojo –como se hacía con los gays– y que establece en Ginebra una despiadada Inquisición que era un verdadero matadero de católicos –él fue el primero que ordena la comunión de pie–; y por el cisma del «Rey Impúdico» –así lo conoce la historia–, que se separa de Roma e inicia una salvaje persecución contra la Iglesia, contra su pueblo y contra todo el pasado histórico cultural de su reino que se le llegó a conocer como «La isla de los santos»; por su incalificable lujuria Enrique VIII se divorcia y se casa a voluntad y las decapita cuando quiere. El historiador protestante William Cobbet escribió: «Jamás el mundo ha visto a una cáfila de canallas como la formada por Lutero, Calvino y «Enrique VIII».

El caso de México y de Latinoamérica ¿no es lamentable y doloroso? Entre el indígena Benito Juárez –que la Iglesia enseñó a comer con cuchara– y el judío presidente de México –fundador del Partido Revolucionario Institucional– le arrancaron a la Iglesia decenas de instituciones y templos que favorecían al pueblo, que aliviaban sus necesidades, que moralizaban y formaban a la juventud. Plutarco Elías Calles y Benito Juárez pasarán a la historia como perseguidores de Cristo. Él nos dijo: Os envío entre lobos.

¿Y la Revolución francesa, no fue la inmensa explosión del odio judaico, vía Masonería contra el Orden Cristiano?

Ahora todos estos, los hijos de Lutero, de Enrique VIII, de Calles, de Juáres o de Robespierre, han de cosechar muy pronto lo que sembraron. Han sembrado vientos, han descristianizado con furia a las naciones y han de recoger tempestad. La Iglesia no se olvidó de su misión esencial. La santificación de los hombres y la paz, eran sólo consecuencias. Y así fue, en medio de lobos, que cumplió su misión hasta el momento en que la apostasía parió al Anticristo.

El Evangelio de San Lucas (XXIV, 47) igualmente dice que debía predicarse el Evangelio «a todas las naciones, comenzando en Jerusalén». El Vaticano predica lo contrario. Ellos lo llaman ECUMENISMO.

Quieren la unidad en la “paz” de todas las religiones. No quieren convertir a nadie. ¡Graves problemas tendrían si lo proclamaran o pretendieran!, todo hombre, dicen, tiene el derecho sagrado de la libertad de culto o creencias. Se atreven estos blasfemos a decir que el modelo que Dios quiere está en la Santísima Trinidad, es decir, tres Personas distintas en un solo Dios. Y ese es el modelo para la unidad de las religiones. Cristo pedía, además, que todos los hombres estuvieran unidos. Eso es lo que pretenden. Eso es el Sincretismo. ¿Puede haber un sano Ecumenismo?, ¿puede haber una sana enfermedad?, ¿puede haber una sana infección, una sana herejía?; ¡por Dios! La expresión más perfecta de la {herejía del} “Ecumenismo”, está en la misma Trinidad de Dios porque son tres personas distintas en una unidad perfecta.

Acabó el tiempo de las misiones que se conservó hasta Pio XII, aunque el pueblo casi no ayudaba. ¡Adiós San Remigio que convirtió a los galos o San Patricio que convierte a Irlanda. Ninguno de todos esos aportan para la nueva Iglesia! Ahora, que los honores han descubierto el verdadero significado de las Palabras de Cristo gracias al Conc. Vaticano II, después de dos mil años sin entenderlas, ¿no se han abierto nuevos horizontes para su Iglesia?

Oigamos lo que sobre este punto nos dice el Magisterio eterno e invariable de la Iglesia: en el SILLABUS que es un compendio de los errores modernos publicado por el Papa Pío IX se condenan, entre muchos otros, los siguientes errores diametralmente opuestos a lo que dice el Conc. Vaticano II con toda la “jerarquía” actual: 

«Todo hombre es libre de abrazar y profesar la religión que, guiado por la luz de la razón, tuviere por verdadera» (Denz. 1715); «Los hombres pueden encontrar en el culto de cualquier religión el camino de la salvación eterna, y alcanzar la eterna salvación» (Denz. 1716); «Por lo menos deben tenerse fundadas esperanzas acerca de la eterna salvación de todos aquellos que no se hallan de modo alguno en la verdadera Iglesia de Cristo» (Denz. 1717).

EL VATICANO PROPONE LA CREACIÓN DE UN GOBIERNO MUNDIAL.

Una creencia general, no sólo entre los estudiosos de las sagradas Escrituras, sino entre los medianamente informados e incluso entre muchos de los fieles, es que el Anticristo será el líder de un gobierno mundial.

Yo siempre me opuse a la idea, pues el Anticristo no puede ser otro que el más perfecto enemigo de Cristo. El de la perfecta oposición. El de la perfecta traición. No podía ser otro que uno, que introducido en el lugar santo, como dice San Pablo a los tesalonicenses, con máscara de bondad e hipocresía destruyera a la Iglesia. Yo decía que un gobierno mundial y el Anticristo, eran dos cosas distintas: el gobierno mundial anunciado, vendrá o no, si Dios lo permite; el Anticristo seguramente vendrá. Es una de las claras profecías en las sagradas Escrituras.

Pero ahora, lo digo con repugnancia, veo que aunque sí, son dos cosas distintas, están, sin embargo estrechamente relacionadas y se apuntalan.

Acaba el Vaticano de publicar en este pasado octubre –de este año 2011– un documento que no desea sea considerado un documento pontificio (¡) en el que pide el establecimiento de un gobierno mundial.

Dice el documento, que el primero que ya habló de esa autoridad mundial, fue Juan XXIII en su «profética» carta Encíclica Pacem in Terris de 1963, en la que decía que el mundo «se estaba dirigiendo hacia una unificación cada vez mayor». Ese fue uno de los primeros ronquidos de aliento nauseabundo de los que saldrían de la Iglesia. «Por el bien común», auguraba una «autoridad pública mundial». Se cacareó profusamente en todos los círculos la atingencia profética de tan luminosa Encíclica y los conceptos vertidos en ella.

