La imposibilidad de la evolución de las especies

Por Dr. Homero Johas

     Un ser pertenece a una especie por el examen de sus formas esenciales individuales, afirmándose su identidad de ser individual con una forma universal abstracta, existente solo en la mente de los seres racionales. Existe esa identidad real y es conocida por la razón humana, esta, necesariamente, afirma esa identidad entre el ser individual y el concepto universal. La razón afirma o niega esa identidad: Este ser es hombre; aquel es caballo; aquella es una vid. Las formas universales prescinden del momento inicial y final de existencia del ser individual clasificado: si nació antes o después; si vivió 20 años o 50 años. La mente ve ahí la forma esencial de la especie del ser que existe en si, prescindiendo de sus formas accidentales: cuando, donde, como, cuanto vivió, que cualidad accidental tuvo; que volumen tuvo. Donde el cuando comenzó a vivir, el cuando dejo de vivir, el cuanto duró o dura la vida de un ser individual, nada influye en la esencia y naturaleza del ser que existe o en una u otra especie.

1.- La diferencia del tiempo

     El tiempo de existencia de un ser, de cualquier especie, en el pasado y en el presente, nada influye en la especie a la cual pertenece. Todos los seres, de todas las especies, viven igualmente en el tiempo; pero en momentos diferentes. Todos los seres vivos tienen fecha de nacimiento y de muerte. El tiempo no existe fuera de los cuerpos que tienen su forma específica existente: solo existe en esos cuerpos, a pesar de que también tiene su propia esencia, accidental, y la existencia que viene de fuera de las esencias de los cuerpos con sus esencias específicas. La existencia se compone con la esencia y resulta el ser uno, compuesto, de una especie. No existe esencia existente sin la existencia individual que se compone con esa esencia. Las esencias no existen sin la existencia y las existencias limitadas sin la esencia por la cual se define cual es la especie del ser.

     Donde, incluso, si fuera posible por cualquier medio determinar la fecha de la existencia de un ser del pasado, que habría existido hace millones de años, eso nada significaría para la clasificación de la especie de ese ser. Si por registros históricos, hechos por seres humanos, sabemos que existían seres humanos, hace 500 años, 1000 años, 2000 años, 3000 años,  confiamos en la clasificación hecha por el juicio de otros seres humanos, de nuestra misma especie y conocemos las operaciones racionales de los seres así clasificados: escritos, obras de arte, descubrimientos científicos, hechos históricos. Esto es a pesar de las diferencias de tiempo, de lugar, de volumen, de pesos y de colores. Donde la fecha no influye en la clasificación de la especie de un ser, ya sea vivo o muerto.

2. Medición imposible

     Para que exista medición de un ser es necesario primero la existencia real de ese ser; segundo, el ser racional medible; tercero, un estándar de referencia arbitrario de extensión; y cuarto, que exista el examen comparativo entre la extensión del ser medible y la extensión arbitraria del estándar de referencia. ¿Cómo vamos a medir la fecha de la existencia de cuerpos materiales individuales existentes en la Tierra si ignoramos la edad de la Tierra y de la materia del universo? ¿Y la fecha inicial de los seres de cada especie? ¿Quién puede afirmar que tales seres existieron en la Tierra hace millones de años sin poder afirmar que el universo material y la Tierra existían? Movimientos existentes en el pasado, ya extintos, no pueden ser medidos. No se mide la duración de un movimiento que ya no existe.

     Segundo: si afirman que el hombre no existía en «eras» primitivas, no existía el ser medidor capaz de medir la duración del movimiento de otros seres individuales y de clasificarlos en una u otra especie. El juicio sobre la existencia no basta cuando se quiere hablar también de la «existencia de la especie» del ser individual. Donde en las «eras» consideradas antes de la historia del hombre: no existía medidor de tiempo; clasificador de especie y ni historiador sobre hechos conocidos. Ningún animal irracional dejó libros de ciencia humana; de clasificación de las especies; de la Historia anterior a la Historia. Historia pre-histórica es contradicción.

