¿Apostaría con su salvación? Claro que no.

El original tiene otro título, no cuenta con notas de pie de página, y algunos hipervínculos suyos se reemplazó por una versión en español. También se añadió texto nuestro que estará entre llaves: { }

Fuente, 31 de octubre del 2022

Kennedy Hall es un periodista canadiense, autor y experto en internet que cae de lleno en el campo ‘teológico’ de reconocer y resistir.

El 21 de octubre de 2022, escribiendo para Crisis Magazine, Hall publicó una entrada de blog titulada «La apuesta sedevacantista», en la que explica por qué cree que, dejando a un lado todos los argumentos teológicos, en última instancia es una apuesta mucho más segura aceptar a Francisco y a sus cinco predecesores como verdaderos ‘papas’, siempre y cuando uno tamice suficientemente su magisterio en busca de lo que sea herético, erróneo o peligroso para el alma.

Antes de sumergirnos en este tema en detalle, una rápida aclaración será útil. A menudo nos referimos a los que sostienen la posición de reconocer y resistir como «semi-tradicionalistas» (o «semi-tradis» para abreviar). La etiqueta no pretende ser despectiva, sino más bien descriptiva, ya que los que reconocen y resisten afirman: ‘creer en el catolicismo tradicional de antes del Vaticano II y pretenden volver a él’, pero (sin darse cuenta) abrazan todo tipo de ideas que en realidad son incompatibles con la fe católica. De ahí que nos refiramos a ellos como semi-tradis, ya que en realidad sólo aceptan parte de la Tradición.

El artículo de Kennedy Hall: «La apuesta sedevacantista» contiene en pocas palabras todo lo que está mal con la posición de reconocer y resistir, así como todo lo que sus defensores malinterpretan sobre el sedevacantismo. Sin embargo, esto nos brinda una magnífica oportunidad para aclarar las cosas e ilustrar dónde y cómo se equivocan los semi-tradis.

La apuesta de Hall sobre el sedevacantismo se basa, por así decirlo, en el famoso argumento de la apuesta de Blaise Pascal sobre la existencia de Dios: «Si existe Dios y crees, lo ganas todo; si no crees, lo pierdes todo; si no existe Dios y sigues creyendo, no pierdes nada» (tal y como lo resume Hall). La idea que subyace al planteamiento de Hall es asegurar a las personas que no se ven capaces de evaluar adecuadamente todos los argumentos teológicos a favor y en contra del sedevacantismo que es simplemente una «apuesta más segura» adoptar la postura de reconocer y resistir frente al sedevacantismo. En otras palabras, es una posición de: «Digamos que es el Papa, en caso de que realmente lo sea».

Esto puede parecer seguro a primera vista… ¿pero lo es? No a la luz de la enseñanza católica sobre lo que significa que alguien sea el Papa [1]. Es esa enseñanza la que debemos examinar ahora.

El fundamento del sedevacantismo

La convicción de que la posición de r. & resistencia es la alternativa «segura» a un Sedevacantismo más bien «arriesgado» es muy común entre los semi-tradis, pero tiene su origen en un grave malentendido de las cuestiones, empezando por cómo se enmarca incluso la controversia básica.

Aquellos que piensan que el sedevacantismo y la posición de resistencia son en su mayor parte lo mismo y difieren sólo (o principalmente) en que la conclusión teológica del sedevacantismo se arroga altaneramente la autoridad ‘de juzgar’ a un Papa culpable de herejía formal, mientras que el de reconocimiento y resistencia se abstiene ‘humildemente’ de hacer tan peligroso juicio, encontrarán necesariamente convincente la “apuesta sedevacantista” de Hall. Sin embargo, esto no es en absoluto lo que sucede.

La posición del sedevacantismo emergerá rápidamente como la única postura teológica razonable y posible para cualquiera que examine y asienta firmemente a la doctrina verdaderamente católica respecto al Papado. Algunos tradicionalistas piensan erróneamente que todo lo que hay sobre el Papado es que el Papa es la cabeza visible de la Iglesia y que es infalible bajo condiciones extremadamente limitadas.

Hay abundante enseñanza magisterial respecto al Papado que la mayoría de los semi-tradis desconocen, probablemente porque nunca se han topado con ella. Tal vez la razón por la que nunca lo han hecho es que leen literatura popular de reconocer y resistir que es posterior a los 60’s, en lugar de los textos magisteriales reales o libros de teología anteriores a esos años.