Dice el documento del Vaticano, que «hoy en día, se presenta la enseñanza de la Pacem in Terris [26], más vital y digna de urgente concretización».
El segundo que habló en estos términos «proféticos», dice, fue Paulo VI en su Encíclica Populorum Progressio de 1967 que trazaba «de manera límpida las trayectorias de la íntima relación de la Iglesia con el mundo». Su Iglesia, dice, desea «continuar bajo la guía del Espíritu Santo, la obra misma de Cristo, quien vino… para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido». Esta idea es venenosa y tendenciosa. Cristo vino para salvarnos, ¿no tiene ningún derecho de juzgar?; vino para servir, ¿no tiene derecho de ser servido? Una implícita, burda y blasfema manera de negarle a Dios el servicio de los hombres todos. Una doctrina que se refiere al Evangelio, parece, pero que es retorcida como lo hacen los especialistas del Vaticano, que son capaces de proponerte doctrinas ortodoxas con un sentido heterodoxo.
Ese documento publicado por el Vaticano, llega a decir que si no se llega a un gobierno mundial, «se generará progresivamente un clima de creciente hostilidad e incluso de violencia hasta [llegar a] minar las bases de las instituciones democráticas». Pero por el otro lado, esta autoridad «con un horizonte planetario», «no se realizará sin angustias y sufrimientos». No deja ninguna opción. Si lo haces, o no lo haces, te va a ir muy mal. ¡Esta es otra Iglesia! Indudablemente, ¿no crees? Este documento lo publicó el Pontificio Consejo de la Justicia y de la Paz. ¿En qué lo han convertido la pandilla vaticana?

Desde hace muchos años, escritores y organizaciones hablaban y creían probar que el Judaísmo pretendía implantar un gobierno mundial. Ellos se defendían diciendo que aquello era una calumnia de los antisemitas, de los nazis, de la ultraderecha, de los nacionalistas exacerbados. Pero este juego es ya ¡muy viejo! y lo pueden descubrir todos los que no se estén chupando el dedo, o estén retrasados mentalmente. Como el Vaticano ya está lleno a reventar de sectas satánicas, judaicas, iluministas, herejes, ahora son ellos, los que piden –¡como si no supieran cuál es el destinatario!– para la paz de las naciones y para continuar siendo inspirados por su “Espíritu Santo” la implantación de un gobierno mundial.

Por otra parte, una gran cantidad de exégetas y estudiosos de la Biblia –y así lo creían muchos fieles–, incluso protestantes, que el Anticristo impondría un gobierno mundial. Yo nunca vi, lo repito, que el Anticristo pugnara por un gobierno mundial. El Anticristo debía ser el de la perfecta imperfección, el hipócrita perfecto, el enemigo perfecto, el seguido por una humanidad toda apóstata. Pero ahora estamos viendo que están muy relacionados. ¡Uno le pide al otro, que no quería, que por piedad y para la “paz” del mundo, establezca un gobierno mundial! ¿Qué van a hacer los que relacionaban directamente al Anticristo con ese gobierno?, ¿seguirán neciamente ciegos?

En 1846, la Virgen María se apareció en La Salette, Francia y dijo claramente que la ciudad de: «Roma perderá la Fe y se convertirá en la Sede del Anticristo». Ahora, descubrimos entristecidos, que aunque tenía yo razón, los otros no estaban completamente equivocados. Las dos cosas están relacionadas y se apuntalan fuertemente.

El Señor está tolerando que muchas cosas se cumplan ante los ojos de muchos, porque quiere salvar a los más posibles. La salvación de Dios viene a los hombres, no solamente cuando la Iglesia se cubrió de poder y de esplendor, sino también en el momento de su crucifixión y de su muerte.

CUANDO DIGAN «PAZ Y SEGURIDAD», ASIMISMO, DE REPENTE, VENDRÁ SOBRE ELLOS LA RUINA Y NO ESCAPARÁN.

En la primera Carta de San Pablo a los tesalonicenses, leemos lo siguiente (Cap. V): 

«En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando digan «Paz y seguridad», entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán

Esta es una de las profecías más claras de San Pablo, pero, no se sabía el momento, sino hasta que llegara el acontecimiento, como sucede con toda profecía. Pero en este tiempo dramático, estamos viendo que con suma celeridad, los acontecimientos tienen lugar. Es lo normal. Si se arroja una piedra al aire, su caída se inicia en el punto cero, y en el instante anterior a impactarse, es cuando su velocidad es más acelerada.
El “Pontificio Consejo Justicia y Paz” del Vaticano, ha convocado y celebrado en la ciudad de Asís, Italia el 27 de octubre pasado una Jornada de Reflexión, Diálogo y Rezos por la Paz y la Justicia en el Mundo, convocada por Benedicto XVI, para celebrar el 25 aniversario del histórico encuentro de religiones efectuado por Juan Paulo II en 1986. En esa ocasión, algunos grupos religiosos, cautamente, enviaron a sus representantes, y les tomaron a los 12 o 15 asistentes, fotografías sosteniendo unas plantitas con todo y maceta, entre los que estaba Juan Paulo II parado como un pelele. ¿A quién se le habrá ocurrido esta cursilidad?

Ahora los asistentes fueron 300 o más, entre los que estaban cuatro ateos, una verdadera novedad en este tipo de citas –dijo el “cardenal” Peter Turkson, presidente del Consejo–, pues Benedicto XVI está convencido de que el hombre creyente o no, busca a Dios, AL ABSOLUTO, y por tanto, es un peregrino a la búsqueda de la verdad.
Además de los ateos, asistieron varios agnósticos. Y el patriarca ecuménico de Constantinopia Bartolomé I; un representante del patriarca de Moscú; el metropolita Alexandr; el pastor bautista John Upton; el mahometano Mohamed Zubair Abid; el taoista Wai Hop Tong; el budista Phra Phommoleo; el sintoísta japonés Tsunekiyo Tanaka y la judía Setri Nyomi. Asistieron también 31 delegaciones de iglesias «cristianas», es decir protestantes y representantes de «religiones tradicionales de América y África» –dice un comunicado de la agencia EFE–. ¿No asistieron según esto esas religiones paganas americanas de la chirimía y del tuncul y de los humos de copal y de las hierbas especiales con que golpetearon por todo el cuerpo a Juan Paulo II en la Basílica de Guadalupe para sacarle los malos espíritus; y los sangomas o sacerdotes del Vudú africano visitados por Juan Paulo II?

Roger Etchegaray, presidente emérito de este Consejo, declaró, que «Dios ha querido que existan tantas religiones en el mundo».

Este acontecimiento en Asís, yo creo que cumple cabalmente con la profecía de San Pablo. Esto lo afirmo más fuertemente con la petición vaticana de que se debe imponer un gobierno mundial de dimensión planetaria. ¡Estamos en el tiempo!