     Tercero: El estándar arbitrario de medición: el segundo, la hora, el minuto son dimensiones arbitrarias. El día y el año tienen cierta uniformidad solo en la Tierra, pero varían de dimensión conforme a sus posiciones y a la luz recibida del Sol. Los calendarios antiguos no eran uniformes. La duración de los segundos, recientemente, fue definida por cuerpos radioactivos. Donde no es posible medir los años por cuerpos radioactivos y los cuerpos radioactivos por años. Y la uniformidad del movimiento de un cuerpo radioactivo, descubierta en tiempos recientes, jamás pudo o podrá ser comprobada por «años» en cantidad de millones. Los «años» son medidos por los cuerpos radioactivos y la uniformidad del estándar es supuesta y no medida por otro estándar. Es arbitrario suponer tal uniformidad por millones de años, cuando no existía el estándar; cuando no se sabe si existían los cuerpos medidos según cada especie; cuando no existían los seres racionales medidores. ¿Cuándo comenzaron a existir los cuerpos radioactivos? O ¿cómo caen en la Tierra los rayos cósmicos? Si el movimiento de ellos dura millones de «años». La duración del movimiento uniforme de ellos  nunca fue, ni puede ser medida si dura millones años. Relojes radiactivos de baterías en poco tiempo necesita pilas nuevas. La cantidad de masa radioactiva varía en los seres vivos, ya sean las especies, ya sean los individuos; ya sean las partes de los individuos. ¿Y el movimiento es de las unidades individuales de masa, o es de la cantidad total de masa de un cuerpo? ¿El movimiento es acelerado o es desacelerado según las propiedades reales de las fuerzas causantes de la existencia del movimiento? Cualquier universalización como la forma de ese movimiento se ve obstaculizada por la falta de experiencia real y métricas, cuando se pretende que ellos sean los estándares de existencia de seres vivos de duraciones menores que ellos, medidos por ellos. El cuerpo mineral no vive; si por corto intervalo de tiempo integró la cantidad de masa de otro ser vivo, existía antes y después de la vida de ese individuo y ninguna persona mide cualquier tipo de individuos vivos, y específicas variables de ese cuerpo mineral, o integrante de un ser individual vivo.

     Pero, incluso si tal universalización del individuo fuese posible; ella nada determinaría sobre la esencia y la especie del individuo medido.

     Las «eras geológicas», de millones de años, correlativas con «especies» universales de seres individuales vivos, no medidos, y con movimientos extintos, son ficciones interesantes, no la verdad.

3. La imposibilidad de la evolución de las especies

     La clasificación de la especie de un fósil no depende de su edad. Depende de la identidad de sus formas esenciales individuales con los conceptos universales de otros seres, conceptos que son transcendentes a los tiempos y las existencias individuales de los cuerpos materiales. Esos fósiles no tienen las operaciones naturales de los seres vivos, propias de los seres de cada especie. La existencia de una parte de la masa de los cuerpos, sin las otras partes, restringe la posibilidad de la clasificación de un fósil dentro de la especie de un ser vivo actual y completo en su figura y con sus operaciones naturales propias. Por la morfología de la parte, con figura aun persistente, difícilmente se puede determinar la especie del todo individual. Aunque si eso fuera posible, solo es por la identidad entre la forma del pasado y la forma del presente, transcendente a los tiempos, sin evolución de la forma parcial o total de la especie universal.

     Ora, si en el pasado existiese evolución de las especies, no sería en los conceptos universales abstractos que solo existen en las mentes; seria en los individuos concretos que son los que existen en el mundo real, fuera de las mentes. Ora, si estos seres individuales sin vida en sus formas esenciales individuales, cada uno de ellos no pertenecería a una forma específica universal. Cada ser individual tendría evolución propia, individual, de su forma. En ese caso sería destruida la existencia de seres de la misma especie: un ser humano no generaría otro ser humano; un caballo no generaría otro caballo; una vid no generaría otra vid.

     Si así fuera hoy no existirían millones de seres de la misma especie: hombres, caballos, vid. Mas existen. Es absolutamente cierto. Donde la conclusión cierta es: en el pasado no existió evolución de las especies. Si las especies existen en el presente, con millones de individuos de la misma especie, ellos no pueden proceder de millones de otros individuos, cada uno de una especie diferente. La identidad universal actual no puede ser efecto y consecuencia de la pluralidad de causas individuales diferentes entre sí en la especie. La derrota evidente de la “idea” de la evolución de las especies, en el pasado, en el tiempo. La identidad actual exige que esa identidad sea transcendente a los tiempos pasados. El acaso no cambiaría millones de seres individuales diferentes, repentinamente, todos iguales, de la misma especie: tenemos siete mil millones de seres humanos; billones de vacas y caballos. No vinieron de billones de especies diferentes. Luego, si algún fósil del pasado fuera clasificado dentro de una especie hoy existente, solo puede ser clasificado por su identidad formal, esencial, con las formas de los seres de las especies existentes en el presente. La evolución de las especies elimina la identidad de las especies de los seres existentes en presente.

     Si alguna especie se extinguió, varios individuos son clasificados dentro de la misma especie extinta. Si un fósil no es clasificable dentro de ninguna especie; ello en nada altera a los seres existentes como siendo «de la misma especie». Lo idéntico no es diferente. El igual no es diferente. El uniforme no es no uniforme. Es contradicción, perene mudanza de la especie y uniformidad de seres de la misma especie existentes en el presente.