He aquí algunos de los pronunciamientos magisteriales menos conocidos sobre la naturaleza y función del Papado, así como sobre la asistencia divina prometida para él, en beneficio de toda la Iglesia:

«…En todos los tiempos se ha predicado como enseñanza del Evangelio que las ovejas fueron confiadas a Pedro por Cristo, para que les proporcionara su alimento, no que Pedro fuera confiado a las ovejas para recibir de ellas su alimento espiritual.» (Papa Pío VI, Bula Super Soliditate) [2]

«Nunca ha habido un enemigo de la religión cristiana que no estuviera simultáneamente en guerra perversa con la Sede de Pedro, ya que mientras esta Sede permaneciera fuerte la supervivencia de la religión cristiana estaba asegurada.» (Papa Pío VII, Encíclica Diu Satis, n. 6)

«Pero si uno desea buscar la verdadera fuente de todos los males que ya hemos lamentado, así como los que pasamos por alto en aras de la brevedad, seguramente encontrará que desde el principio ha sido siempre un tenaz desprecio por la autoridad de la Iglesia. La Iglesia, como enseña San León Magno, en amor bien ordenado acepta a Pedro en la Sede de Pedro, y ve y honra a Pedro en la persona de su sucesor el Romano Pontífice. Pedro todavía mantiene la preocupación de todos los pastores en custodiar sus rebaños, y su alto rango no falla ni siquiera en un heredero indigno. En Pedro, pues, como acertadamente observa el mismo santo Doctor, se fortalece el valor de todos y se ordena de tal modo el auxilio de la gracia divina, que la constancia conferida a Pedro por Cristo es conferida a los apóstoles por Pedro. Es evidente que el menosprecio de la autoridad de la Iglesia se opone al mandato de Cristo y, en consecuencia, se opone a los apóstoles y a sus sucesores, los ministros de la Iglesia que hablan como sus representantes. El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia [Lc 10,16]; y la Iglesia es columna y firmamento de la verdad, como enseña el apóstol Pablo [I Tim 3,15]. A propósito de estas palabras dice San Agustín: «Quien esté sin la Iglesia no será contado entre los hijos, y quien no quiera tener a la Iglesia por madre no tendrá a Dios por padre».

«Por tanto, venerables hermanos, tened presentes todas estas palabras y reflexionad a menudo sobre ellas. Enseñad a los vuestros un gran respeto por la autoridad de la Iglesia, que ha sido establecida directamente por Dios. No desmayéis. Con San Agustín decimos que «a nuestro alrededor rugen las aguas del diluvio, es decir, la multiplicidad de enseñanzas contradictorias. No estamos en el diluvio, pero nos rodea. Estamos presionados pero no abrumados, golpeados pero no sumergidos».» (Papa León XII, Encíclica Ubi Primum, nn. 22-23)

«La Iglesia es la columna y el fundamento de la verdad, toda ella enseñada por el Espíritu Santo. ¿Debe la Iglesia ordenar, ceder o permitir aquellas cosas que tienden a la destrucción de las almas y a la deshonra y detrimento del sacramento instituido por Cristo?» (Papa Gregorio XVI, Encíclica Quo Graviora, n. 10)

[Cristo el Señor] «concedió esta [primacía] sólo a Pedro de entre todos los apóstoles cuando le prometió las llaves del reino de los cielos y le confió la obligación de apacentar las ovejas y los corderos del Señor y el deber de fortalecer a sus hermanos. Quiso que esto se extendiera a los sucesores de Pedro, a quienes puso sobre la Iglesia con igual derecho. Esta ha sido siempre la opinión firme y unánime de todos los católicos. Es dogma de la Iglesia que el Papa, sucesor de San Pedro, posee no sólo la primacía de honor, sino también la primacía de autoridad y jurisdicción sobre toda la Iglesia. En consecuencia, los obispos están sometidos a él.» (Papa Gregorio XVI, Encíclica Commissum Divinitus, n. 10)