En esa Jornada «por la paz» celebrada en Asís, participaron cuatro ateos, que dice Benedicto, son buscadores del «absoluto». Yo creo todavía más. Benedicto y los asistentes a esa Jornada, como el clero mundial adherido al Vaticano y muchísimos, millones de fieles por el mundo, han encontrado ya al «absoluto». Es el dios de todas las religiones, de los vudús, de los budistas y de Mahoma. Cuando yo comencé a temer y a decir que el concepto sobre Dios Padre estaba cambiando, se estaba prostituyendo, me salieron detractores. El Sacramento del Bautismo estaba en juego. Su nulidad, pues la fórmula no era más que un fonema ortodoxo, pero con otra significación. Ya Dios Padre no era la primera Persona de la santísima Trinidad. Era el dios único de los judíos, el gran espíritu de los pueblos paganos americanos, el absoluto que buscan los ateos, el gran arquitecto de los liberales o el Demiurgo de los agnósticos. El «padre nuestro», de todos que menciona Benedicto en sus audiencias de los miércoles. Pero ahora se materializan y se hacen actuales las palabras que Dios Padre le reveló a Santa Hildegarda de Bingen en el siglo XII. Hablándole del tiempo del Anticristo, se revela algo que se interpreta fácilmente de esta manera: el Anticristo llegará HASTA invalidar el Bautismo [27]. Quienes no vieron esto, las evidencias que van viniendo, si están ubicados desde la ortodoxia y en un ángulo correcto, indudablemente lo podrán ver. Pero, ¿cuántos ya son, cuántos quedan?

No hemos de referirnos a ese montón de religiones y sectas embolladas que estuvieron en Asís, a excepción de la risotada que provoca la oración de un sangoma o sacerdote vudú, que sacrifica vírgenes y niños a sus divinidades, pidiendo la paz del mundo. De todas esas creencias estamos más o menos enterados todos. Quiero sólo referirme a la religión de los agnósticos que asistieron. Quiero recordar los negros orígenes de este engendro judaico que fue invitado a elevar sus oraciones al absoluto junto a la que decía ser la Iglesia.

En el libro COMPLOT CONTRA LA IGLESIA, el escritor Maurice Pinay dice: 

«La gnosis partía de la base de la existencia de un Dios bueno y de una materia concebida como origen del mal. Ese Dios, Ser Supremo, produce por emanación unos seres intermediarios llamados eones, entrelazados que unidos al Ser Supremo, constituían el reino de la luz y que eran menos perfectos a medida que se alejaban de Dios; pero incluso el eón inferior tenía partículas de la Divinidad y era, por lo tanto, incapaz de crear la materia, mala por naturaleza.

«La creación del mundo la explicaban por medio de uno de esos eones que llamaban Demiurgo, el cual ambicionó llegar a ser como Dios y se rebeló contra Él, por lo que fue expulsado del reino de la luz y lanzado al abismo en donde creó nuestro Universo, dando forma a la materia y creando al hombre, cuya alma –una partícula de luz–, quedó aprisionada en la materia. Entonces Dios, para redimir a las almas del mundo perverso, mandó a la Tierra otro eón llamado Cristo, fiel al Ser Supremo, que jamás tuvo un cuerpo real, ya que la materia es intrínsecamente mala. Las diversas sectas gnósticas dieron interpretaciones a todo este mecanismo, llegando algunas a identificar a Jehováh con el perverso Demiurgo. Para otras Jehováh fue el Ser Supremo, y para otras era sólo un eón fiel a Este. El dualismo persa tomó en el Agnosticismo la forma de una lucha entre el mundo del espíritu y la materia.

«La redención de las almas encerradas en la materia se operaba, según este cúmulo de sectas, por medio de la gnosis, es decir, del conocimiento de la verdad, sin necesitarse de la moral ni las buenas obras. Esto trajo la consecuencia catastrófica de promover en muchas sectas la más escandalosa inmoralidad y licencia de costumbres».

San Ireneo condenaba horrorizado que en algunas sectas agnósticas durante sus reuniones se armaban orgías tumultuosas, verdaderas bacanales. Ninguna mujer podía embarazarse, porque si esto pasaba, le arrancaban el feto con las manos, lo molían y mezclado con miel y otras esencias, lo devoraban.

¡Se ve sumamente claro, el deseo de los modernistas del Vaticano de regresar a los orígenes!

El Agnosticismo, muy bien representado en Asís, fue la primera herejía con la que tuvo que luchar la Iglesia. ¡San Juan Evangelista luchó contra ella! Su fundador es el judío Simón el Mago dedicado a la hechicería. En el Cap. VIII de los HECHOS DE LOS APOSTOLES se puede ver claramente su falsa conversión y sus intenciones aviesas para con la Iglesia. Simón el Mago indudablemente era satanista. Él llegaba a elevarse en el aire. San Pedro lo maldice. El Agnosticismo viene de la Kábala. El historiador Ragón en su libro MASONERIA OCULTA (Pág. 78), escribe: «La cábala es la llave de las ciencias ocultas. Los gnósticos, nacieron de los cabalistas».

¿Pero qué se puede esperar de la pandilla a la que pertenece Benedicto XVI? Él es descendiente directo del Maharal satánico de Praga y su familia es de una pura cepa rabínica.

Si la Iglesia prohibió siempre las reuniones con las sectas que se dicen «cristianas» para no dar pábulo al Indiferentismo o el Sincretismo religiosos, y sobre todo para evitar el escándalo en los fieles, incluso si se trataba de la oración común o para pedir la unidad de los cristianos, ¿qué diría la verdadera Iglesia de esta reunión de Asís, a la que acuden adoradores de toda clase de dioses, incluso Satanás camuflado, dizque para pedir la paz de las naciones de la Tierra?, ¿QUE FUE ESTO DE ASIS?.
Para no meterme mucho en la abundantísima legislación de la Iglesia sobre estas reuniones «ecumenistas» que ahora alcahuetean los líderes del Vaticano, transcribo parcialmente dos documentos del Magisterio: 1. Del Decreto del Santo Oficio del 8 de julio de 1927, reinando el Papa Pío XI

«Si es lícito a los católicos asistir o favorecer las reuniones, asociaciones, congresos y sociedades de acatólicos, cuyo fin es que, cuantos reclaman para sí de un modo u otro el nombre de cristianos se unan en una sola alianza religiosa. RESPUESTA. Negativamente, y hay que atender totalmente el Decreto publicado por esta misma Suprema Santa Congregación el día 4 de julio de 1919: SOBRE LA PARTICIPACIÓN DE LOS CATÓLICOS EN LA SOCIEDAD PARA PROCURAR LA UNIDAD DE LA CRISTIANDAD» (Denz. 2199). –¿Cuál fue la respuesta de la Iglesia?, el no absoluto. No entrada a la infección–.