***

{Al no existir la evolución de las especies, mucho menos aún de la doctrina, obsoleto el mismo término de «evolución» incluso. Y aunque suponiendo el aburdo de que existe, aún así la doctrina nunca evolucionará.}

«Acepto sinceramente la doctrina de la fe transmitida hasta nosotros desde los Apóstoles por medio de los Padres ortodoxos siempre en el mismo sentido y en la misma sentencia; y por tanto, de todo punto rechazo la invención herética de la evolución de los dogmas, que pasarían de un sentido a otro diverso del que primero mantuvo la Iglesia; igualmente condeno todo error, por el que al deposito divino, entregado a la Esposa de Cristo y que por ella ha de ser fielmente custodiado, sustituye un invento filosófico o una creación de la conciencia humana, lentamente formada por el esfuerzo de los hombres y que en adelante ha de perfeccionarse por progreso indefinido.

[…]

«Asimismo repruebo el error de los que afirman que la fe propuesta por la Iglesia puede repugnar a la historia, y que los dogmas católicos en el sentido en que ahora son entendidos, no pueden conciliarse con los auténticos orígenes de la religión cristiana. Condeno y rechazo también la sentencia de aquellos que dicen que el cristiano erudito se reviste de doble personalidad, una de creyente y otra de historiador, como si fuera lícito al historiador sostenerlo que contradice a la fe del creyente, o sentar premisas de las que se siga que los dogmas son falsos y dudosos, con tal de que éstos no se nieguen directamente. Repruebo igualmente el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura que, sin tener en cuenta la tradición de la Iglesia, la analogía de la fe y las normas de la Sede Apostólica, sigue los delirios de los racionalistas y abraza no menos libre que temerariamente la crítica del texto como regla única y suprema. Rechazo además la sentencia de aquellos que sostienen que quien enseña la historia de la teología o escribe sobre esas materias, tiene que dejar antes a un lado la opinión preconcebida, ora sobre el origen sobrenatural de la tradición católica, ora sobre la promesa divina de una ayuda para la conservación perenne de cada una de las verdades reveladas, y que además los escritos de cada uno de los Padres han de interpretarse por los solos principios de la ciencia, excluida toda autoridad sagrada, y con aquella libertad de juicio con que suelen investigarse cualesquiera monumentos profanos. De manera general, finalmente, me profeso totalmente ajeno al error por el que los modernistas sostienen que en la sagrada tradición no hay nada divino, o lo que es mucho peor, lo admiten en sentido panteístico, de suerte que ya no quede sino el hecho escueto y sencillo, que ha de ponerse al nivel de los hechos comunes de la historia, a saber: unos hombres que por su industria, ingenio y diligencia, continúan en las edades siguientes la escuela comenzada por Cristo y sus Apóstoles. Por tanto, mantengo firmísimamente la fe de los Padres y la mantendré hasta el postrer aliento de mi vida sobre el carisma cierto de la verdad, que está, estuvo y estará siempre en la sucesión del episcopado desde los Apóstoles; no para que se mantenga lo que mejor y más apto pueda parecer conforme a la cultura de cada época, sino para que nunca se crea de otro modo, nunca de otro modo se entienda la  verdad absoluta e inmutable predicada desde el principio por los Apóstoles.

«Todo esto prometo que lo he de guardar íntegra y sinceramente y custodiar inviolablemente sin apartarme nunca de ello, ni enseñando ni de otro modo cualquiera de palabra o por escrito. Así lo prometo, así lo juro, así me ayude Dios, y estos Santos Evangelios.»

– Papa San Pío X, Sacrorum antistitum.

«… ¿Acaso nos es a nosotros lícito desatar lo que fué condenado por los venerables Padres y volver a tratar los criminales dogmas por ellos arrancados? ¿Qué sentido tiene, pues, que tomemos toda precaución porque ninguna perniciosa herejía, una vez que fue rechazada, pretenda venir nuevamente a examen, si lo que de antiguo fué por nuestros mayores conocido, discutido, refutado, nosotros nos empeñamos enrestablecerlo? ¿No es así como nosotros mismos – lo que Dios no quiera y lo que jamás sufrirá la Iglesia – proponemos a todos los enemigos de la verdad el ejemplo para que se levanten contra nosotos? ¿Dónde está lo que está escrito: No traspases los términos de tus padres [Prov. 22, 28] y: pregunta a tus padres y te lo anunciarán, a tus ancianos y te lo contarán [Deut. 32, 7]? ¿Por qué,pues, vamos más allá de lo definido por los mayores o por qué no nos bastan? Si, por ignorarlo, deseamos saber sobre algún punto, cómo fué mandada cada cosa por los padres ortodoxos y por los antiguos, ora para evitarla, ora para adaptarla a la verdad católica; ¿por qué no se aprueba haberse decretado para esos fines? ¿Acaso somos más sabios que ellos o podremos mantenernos en sólida estabilidad, si echamos por tierra lo que por ellos fué constituido?…»

-Papa San Gelasio, Licet inter varias. Denzinger n. 161

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