«También esta consideración aclara el gran error de aquellos otros que osadamente se aventuran a explicar e interpretar las palabras de Dios por su propio juicio, haciendo mal uso de su razón y sosteniendo la opinión de que estas palabras son como una obra humana. Dios mismo ha establecido una autoridad viva para establecer y enseñar el verdadero y legítimo significado de su revelación celestial. Esta autoridad juzga infaliblemente todas las controversias que se refieren a cuestiones de fe y de costumbres, para que los fieles no se dejen arremolinar por todo viento de doctrina que brota de la maldad de los hombres en el error abarcante. Y esta autoridad infalible y viva sólo actúa en aquella Iglesia que fue edificada por Cristo Señor sobre Pedro, cabeza de toda la Iglesia, jefe y pastor, cuya fe prometió que nunca faltaría. Esta Iglesia ha tenido una línea de sucesión ininterrumpida desde el mismo Pedro; estos pontífices legítimos son los herederos y defensores de la misma enseñanza, rango, oficio y poder. Y la Iglesia está donde está Pedro, y Pedro habla en el Romano Pontífice, viviendo en todo tiempo en sus sucesores y juzgando, proporcionando la verdad de la fe a los que la buscan. Las divinas palabras significan, pues, lo que sostiene y ha sostenido esta Sede romana del bienaventurado Pedro.

«Pues esta madre y maestra de todas las iglesias ha conservado siempre íntegra e incólume la fe que le fue confiada por Cristo Señor. Además, le ha enseñado a los fieles, mostrando a todos los hombres la verdad y el camino de la salvación. Puesto que todo el sacerdocio tiene su origen en esta Iglesia, toda la sustancia de la religión cristiana reside también en ella. La dirección de la Sede Apostólica ha sido siempre activa y, por tanto, debido a su autoridad preeminente, toda la Iglesia debe estar de acuerdo con ella. Los fieles que viven en cada lugar constituyen toda la Iglesia. Quien no se reúne con esta Iglesia, se dispersa.» (Papa Pío IX, Encíclica Qui Pluribus, nn. 10-11)

«Esta cátedra [de Pedro] es el centro de la verdad y de la unidad católica, es decir, la cabeza, madre y maestra de todas las Iglesias, a la que se debe ofrecer todo honor y obediencia. Todas las Iglesias deben estar de acuerdo con ella por su mayor preeminencia, es decir, aquellas personas que son fieles en todos los aspectos….

«Sabéis bien que los más mortíferos enemigos de la religión católica han librado siempre una guerra encarnizada, pero sin éxito, contra esta Cátedra; no ignoran en modo alguno que la religión misma no puede tambalearse ni caer mientras permanezca intacta esta Cátedra, la Cátedra que descansa sobre la roca que las orgullosas puertas del infierno no pueden derribar y en la que está la entera y perfecta solidez de la religión cristiana. Por tanto, por vuestra especial fe en la Iglesia y especial piedad hacia la misma Cátedra de Pedro, os exhortamos a dirigir vuestros constantes esfuerzos para que el pueblo fiel de Francia evite los astutos engaños y errores de estos conspiradores y desarrolle un afecto y obediencia más filial a esta Sede Apostólica. Sed vigilantes de obra y de palabra, para que los fieles crezcan en el amor a esta Santa Sede, la veneren y la acojan con entera obediencia; que ejecuten cuanto la misma Sede enseña, determina y decreta.» (Papa Pío IX, Encíclica Inter Multiplices, nn. 1,7)

«…No basta que los doctos católicos acepten y veneren los citados dogmas de la Iglesia, sino que también es necesario que se sometan a las decisiones que sobre la doctrina emanan de las Congregaciones Pontificias, y también a aquellas formas de doctrina que son tenidas por el común y constante consentimiento de los católicos como verdades y conclusiones teológicas, tan ciertas que las opiniones opuestas a estas mismas formas de doctrina, aunque no puedan ser llamadas heréticas, merecen, sin embargo, alguna censura teológica.» (Papa Pío IX, Carta Apostólica Tuas Libenter; Denzinger n. 1684)

«Tampoco podemos pasar en silencio la audacia de quienes, no soportando la sana doctrina, sostienen que «sin pecado y sin sacrificio alguno de la profesión católica puede negarse el asentimiento y la obediencia a aquellos juicios y decretos de la Sede Apostólica, cuyo objeto se declara que concierne al bien general de la Iglesia y a sus derechos y disciplina, por lo que sólo no toca a los dogmas de fe y costumbres». Pero no se puede encontrar a nadie que no vea y comprenda clara y distintamente cuán gravemente se opone esto al dogma católico del pleno poder dado de Dios por el mismo Cristo Nuestro Señor al Romano Pontífice de alimentar, gobernar y guiar a la Iglesia Universal.» (Papa Pío IX, Encíclica Quanta Cura, n. 5)

«Sólo a los pastores se les dio todo el poder de enseñar, juzgar y dirigir; a los fieles se les impuso el deber de seguir sus enseñanzas, de someterse con docilidad a su juicio y de dejarse gobernar, corregir y guiar por ellos en el camino de la salvación. Así pues, es absolutamente necesario que los simples fieles se sometan de mente y de corazón a sus propios pastores, y que éstos se sometan con ellos a la Cabeza y Pastor Supremo.