2. Igualmente, de la Carta del Santo Oficio a los obispos de Inglaterra del 16 de septiembre de 1864, reinando el Papa Pío IX, copiamos lo siguiente:

«Se ha comunicado a la Santa Sede que algunos católicos y hasta varones eclesiásticos han dado su nombre a la sociedad para procurar, como dicen, la unidad de la cristiandad, –erigida en Londres en 1857– y que se han publicado ya varios artículos de revistas, firmados por católicos que aplauden a dicha sociedad o que se dicen compuestos por varones eclesiásticos que la recomiendan. Y a la verdad, qué tal sea la índole de esta sociedad y a qué fin tienda, fácilmente se entiende no sólo por los artículos de la revista que lleva por título THE UNION REVIEW, sino por la misma hoja en que se invita e inscribe a los socios… El fundamento en que esta sociedad se apoya es tal que trastorna de arriba abajo la constitución divina de la Iglesia… Nada ciertamente puede ser de más precio para un católico que arrancar de raíz los cismas y disensiones entre los cristianos, y que los cristianos sean solícitos en guardar la unidad del espíritu… Mas que los fieles de Cristo y los varones eclesiásticos oren por la unidad cristiana guiados por los herejes, no puede de ningún modo tolerarse… Y no hay otra Iglesia Católica, sino la que, edificada sobre el único Pedro, príncipe de los Apóstoles y de sus sucesores en la cátedra romana se levanta por la unidad de la Fe y la caridad en un solo cuerpo conexo y compacto… Otra razón por que deben los fieles aborrecer en gran manera esta sociedad londinense es que quienes a ella se unen favorecen el Indiferentismo y causan escándalo.» (Denz. 1685, 1686, 1687).

La Iglesia prohibía esas reuniones con las iglesias que se llamaban cristianas, aunque fuera para orar «por la unidad», porque esas reuniones fomentaban el Indiferentismo, el Sincretismo y escandalizaban a los fieles. Cualquiera que tenga dos dedos de frente puede descubrir el truco y el juego de estos «ecumenistas» que ya desde entonces querían abrir boquetes en el casco de la barca de Pedro. Este tribunal del Santo Oficio que cuidaba la ortodoxia, fue suprimido {ilícitamente} por Paulo VI. Ya sabemos por qué.

¿Qué diría este Tribunal ante la reunión de Asís? Por eso me vuelvo a preguntar: ¿Esta «Jornada de la Paz», no es el cumplimiento cabal de la profecía de San Pablo?, sin duda que sí.

Después de esta magna Jornada, en que estuvieron también los del jainismo, los sij, los de zoroastro, los bahai y diversos grupos judíos, todos en una pelota infame, visitaron la tumba de San Francisco de Asís, soltaron palomas y encendieron lámparas de aceite. ¡No dejan de ser cursis los que inventaron la nueva «misa»!

Benedicto XVI, al día siguiente los recibió a todos en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano. A eso se atrevió este personaje oscuro y tenebroso, con el beneplácito de su pandilla. Introducidos el Indiferentismo, el Sincretismo, y toda clase de doctrinas diversas y furiosamente adversas se cumplía la APOSTASÍA FORMAL, la concreción jurídica de la Apostasía. El cumplimiento formal de la profecía, requería de un acto formal que lo concretice, como la supresión del Sacrificio necesitó del acto universal del primer domingo de Adviento de 1969; o como la conversión de la Sede de San Pedro para convertirse en la sede del Anticristo, necesitó de la «coronación» de Juan XXIII. En este caso, esa fue la expulsión formal del Dios Trino de Su propia casa. Ya no sería en adelante, formalmente, el Amo y Señor, ni el Rey absoluto que llama a todos los hombres a la conversión. Ya no sería el lugar VISIBLE a todo hombre desde donde se irradia y enseña la verdad, sino la alta torre del Ecumenismo, desde la que se irradie la “paz” en la Tierra, la igualdad de derechos para toda religión que el hombre quiera seguir y de todos los dioses que el hombre quiera adorar. ¡Pero, es que es exactamente lo que dice San Pablo!

Muy poco o nada, más bien se ha de comprender la dimensión mística entre el Cónclave de Asís, Portugal del capítulo XII del Apocalipsis y su relación con esta Jornada de la Paz y su significado aterrador para el futuro del mundo. Mientras, tanto que se dé curso a la profecía. iQue siga la farra! Unos que se conecten estrechamente con su camino descendente. ¡No pasa nada! Los que saben, dosifiquen la gracia que su alma recibe. No se vayan a empachar. No exageren. No es para tanto. Que le enciendan a Dios una vela, pero que no se olviden prender también la del Diablo.

LA APOSTASÍA DE LOS GENTILES, SEÑAL DEL FIN DE LA HISTORIA.

¿Es posible que Cristo Nuestro Señor recriminara tan duramente a los que no ven las señales de Su Encarnación y de Su Parusía llamándolos «hipócritas«?, ¿es de Dios que se burle de Sus seguidores?. Absolutamente imposible. Lo que condena es la ignorancia voluntaria. La ignorancia maliciosa. La que viene de una deformación de la Doctrina. Como la habrá en alto grado al final de los tiempos. En los tiempos del fin, la ceguera general será por la traición a la Doctrina y por la malicia de los hombres aferrados a las cosas del siglo.

¿Cómo reconocer al Anticristo, si están de acuerdo con todo lo que hace y creen en él?, ¿cómo conocer la Apostasía si creen que se trata de la aplicación de la doctrina social de la Iglesia?, ¿cómo conocer la instalación de la abominación de la desolación en los templos, si sólo ven la modernización pero no la invalidación de la Misa? Por eso estará oculto el tiempo, y no porque falten abundantes señales. La ceguera será culpable y no porque el Señor haya escondido y embrollado las profecías.

La segunda Epístola de San Pablo a los fieles tesalonicenses, contiene un «programa«, digamos, estricto que se debe de cumplir inmediatamente antes de la aparición de Cristo que copiamos a continuación (II, 1):

«Por lo que respecta a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y a nuestra reunión con Él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestros ánimos, ni os alarméis por alguna manifestación profética por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la Apostasía y manifestarse el Hombre Impío, el Hijo de Perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios [28]. ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros? Vosotros sabéis QUÉ ES LO QUE AHORA LE RETIENE, para que se manifieste en su momento oportuno. PORQUE EL MISTERIO DE INIQUIDAD YA ESTA ACTUANDO. Tan sólo con que sea quitado de en medio EL QUE AHORA LE RETIENE, entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con la manifestación de Su venida.»

Es necesario comentar y aclarar algunos puntos asombrosos de la Carta de San Pablo: 1. San Pablo habla de la «manifestación» del Hombre Impío, es decir el Anticristo. De este texto muchos pudieron interpretar que el Anticristo es una sola persona, ignorando lo que en el Apocalipsis –entre otros– se interpreta claramente: que el Anticristo estará formado por una entidad moral de cinco individuos y sus seguidores. Hay una palabra que resulta impresionantemente exacta: él en su Carta habla de la «manifestación» del Hijo de Perdición. MANIFESTAR, es dar a conocer lo que ya se sabe, o ya está presente. Lo que le retiene impide que se manifieste, aunque ya esté presente. El Anticristo, se introdujo al proceso de la historia sin dejarse sentir por la traición del pueblo que en los estratos más apartados del Cuerpo místico de Cristo, corrompieron el entorno.

