Sobre la herejía modernista

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Prólogo del compilador

Hemos querido recoger aquí una serie de documentos a través de los cuales la Iglesia denunció los errores modernistas; quiso poner al descubierto toda la moderna sofistería que ya a finales del siglo XVIII comenzaba a inficionar al pueblo católico; quiso prevenir a este pueblo de la acometida de los lobos y quiso, también, denunciar a los enemigos de la Cruz, ya a principios del siglo XX infiltrados profundamente en el seno de la misma Iglesia, afanados en su destrucción desde dentro al tiempo que arreciaba la acometida extra muros.

Esta acometida no ha cesado, sino que se ha recrudecido, y aquellos errores no solo persisten sino que se han agravado. Y si antes podía oponérseles el talento y el saber de hombres donde todavía brillaba el discernimiento de la mejor escolástica, ahora el nivel intelectual se ha abismado de tal forma que incluso en el mismo seno de la Iglesia con dificultad se encuentran hombres que reúnan la claridad y determinación necesarias para enfrentarse al pensamiento moderno. Donde usamos el término ”pensamiento” de forma convencional, ya que no tenemos ante nosotros un sistema de ideas, un cuerpo de doctrina, una teoría del mundo o una imagen que pueda describirse con justeza, sino un caos donde apenas unos pocos sobrenadan en el ambiente crudamente hedonista y materialista.

Porque han confluido en estos tiempos los dos grandes vicios de los siglos anteriores, y amenazan con aniquilar al hombre. Por un lado, el estatismo monstruoso, fuera de todo control y dueño de medios que nunca antes príncipe alguno pudo imaginar. Por otro, el materialismo exacerbado servido por los modernos medios de producción en masa, que mantienen al hombre continuamente sujeto a sus sentidos, gravado de tal forma que con mucha dificultad puede elevarse al plano del espíritu y con demasiada frecuencia totalmente aplastado bajo la esfera de las cosas materiales, hasta el punto en que ha llegado a considerar como ilusiones vanas lo que son los verdaderos fundamentos de la vida civilizada: que no son materiales, sino metafísicos…

Un Vicario de Jesucristo de 260, Papa San Pío X

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