«…Es dar prueba de una sumisión que está lejos de ser sincera establecer una especie de oposición entre un Pontífice y otro. Aquellos que, ante dos directivas diferentes, rechazan la actual para aferrarse a la pasada, no dan prueba de obediencia a la autoridad que tiene el derecho y el deber de guiarles; y en cierto modo se asemejan a aquellos que, al recibir una condena, desearían apelar a un concilio futuro, o a un Papa mejor informado.» (Papa León XIII, Carta Epistola Tua)

«Por lo tanto, corresponde al Papa juzgar con autoridad qué cosas contienen los oráculos sagrados, así como qué doctrinas están en armonía y cuáles en desacuerdo con ellos; y también, por la misma razón, mostrar qué cosas deben aceptarse como correctas y cuáles deben rechazarse como inútiles; qué es necesario hacer y qué evitar hacer para alcanzar la salvación eterna. Porque, de otro modo, no habría ningún intérprete seguro de los mandamientos de Dios, ni ninguna guía segura que indicara al hombre el modo en que debe vivir.» (Papa León XIII, Encíclica Sapientiae Christianae, n. 24)

«Porque Aquel que es el Espíritu de Verdad, en cuanto procede tanto del Padre, que es el eternamente Verdadero, como del Hijo, que es la Verdad sustancial, recibe de cada uno tanto su esencia como la plenitud de toda verdad. Esta verdad la comunica a su Iglesia, protegiéndola con su omnipotente ayuda para que no caiga jamás en el error, y ayudándola a fomentar cada día más los gérmenes de la doctrina divina y a hacerlos fructificar para el bienestar de los pueblos. Y puesto que el bienestar de los pueblos, para el cual fue establecida la Iglesia, requiere absolutamente que este oficio continúe para siempre, el Espíritu Santo suministra perpetuamente vida y fuerza para preservar y aumentar la Iglesia. «Yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de Verdad» (Juan XIV 16, 17).» (Papa León XIII, Encíclica Divinum Illud, n. 5)

«…la Iglesia ha recibido de lo alto una promesa que la garantiza contra toda debilidad humana. ¿Qué importa que el timón de la barca simbólica haya sido confiado a manos débiles, cuando el Piloto Divino está en el puente, donde, aunque invisible, Él vigila y gobierna? ¡Bendita sea la fuerza de su brazo y la multitud de sus misericordias!» (Papa León XIII, Alocución a los Cardenales, 20 de marzo de 1900; extraído de Papal Teachings: The Church, p. 349.)

«En la Iglesia católica se encarna el cristianismo. Se identifica con esa sociedad perfecta, espiritual y, en su propio orden, soberana, que es el cuerpo místico de Jesucristo y que tiene por cabeza visible al Romano Pontífice, sucesor del Príncipe de los Apóstoles. Es la continuadora de la misión del Salvador, la hija y la heredera de su redención. Ha predicado el Evangelio, y lo ha defendido al precio de su sangre, y fuerte en la asistencia Divina, y de esa inmortalidad que le han prometido, no hace ningún trato con el error, sino que permanece fiel a los mandatos que ha recibido de llevar la doctrina de Jesucristo hasta los últimos límites del mundo y hasta el fin de los tiempos y de protegerla en su integridad inviolable.» (Papa León XIII, Carta Apostólica Annum Ingressi)