Entonces, se infiere con facilidad que la manifestación del Hombre impío depende de algo que lo retiene. No lo retiene para ingresar a la historia, sino para manifestarse. Para ser conocido, porque ya está presente. Este impedimento es la Misa que ha de destruir como ya temía que sucediera el Papa Pablo IV.

Cuando Juan XXIII fue elegido, gran parte del mundo católico lo recibió como un verdadero Papa. Sin embargo, ya traía planes de destruir a la Iglesia usando como pivote la {apariencia de} autoridad del “Concilio” que convocó anunciado por la Masonería desde finales del siglo XIX. Hasta su primer sucesor Paulo VI que desterró la Misa católica de los altares del mundo, comenzaron a inquietarse ciertos círculos ortodoxos que aun así lo consideran un “papa” válido sin ver todavía al Anticristo introducido en la Iglesia. Todavía no veían claro aquellos, y por eso se les ocurrió que un verdadero papa puede caer en la herejía como doctor particular, a la que sin embargo, se sumaron muy ilustres teólogos y eclesiásticos. No podía ser posible que después de siglos de inerrancia un “papa” quitara la Misa, los Sacramentos y enseñara el error. ¡Todavía no vieron a la Bestia presente!, pero ciertamente el destierro de la Misa fue la campana de alerta que comenzó a descorrer el velo. A manifestarlo. ¡Eso es precisamente lo que dice San Pablo! Pero este velo no se corrió para todos, sino que los infectados por la pandilla, permanecieron ciegos, sin olvidar que muchos del llamado «resto fiel«, se siguen haciendo a los ciegos.

2. Indudablemente ese impedimento que detiene la «manifestación» del Hombre Impío es la Misa, y se descubre en el mismo texto, pues dice San Pablo que es «lo que ahora le retiene«, y «el que ahora le retiene«. ¿Para qué?, para que se manifieste. LO que le retiene es el rito. Es un neutro. El que ahora le retiene es el Señor mismo presente en el Sacramento eucarístico y en la Misa. Esta dualidad mencionada por San Pablo, se da cabalmente en el rito de la Misa y en el Depósito eucarístico que también desaparece.

3. Por último, voy a reflexionar unas palabras de San Pablo que no dicen el momento de la aparición del Señor. A la vista de los acontecimientos, nos ubican en su inminencia. Creo que es indudable.

Dice San Pablo, que al Impío «el Señor lo destruirá con el soplo de Su boca y aniquilará con la manifestación de Su venida».

Entonces, estamos al filo del tiempo. Si ha sucedido la Apostasía; si el Anticristo se ha manifestado plenamente y se ha quitado el que le retiene y lo que le retiene, ¿qué impedimento queda para detener por más tiempo la aparición del Señor?, solo la conversión de los judíos, pero como esta no será por mérito sino por misericordia, y en cumplimiento a la promesa a sus Padres, opinan varios teólogos, esta conversión puede acontecer en los últimos días del mundo. Esta profecía comenzó a configurarse con el regreso de Israel a la Tierra Prometida, después de la segunda guerra mundial, y Jerusalén como capital después de la guerra de los seis días. ¿Se podría pensar contra el texto paulino que el Anticristo esté en Roma muchos años?

4. Por fin, debo analizar el motivo por el cual dice San Pablo que el Anticristo no solamente se sentará –un Trono dice esto– en el Santuario de Dios, sino que se proclamará ser Dios. Sería una tontería pensar que lo que quiere decir es que él diga: yo soy Dios. Ni el mismo Anticristo lo haría, pues sabe que nadie lo creería y la máscara que le conviene conservar caería por tierra. ¿Cómo dirá esto, entonces?

Las formas –o fórmulas– de los Sacramentos por las cuales se realizan y así los fieles reciben la gracia de Dios, fueron determinadas por Cristo –Dios mismo– de la Eucaristía y del Bautismo y las demás por los Apóstoles. El cambiar esas fórmulas y aun así asegurar que la gracia de Dios se recibe; el cambiar las fórmulas operativas de la Misa y decir que el Sacrificio incruento sucede, es nada menos que pretender ponerse en el lugar de Dios y decir que es Dios.

San Pablo dice claramente que Cristo destruirá al Anticristo con la manifestación de Su venida, es, pues, esto inminente.

Pero es de temerse que la ceguera no disminuya cuando Roma, la Gran Ramera, Sede del Impío sea destruida como anuncia el Apocalipsis, viendo la reacción mundial ante la petición del Vaticano de que debe imponerse un gobierno mundial. Era una creencia muy extendida de que el gobierno mundial era impuesto por el Anticristo. ¿Qué ha pasado ahora?, NADA. Los que tal cosa decían ¿han abierto los ojos para ver al enemigo en casa?, NO. Y me temo que esa ceguera continuará igual. Aquí hay que hacer una pregunta candente: ¿eso será porque los hombres están realmente ciegos, o porque la Religión de Cristo ya no interesa para nada?

UNA REFLEXIÓN MAS SOBRE «EL ABSOLUTO«.

El “cardenal” Peter Turkson, presidente del Consejo “Pontificio” Justicia y Paz del Vaticano, organizador de la reunión de Asís, declaró que Benedicto XVI dijo que «el hombre creyente o no, busca a Dios, al absoluto, y por lo tanto, es un peregrino a la búsqueda de la verdad». Entonces, incluso el creyente:

1. Está peregrinando para buscar la verdad. Benedicto declara abiertamente que él no la posee, porque él es un creyente. Cristo ni es la Verdad, ni la ha revelado. Este viejo impío peregrina con el montón, dice, buscando la verdad. ¿A dónde está llevando a los hombres si se declara un barco sin vela?, ¿una caña movida por el huracán y no una roca firme?

2. Y ese hombre creyente, ¿a quién busca?, al «absoluto«. Dice a Dios, pero añade: «al absoluto«. Si consultamos el Diccionario de Sinónimos, nos encontramos acepciones que no solamente están alejadísimas de la ortodoxia, sino que parecen el lenguaje del Diablo. Dice: «arbitrario, despótico, tiránico, autoritario, imperioso, dominante y voluntarioso». ¿No son los reclamos de las voces atormentadas que se desprenden confundidas con el fragor del fuego dirigidas hacia las alturas de ese abismo de odio y oscuridad?, ¿no se pueden mezclar entre ellas la condena al Dios absoluto? Son las voces que nadie oye, excepto entre ellas mismas, porque el abismo es tan grande que no es mayor sólo por el poder de Dios. Ahora las oímos de la boca de esta Bestia con cuernos de cordero, que habla como el Dragón.