«Por tanto, que también los fieles estén en guardia contra la sobrevalorada independencia del juicio privado y esa falsa autonomía de la razón humana. Porque es muy extraño a todo el que lleva el nombre de cristiano confiar en sus propias facultades mentales con tanto orgullo como para estar de acuerdo sólo con aquellas cosas que puede examinar por su naturaleza interna, e imaginar que la Iglesia, enviada por Dios para enseñar y guiar a todas las naciones, no está al corriente de los asuntos y circunstancias actuales; o incluso que deben obedecer sólo en aquellos asuntos que ella ha decretado por solemne definición, como si sus otras decisiones pudieran presumirse falsas o que no presentan suficientes motivos de verdad y honestidad. Muy al contrario, una característica de todos los verdaderos seguidores de Cristo, letrados o iletrados, es dejarse guiar y conducir en todas las cosas que tocan a la fe o a las costumbres por la Santa Iglesia de Dios a través de su Pastor Supremo el Romano Pontífice, quien a su vez es guiado por Jesucristo Nuestro Señor.» (Papa Pío XI, Encíclica Casti Connubii, n. 104)

Podríamos seguir y seguir, pero tenemos que parar en algún sitio. Más citas sobre el Papado y la Iglesia pueden encontrarse en:

La doctrina católica sobre el papado: Una colección de citas de documentos magisteriales

Cualquiera que acepte las enseñanzas que acabamos de exponer, como deben hacerlo los católicos, comprenderá rápidamente que aquí sólo hay dos alternativas a priori: o bien los «Papas» desde los 60’s son legítimos, y entonces debemos tragarnos toda la revolución ‘conciliar’; o bien no son legítimos, y sólo eso puede permitirnos rechazar su ‘magisterio’. Una posición intermedia -que acepte a estos hombres como ‘Papas’ válidos, pero luego rechace lo que enseñan, decretan y establecen en el ejercicio oficial de su cargo- claramente no es una opción. Lejos de ser «segura», coloca a la gente en la posición subjetiva de rechazar la sumisión al hombre aceptado como Romano Pontífice, lo cual es la definición misma de cisma: «La negativa a someterse a la autoridad del Papa o a comulgar con los miembros de la Iglesia sometidos a él» (A Catholic Dictionary, p. 451).

Así vemos que la conclusión de que Jorge Bergoglio (Francisco) y sus cinco predecesores de infausta memoria no son verdaderos Papas; es una conclusión basada en la aceptación leal de la enseñanza católica respecto al Papado y el deseo de evitar el cisma. La conclusión que lleva a que está la sede vacante es, por tanto, una conclusión necesaria, que no puede ser errónea.

Nótese que en todo esto, no hemos «juzgado al Papa». Más bien, hemos llegado al juicio cierto de que Jorge Bergoglio no es el Papa porque no es posible que lo sea, {nunca lo fue}. Cualquier otra conclusión implicaría un rechazo de la doctrina católica, o nos obligaría a negar lo que tenemos delante (es decir, la evidente divergencia de la religión del C. Vaticano II con respecto al catolicismo, hasta el punto de que “su líder” enseña ahora que: “El pluralismo y la diversidad de religión… son expresión de una sabia voluntad divina” porque son un «enriquecimiento» para la humanidad y demuestran que hay muchas «maneras diferentes de llegar a Dios«).

Es cierto que la posición sedevacantista que es la única católica: plantea toda clase de otras cuestiones y dificultades, pero eso no cambia la verdad del asunto, ya que la conclusión, como hemos visto, es necesaria.

Una respuesta punto por punto al artículo de Kennedy Hall

El Sedevacantismo y el «Papa haereticus”

Revisemos ahora el artículo del Sr. Hall en detalle. Citaremos cada parte de su artículo y responderemos sobre la marcha:

‘A medida que las cosas se calientan en la Iglesia, y como incluso obispos diocesanos de la corriente principal y el clero están cuestionando si el Papa Francisco ha publicado material o herejía formal, la pregunta persistente de si el «Papa es el Papa» está circulando.

‘Personalmente, no suscribo la noción de que el Papa, Francisco o cualquier otro, ha perdido su oficio, y por lo tanto no soy un sedevacantista y nunca lo seré. Ahora bien, esto no quiere decir que las «sedes», como se les llama, no presenten argumentos de peso. Es cierto, hay grandes santos y teólogos del pasado que han opinado sobre cómo sería una época en la que el Papa promulgara herejías o causara un gran escándalo a los fieles.’ (Kennedy Hall, «The Sedevacantist Wager», Crisis Magazine, 21 de octubre de 2022).

Nótese en primer lugar que Hall equipara el sedevacantismo con la idea de que un verdadero Papa ha perdido su oficio. Mientras que hay algunos sedevacantistas que creen que Juan XXIII y Pablo VI comenzaron como verdaderos Papas y posteriormente perdieron su oficio, nadie cree eso con respecto a {Juan Paulo II, Benedicto XVI,} Francisco. El P. Anthony Cekada (1951-2020) escribió sobre esto hace muchos años:

Bergoglio no tiene Nada que Perder – como el papado, por ejemplo.