«ENCONTRARÁ EL HIJO DEL HOMBRE LA FE CUANDO REGRESE.»

El misterio de iniquidad que ya San Pablo veía comenzar, se ha  manifestado y llegado a su máxima expresión. Ya no es oculto. Todo se ha cumplido en la Iglesia Católica. La verdadera Iglesia. La Apostasía es general, incluso ha penetrado a ese «resto fiel», que ya no se puede considerar teniendo en cuenta SUS pequeñas comunidades, sino a los individuos aisladamente considerados. Esto es lo que al fin decía el Cardenal Villot, probablemente el teólogo más brillante del siglo XIX: «Llegará el momento en que la Iglesia sea reducida a condiciones domésticas». Los pastores de ese supuesto «resto fiel» han inventado doctrinas que se han sacado de la manga o tal vez del zapato, para justificar su cisma, su independencia, su soberbia y su traición. Predican tener jurisdicción por la crisis que se han negado a terminar; dicen que para la administración válida de sus Sacramentos, «la Iglesia suple» en este cisma autoprocurado y predican una unidad espiritual con el papa, entre los obispos, entre los sacerdotes y entre los fieles. Los fieles deben estar unidos a sus pastores espiritualmente. Y este es un engaño terrible herético y estúpido como el que predicaban los de la secta de los pneumatómacos. No podemos negar la unidad espiritual de todos los miembros de la Iglesia. San Pablo dice: «un solo espíritu». Pero es que ellos no se están refiriendo a esa unidad, que también se destruye en el cisma. Ellos se están refiriendo a la unidad {meramente} física, de una sociedad visible en la Tierra. Esa es la que le han arrancado a jalones a la Iglesia con su irresponsabilidad, particularismo y cobardía.

Vamos a ver con el Magisterio de la Iglesia en la mano lo errados que están y el peligro grande en que están muchas almas puestas a su cuidado, pues el cisma es incubadora de herejías –que ya los comienza a afectar–, como decía San Jerónimo, citado por Santo Tomás de Aquino.

En el Decreto del Santo Oficio a los obispos de Inglaterra del 16 de septiembre de 1864, que copié antes, se dice algo que hay que considerar y meditar: 

«Nada ciertamente puede ser de más precio para un católico que arrancar de raíz los cismas y disensiones entre los cristianos y que los cristianos sean solícitos en guardar la unidad de la Fe y la caridad en un solo cuerpo CONEXO Y COMPACTO». 

Dos cosas deben ser aclaradas y meditadas de este texto: 1. Dice el documento que no hay nada más preciado para un católico que arrancar de raíz los cismas. Si esto debe ser así para cualquier católico, lo es más para los miembros de la jerarquía: sacerdotes, obispos y papa. Cuando este sentimiento se extingue, la Iglesia está en peligro. Si la prostitución del alma lo convierte en un utilitarismo y un interés ejidal, no universal, y esa jerarquía se desencuaderna y pierde su cohesión, es que los individuos se han desnaturalizado. Carecen de los sentimientos que inspira la naturaleza. ¿No es esta una clase de apostasía? ¿Pueden ser estos individuos los que levanten el brazo y señalen con el índice un camino seguro a los fieles?

2. Igualmente el Documento dice que debe haber un solo cuerpo conexo y compacto. ¿La unidad que aquí predica es espiritual?, ¡qué cosa más idiota! Los que así dicen, no saben ni Español. Si nos vamos al Diccionario, encontramos que una cosa compacta es algo apretado y poco poroso. Entonces me pregunto: ¿puede haber alguna clase de unidad espiritual que sea algo apretado y poco poroso? Es clarísimo que el documento se refiere a una unidad social, jurídica, la que se manifiesta a los sentidos a la vista de los hombres.

La Encíclica del Papa León XIII SATIS COGNITUM del 29 de junio de 1896 enseña: 

«Mas, en cuanto al orden de los obispos, entonces se ha de pensar que está debidamente unido con Pedro, como Cristo mandó, cuando a Pedro está sometido y obedece; en otro caso, NECESARIAMENTE SE DILUYE EN UNA MUCHEDUMBRE CONFUSA Y PERTURBADA –Muchedumbre, es decir: vulgo, populacho– (Denz. 1960).

¿Y en qué se convierten los sacerdotes cismáticos?, confusos y perturbados, ¿pueden ser una guía para los fieles? No lo estoy diciendo yo. Lo está diciendo un papa. No hay discusión posible ni interpretación caprichosa. Las palabras son claras. En la Carta QUOD AD DILECTIONEM a los obispos cismáticos de Istria del año 585, el Papa Pelagio II les dice: 

«Considerad, pues, que quien no estuviere en la paz y unidad de la Iglesia, no podrá tener a Dios (Gal. III, 7 ).»

–Y en su Carta DILECTIONIS VESTRÍE les dice: «El que no guarda la unidad de la Iglesia, ¿cree guardar la Fe?… ¿No pueden llegar al premio de la paz del Señor porque rompieron la paz del Señor con el furor de la discordia… No pueden permanecer con Dios los que no quisieron estar unánimes en la Iglesia. Aun cuando ardieren entregados a las llamas de la hoguera; aun cuando arrojados a las fieras den su vida, no será aquella la corona de la Fe, sino el castigo de la perfidia; ni muerte gloriosa sino perdición desesperada. Ese tal puede ser muerto, pero coronado no puede serlo… El pecado de cisma es peor que el de quienes sacrificaron a los dioses… aquí el que intenta hacer un cisma, a muchos engaña arrastrándolos consigo… y peca cada día» (Denz. 246 y 248).

Estas mismas doctrinas del Papa Pelagio II, son igualmente enseñadas por el Papa San Gregorio Magno en su obra LOS MORALES, que transcribí en páginas anteriores. El Papa Pelagio habla de la «unanimidad» de los pastores en la Iglesia. La UNANIMIDAD se dice de personas que tienen todas el mismo parecer. ¿Cómo puede ser esto posible entre pastores no solamente separados, sino defendiendo cada uno sus propios dominios, cada uno enemistado con todos los demás, atacándose mutuamente, calumniándose, escandalizando a sus propios fieles contra los otros que siempre resultan ser como encarnaciones del Diablo, y la verdad, que algunos lo son permeados totalmente por nuestros enemigos. ¿Piensan en la unidad de la Iglesia?, ¿tratan de convencer a los otros para que se unan?, ¿o callan por propia conveniencia utilitaria lo que deberían gritar? No solamente han callado lo más elemental de la Doctrina chantajeando a sus fieles con las misas cismáticas que les celebran, sino que amarrándolos del cuello los han arrastrado fuera de la Iglesia, al cisma más asqueroso.