● Atrapado en una rodera: El antisedevacantismo en la era de Bergoglio

Ahora bien, puede entenderse que el Papa se convierte en hereje de dos maneras: (a) en el ejercicio oficial de su magisterio; (b) como persona particular. La primera de estas alternativas, (a), es absolutamente imposible, pues significaría la defección de la Iglesia, lo cual es herético y absurdo (a pesar de lo que diga Eric Sammons). Sólo en el segundo sentido, (b), los teólogos han admitido la posibilidad al menos en teoría.

Muchos, entre ellos San Roberto Belarmino, no creían posible que ocurriera realmente en la práctica, pero como no podían demostrarlo, estaban dispuestos a contemplar la posibilidad teóricamente. De ahí que Belarmino afirmara:

«Es probable y puede piadosamente creerse que no sólo como ‘Papa’ el Sumo Pontífice no puede errar, sino que no puede ser hereje ni siquiera como persona particular creyendo pertinazmente algo falso contra la fe» (De Romano Pontifice, Libro IV, Capítulo 6)

Mientras que al mismo tiempo argumentaba extensamente lo que sucedería si un Papa se convirtiera en hereje como persona particular.

Hemos expuesto una argumentación ampliamente documentada sobre todo el asunto del «Papa haereticus» en el siguiente estudio:

La Carta Abierta que acusa a Francisco de Herejía: Un Análisis Sedevacantista

Lo más importante es recordar que la cuestión del «Papa haereticus» es discutible con respecto a Francisco porque ha promulgado la herejía en el ejercicio oficial de su magisterio[3], que es precisamente lo que es absolutamente imposible porque manifiestamente incompatible con toda la enseñanza católica sobre el Papado citada y referenciada anteriormente.

Podemos ver, entonces, que es erróneo por parte de Hall reducir la conclusión teológica del sedevacantismo a la de un ‘Papa’ que se convierte en hereje; y es inexacto por su parte decir que «hay grandes santos y teólogos del pasado que han opinado sobre cómo sería en una época en la que el Papa promulgara la herejía…», ya que sus disputas sólo se referían al Papa que se convierte en hereje a título de persona particular, no como cabeza de la Iglesia ejerciendo su magisterio.

Continúa Hall:

‘Sin embargo, por fuertes que sean esos argumentos, creo que en última instancia no pueden ser tomados como dogmáticos, ya que nunca ha habido una enseñanza definitiva sobre cómo un Papa podría perder su cargo, o qué deberíamos hacer si lo hiciera. En definitiva, son preguntas a las que no puedo responder, y espero el día -si es que llega- en que se haga un pronunciamiento dogmático para zanjar esta cuestión.’

Como acabamos de mostrar, el asunto es irrelevante, ya que no estamos hablando de un “Papa” que  perdió su cargo después de haberse convertido en hereje como persona particular.

Hall continúa:

‘Mientras tanto, nos quedamos con un poco de lío, y hay almas que consideran seriamente la idea de que Francisco no es el Papa, o que uno de sus predecesores puede no haber sido el Papa tampoco. Mi intención aquí no es discutir con los sedevacantistas -desde mi experiencia es una tarea un poco ingrata, al menos en las redes sociales- sino considerar lo que cualquier consideración de la posición sedevacantista podría hacer a nuestra catolicidad.’

{Recurrir a lo subjetivo: ‘mi experiencia es una tarea un poco ingrata’ no suma a su argumento, solo le resta, porque así también hay experiencias ingratas nuestras con ellos}

Sí, ¿qué podría hacer el sedevacantismo a nuestra catolicidad? Es una gran pregunta. Vamos allá.

El argumento de la “Adecuación”

Hall continúa:

‘De nuevo, no juzgo a ningún individuo que cuestione este papado u otro. Sólo estoy ofreciendo algunos puntos para la consideración de los católicos que se encuentran entre la proverbial «roca y un lugar duro» mientras sufrimos por este papado.