Al mismo tiempo, como una fumigada aérea el Demonio ha soltado entre esos debilitados fieles a un ejército de la tropa infernal pobres diablos de baja cepa que como leones rugientes atacan las carnes jugosas de las almas en gracia de Dios.

¿Esta es la Apostasía grande y final que como un apéndice inflamado se ha adherido al gran intestino alimentado por la Gran Meretriz que esparce sus gases desde el Vaticano? Indudablemente.

Sin embargo, en esta batahola terrible, el Señor ha de cuidar a los Suyos para que no se pierdan. Él les dijo: «No os dejaré solos. Volveré». Esta sola frase nos puede dar idea del momento dramático y desesperado que se espera. «El que perseverare hasta el final, ESE será salvo».  La misericordia de Dios es infinita.

Entonces, les digo a los que quieran oír: es tiempo de arreglar sus conciencias y alejarse del pecado. Me dirijo a los que saben, pero siguen como si el mundo a su derredor no estuviera a punto de hundirse. Aferrados a sus cosas y a sus planes, caminan ciegos tratando de pasar inadvertidos entre dos fuegos, mordiendo su piltrafa. No la quieren soltar. Entonces, que hagan lo que quieran.

VEN SEÑOR JESÚS

+ Mons. José F. Urbina A.  Diciembre del 2011.


Notas de pie de página, hipervínculos, texto entre llaves añadidos por este blog.

[1] Para sus seguidores.

[2] Restaurado por Lino II. Sin embargo la posición de este blog es que esa restauración sólo fue simbólica o lo que corresponda; ya que Paulo VI al carecer de autoridad alguna no pudo “jurídicamente” abolir el rito único de la Misa para la Iglesia católica reducida ya en número, sí para su nueva iglesia. O que quizá en un futuro sepamos cuál la explicación concreta al respecto de esa restauración.

[3] Porque han manifestado estar en contra de que el Vicario de Jesucristo sea elegido, han rechazado explícitamente o por sus hechos el dogma de la perpetuidad de sucesores de Pedro con una serie de astucias y escusas. Por otro lado sostenemos que los cristianos que no están en cisma al seguir a falsos papas, tampoco lo están en el cisma acá mencionado mientras no manifiesten lo contrario, sería que tienen una ignorancia no culpable; ya que hubo quienes al adquirir el conocimiento de cómo podría ser elegido el futuro Papa, no se opusieron.

[4] «Busquemos quienes son los que niegan a Jesucristo, pero no atendiendo a las palabras, sino observando los hechos, porque si nos fiamos de las palabras, no habrá ni uno que no confiese que Jesús es el Cristo. Descanse por lo tanto la lengua e interroguemos la vida… El mayor mentiroso es el que confiesa con sus labios que Jesús es el Cristo, y lo niega en la práctica, porque dice una cosa y hace otra diferente.» –San Agustín, In Epist. Ioan. ad Parthos, c. 2, 18-27

[5] Seguir extendiendo la vacancia de la Sede debería de traernos alguna contrariedad además de las conocidas. ¿Qué hubiese dicho el Papa Pío XII de esta situación? Quizá lo mismo que (Se hallaban en un peligroso error, cambiando esta parte): «Háyanse en un peligroso error, aquellos que piensan poder abrazar a Cristo Cabeza de la Iglesia, sin adherirse fielmente a Su Vicario en la Tierra. Porque quitando esta cabeza visible, y rompiendo los vínculos sensibles de la unidad, OSCURECEN Y DEFORMAN el Cuerpo místico del Redentor de tal manera que los que andan en busca del puerto de salvación no pueden verlo ni encontrarlo.» -Pío XII. Un error peligroso que afectaba a la caridad, y a qué más.

[6] O sea, quienes sólo de palabra buscan la elección del Vicario de Jesucristo, pero por dentro no es el caso: posiblemente infiltrados.

[7] Otros llegan a decir que podría ser hereje ¡en su magisterio ordinario!

[8] Válidamente podría realizar la transubstanciación, pero sus fieles como él no recibirían los frutos de la comunión. La confesión de este clérigo sería inválida al ser ilícita primeramente ya que rechaza el dogma de la Apostolicidad, el que implica que siempre habrán obispos con potestad de orden y de jurisdicción, aunque sea uno sólo; más sobre esto último acá.

[9] Codex Iuris Canonici § 1325… §2. Si alguien después de haber recibido el bautismo, conservando el nombre de cristiano, niega pertinazmente alguna de las verdades que han de ser creídas con fe divina y católica, o la pone en duda, es hereje; si abandona por completo la fe cristiana, es apóstata; finalmente, si… se niega a comunicar con los miembros de la Iglesia que le están sometidos, es cismático.

[10] Santo Tomás de Aquino: «Y puesto que la consagración de la eucaristía es un acto dependiente de la ordenación sacerdotal, los que se han separado de la Iglesia por herejía, cisma o excomunión, pueden, efectivamente, consagrar la eucaristía, la cual, aunque haya sido consagrada por ellos, contiene el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo. Sin embargo, no consagran lícitamente, sino que pecan consagrando así. Por consiguiente, no reciben el fruto del sacrificio, que es el sacrificio espiritual.» -Summa teológica. Fuente. «A estos juicios de los Sumos Pontífices sobre Tomás de Aquino añádase como complemento el testimonio de Inocencio VI: La doctrina de éste [Tomás] aventaja a las demás, exceptuada la canónica, en la propiedad de las palabras, en el modo de la expresión, en la verdad de las sentencias, de tal suerte que nunca a aquellos que la siguieron se les vio apartarse del camino de la verdad; y siempre será sospechoso de error el que la impugnare.» –Aeterni Patris, Papa León XIII.

[11] “Suplir la jurisdicción significa darla en los mismos actos que no tienen jurisdicción de ninguna otra fuente. Por lo tanto, cuando la jurisdicción es suplida por la Iglesia, la persona que actúa carece totalmente de jurisdicción antes y después del acto en cuestión; tiene jurisdicción, suplida por la Iglesia, sólo en el acto mismo.” –Bouscaren & Ellis, Canon Law, A Text and Commentary, 2nd Ed. Bruce, Milwaukee, 1953.
“Como regla, debemos hacer una excepción para el sacramento de la penitencia, que requiere para su validez no solo el poder de orden sino también el poder de jurisdicción. Dado que la jurisdicción reside solo en pastores, se sigue que los cismáticos están habitualmente privados de ella y no pueden absolver válidamente excepto en peligro de muerte, cuando la Iglesia concede jurisdicción a todos los sacerdotes.” –The Nature of the Mystical Body, Ernest Mura, R.S.V., Herder, 1963 (traducido del francés, publicado por primera vez en 1936), pág. 275.

[12] Otros afirman que sólo si el sujeto cometiera pecado mortal, y en su país no hay sacerdote católico (la distancia también fuera otro factor a tomar en cuenta), podría confesarse; debido a esta situación sin precedentes inmensos. Se pone el caso de que dicho sufriera un accidente, lo más probable es que no le llevarían un sacerdote válido, y como antes no confesó el pecado mortal, tendría riesgo de condenarse.

[13] Sería una expresión hipérbole, ya que es dogma que la Iglesia es Apostólica, así que siempre habrá aunque sea un solo obispo que dirá la Misa.

[14] A excepción del bautismo y el matrimonio si se cumplen las tres condiciones.

[15] En tiempos de Noé sólo habían ocho justos, podrían ser ocho católicos que sí lo esperen entonces; o con Noé que es prefigura del Papa y siete representando un cierto número de católicos, el siete de la perfección porque probablemente sean perfectos en la caridad. Sobre esta perfección acá.

[16] Otros afirman que la única solución a la vacancia de la Sede es que vuelva Cristo, sin embargo su regreso no es una solución sino el fin.

[17] Refiriéndose a los protestantes.

[18] Creemos que ya han logrado bastante como para seguir teniendo gente especializada, o en propias palabras suyas: “Nosotros hemos esclavizado definitivamente el pensamiento por el método de la enseñanza visual, que hará que los Goim sean incapaces de reflexionar y los convertirá en animales obedientes; ellos esperarán la demostración de una idea antes de intentar comprenderla. Uno de nuestros mejores agentes en Francia, Bourgois, ha anunciado ya un nuevo sistema de educación intuitiva. Ahora que nosotros poseemos la fuerza, no tenemos necesidad de Goim pensadores, pero nos hacen falta trabajadores, estos materialistas de todo tiempo, consumidores ávidos de todos los bienes terrestres.” Fuente.

[19] Sin embargo el dogma de la Apostolicidad nos hace creer que si quiera un obispo se mantuvo firme y no fue parte de estos sacerdotes. Uno o varios como Mons. Blaise Kurz, de los cuales no se hicieron conocidos por obvias razones. Podríamos incluir a los que formaban parte del disuelto grupo de Sodalitium Pianum.

[20] Hay una fuente histórica que indica que fue la mayoría del clero que se desvió no así la Iglesia Discente.

[21] El que sea obispo válido, y no así sus últimos dos sucesores de su nueva iglesia, uno un simple sacerdote y el otro un laico, y así los que vengan.

[22] «Honra a tu padre y a tu madre… El papa legítimo es padre universal de los cristianos, y la Iglesia es la madre. Además, prestando obediencia a uno que no es papa y tributándole honores papales, se quebranta el primer precepto de la primera tabla, en el cual se ordena: No adores a dios extranjero, ni ídolo, ni estatua, ni semejanza alguna del cielo. ¿Qué otra cosa es el falso papa sino un dios extranjero en este mundo, un ídolo, una estatua, una imagen ficticia de Cristo? Es evidente, pues, que es muy peligroso para cualquier alma cristiana quebrantar, aunque sea por ignorancia, los dos preceptos divinos señalados.» –Tratado del cisma moderno, San Vicente Ferrer, apodado: El ángel del Apocalipsis.

[23] «Pues, de modo semejante, el carácter de los fieles es el que distingue a los fieles de Cristo de los siervos del diablo, ya sea en orden a la vida eterna o en orden al culto de la Iglesia militante. Lo primero se consigue por la caridad y la gracia, como dice la objeción, y lo segundo, por el carácter sacramental. Por donde el carácter de la bestia [Ap. 13,16-17] correspondiente a los réprobos puede entenderse como una malicia obstinada por la que algunos están destinados a la pena eterna, o como profesión de un culto ilícito.» – Suma teológica III 63 a. 3.

[24] Denzinger también contiene errores y herejías condenadas por la Iglesia.

[25] Hacer notar que en actualidad ha crecido el número de quienes afirman que sólo implica la sucesión del poder de orden pero no es así. Más al respecto acá.

[26] Juan XXIII, Pacem in terris, # 14, 11 de abril de 1963: “Entre los derechos del hombre débese enumerar también el de poder venerar a Dios, según la recta norma de su conciencia, y profesar la religión en privado y en público”. Fuente. Esto es herejía. No es un derecho del hombre adorar en público a los dioses falsos. Esto ha sido condenado por muchos Papas. Cuando el teólogo del Santo Oficio, el Padre Ciappi, le dijo a Juan XXIII que su encíclica Pacem in terris contradecía las enseñanzas de los Papas Gregorio XVI y Pío IX sobre la libertad religiosa, Juan XXIII respondió: “No se ofendan por algunos puntos si la mayoría de ellos brillan” (Catholic Restoration, marzo-abril de 1992, Madison Heights, MI, p. 29.)
– Papa Pío IX, Quanta cura: «Con esta idea de gobernanza social, absolutamente falsa, no temen defender la opinión extremadamente dañina para la Iglesia Católica y para la salud de las almas, de Nuestro predecesor Gregorio XVI de la venerable memoria llamada delirio (Eadem Encíclica Mirari), es decir, [dicen los liberales y sectarios:]“ la libertad de conciencia y de cultos es un derecho propio de todo hombre que debe proclamarse y establecerse por ley en toda sociedad y ciudadanos bien ordenados para tener el derecho a la libertad total que no debe ser restringida por ninguna autoridad eclesiástica o civil, en virtud de la cual pueden manifestar y declarar clara y públicamente sus conceptos, sean los que sean, ya sea por palabra, por prensa o de otra manera.» Fuente.
– Papa León XIII, Libertas praestantissimum: «La justicia y la razón prohíben, por tanto, el ateísmo del Estado, o, lo que equivaldría al ateísmo, el indiferentismo del Estado en materia religiosa, y la igualdad jurídica indiscriminada de todas las religiones. Siendo, pues, necesaria en el Estado la profesión pública de una religión, el Estado debe profesar la única religión verdadera, la cual es reconocible con facilidad, singularmente en los pueblos católicos, puesto que en ella aparecen como grabados los caracteres distintivos de la verdad. Esta es la religión que deben conservar y proteger los gobernantes.» Fuente.

[27] Más al respecto escrito por Monseñor Urbina lo encuentra acá.

[28] Ya lo hicieron en: “Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables… Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos.” (Gaudium et spes)

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