‘Cuando se lee al Aquinate se encuentran, por supuesto, argumentos lógicamente sólidos e invencibles sobre una serie de dilemas teológicos. El Aquinate presenta algo parecido a las matemáticas teológicas, es decir, presenta argumentos que ofrecen la certeza moral de que no se podría presentar ningún contraargumento más sólido. Sin embargo, en las obras del Doctor Angélico, también encontramos una línea de argumentación o especulación que es más etérea, lo que no quiere decir menos lógicamente invencible.

‘Hay ciertas cuestiones teológicas que son difíciles de responder, como por qué Cristo tuvo que morir de la manera exacta en que lo hizo, o por qué tuvo que ser Roma y no otro lugar donde se estableció la Iglesia. Hay, por supuesto, buenas razones para ello. Pero cuando el Aquinate llega a lo que podría ser un callejón sin salida para algunos en la consideración de tales cuestiones, a veces ofrece la siguiente respuesta: Esto es así porque conviene que así sea.

‘En otras palabras, es así porque en la sabiduría de Dios es conveniente que los católicos tengan una fe, una Iglesia y un Salvador de la manera en que los tienen.

‘Me gustaría ofrecer al lector que yo veo el papado de tal manera. Aunque veo el potencial de los argumentos de algunos sedevacantistas, no puedo seguirlos porque creo que no es apropiado que no haya Papa. Tómelo como quiera, pero es lo que creo.’

Este es un argumento extremadamente miope. Está bien argumentar desde la idoneidad, pero entonces debemos mirar el cuadro completo, no sólo un pequeño recorte del mismo.

En primer lugar, aclaremos que, en realidad, Hall no sólo argumenta que no es adecuado que no haya Papa en este momento; también argumenta, al menos implícitamente, que es más adecuado que Jorge Bergoglio sea el Papa que no haya Papa en absoluto. En otras palabras, sostiene que tiene más sentido para la Iglesia Católica tener a un apóstata manifiesto descarriando al rebaño de Cristo -que cada oveja individual debe reconocer y resistir ‘heroicamente’- que dejar a ese rebaño, según todas las apariencias, sin un pastor supremo visible por el momento {los obispos también son pastores}. Pero, ¿tiene eso algún sentido? ¿Es: 1. realmente mejor tener un malvado o falso pastor (lobo) devorando el rebaño (resultando en genocidio espiritual para todas aquellas ovejas que no lograron escapar o luchar) o 2. no tener ningún pastor cuidando el rebaño (resultando en la dispersión de las ovejas – cf. Mc 14,27)[4]?

Ahora bien, está claro que cualquiera de los dos escenarios sería intensamente angustioso para el Cuerpo Místico de Cristo; pero sólo uno de los dos es directamente contrario a las promesas de Cristo para el Papado y a la clara enseñanza de la Iglesia; mientras que el otro fue incluso profetizado en la Sagrada Escritura y en la Tradición y, como mínimo, deja espacio para la incertidumbre en cuanto a lo que realmente le está sucediendo al Cuerpo Místico. La primera aboga por una ‘iglesia’ tránsfuga firmemente en las garras de falsos pastores; la segunda, por una Iglesia sin pastor supremo y en gran desamparo.

Kennedy Hall está buscando problemas con su argumento de la conveniencia, porque a menos que uno entienda el cuadro completo, es muy fácil ser llevado por mal camino de esta manera. ¡Cuántos herejes negaron que fuera apropiado que Dios mismo se encarnara, sufriera y muriera, y sin embargo lo hizo! ¡Cuántos pensaron que no era apropiado que Jesucristo fuera una Persona con dos naturalezas, y sin embargo lo es! Y ¡cuántos pensaron que no era apropiado que Cristo estuviera verdadera y sustancialmente presente en la Sagrada Eucaristía bajo las apariencias del pan y el vino, aunque definitivamente lo está!

¿Puede Hall estar tan seguro de que no nos conviene carecer de un Papa en la actualidad, especialmente considerando lo que propone como alternativa? Qué respuesta dará a San Pablo, que escribió:

«No os dejéis seducir de nadie en ninguna manera, porque no vendrá este día sin que primero haya acontecido la apostasía casi general de los fieles, y aparecido el hombre del pecado, el hijo de la perdición, el cual se opondrá a Dios, y se alzará contra todo lo que se dice Dios, o se adora, hasta llegar a poner su asiento en el templo de Dios, dando a entender que es Dios. ¿No os acordáis que, cuando estaba todavía entre vosotros, os decía estas cosas? Ya sabéis vosotros la causa que ahora la detiene, hasta que sea manifestado en su tiempo señalado. El hecho es que ya va obrando el misterio de iniquidad; entretanto el que está firme ahora, manténgase, hasta que sea quitado el impedimento. Y entonces se dejará ver aquel perverso, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca, y destruirá con el resplandor de su presencia, a aquel inicuo que vendrá con el poder de Satanás, con toda suerte de milagros, de señales, y de prodigios falsos, y con todas las ilusiones que pueden conducir a la iniquidad a aquellos que se perderán, por no haber recibido y amado la verdad a fin de salvarse. Por eso Dios les permitirá que obre en ellos el artificio del error, con que crean a la mentira» (II Tesalonicenses 2,3-11. Biblia Torres Amat)

El cardenal Henry Edward Manning (1808-1892), basándose en su extenso estudio de la Tradición Católica, ha demostrado que se trata de una profecía probable de la destitución del Papa por un tiempo para permitir que el «misterio de la iniquidad» gane la mano con el fin de marcar el comienzo del reinado del Anticristo, que está profetizado en el libro de Daniel, en 2 Tesalonicenses, y por supuesto en el Apocalipsis.

Si no es conveniente que no haya Papa, mucho menos lo es que el Papa ya no conduzca almas al Cielo sino al infierno. El Papado fue hecho para las almas; las almas no fueron hechas para el Papado (cf. Mc 2,27). El papado no es un fin en sí mismo. Tiene un propósito, y el mismo Dios que fundó el Papado también le ha dado todos los medios necesarios para lograr su fin, incluso en contra de todos los fallos humanos y la corrupción, hasta el final de los tiempos. Una vez más, no estamos hablando de una obra humana, sino de la obra de Dios [5]. No podemos mirar esto sólo con ojos humanos.

Es crucial comprender que la enseñanza católica sobre el papado no es simplemente normativa, sino descriptiva. Es decir, no proporciona simplemente una norma que se deba seguir del Papa (como: El Papa debe enseñar una doctrina segura y conducir a las almas a la vida eterna), sino que describe lo que todos y cada uno de los Papas hacen realmente en virtud de su cargo (como: El Papa enseña de hecho una doctrina segura y conduce a las almas al Cielo).

Considerar la enseñanza sobre el Papado como meramente normativa no serviría de nada y no probaría en absoluto la ayuda divina. ¿Y qué si se «supone» que el Papa enseña de acuerdo con el Depósito de la Fe si en realidad no lo hace? ¿Cómo podría eso convertir al Papa en un guía más fiable de la Fe que el dependiente del supermercado, el dentista o el conductor del autobús escolar? Además, ¿a quién seguiría un católico si no es al Papa? «Señor, ¿a quién iremos?» (Jn 6,69).

No, cuando el Concilio Vaticano de 1870 enseña que «el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro no para que, por su revelación, dieran a conocer alguna nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, custodiaran religiosamente y expusieran fielmente la revelación o depósito de la fe transmitida por los apóstoles» (Pastor Aeternus, cap. 4), afirma que el magisterio del Papa está divinamente asistido para excluir la posibilidad de que el Papa extravíe a la Iglesia con «alguna doctrina nueva» de su propia cosecha. Ese es el milagro divino del papado, y no lo que enseñan ridículamente, es decir, la idea blasfema de que los Papas son guías seguros y fiables ‘a veces la mayor parte del tiempo.’ {Sin embargo son la regla recta de fe a seguir, o sea todo el tiempo que manifiesten su cargo}.

Lo que podemos decir con absoluta certeza, entonces, es que no es apropiado que alguien sea Papa y, sin embargo, no coincida con la descripción del Papado que la santa fe católica nos da. No es adecuado porque no es posible, y no es posible porque implica una contradicción.

Para reducir las cosas a lo esencial, podemos decirlo así: Una Cátedra de Pedro vacante es posible; una ‘cátedra’ tránsfuga, no. Si bien es cierto que se trata de algo más que de una cátedra vacante, ninguna de las dificultades que surgen del reconocimiento de la vacante puede superar la imposibilidad de un ‘papado’ defectuoso, que significaría la refutación del catolicismo.

El misterio es compatible con el catolicismo, pero la contradicción no lo es. A nuestros adversarios les gusta decir que el sedevacantismo es un callejón sin salida, pero es todo lo contrario: Un callejón sin salida es lo que encontramos en su posición {anticatólica} de reconocer y resistir, mientras que en el sedevacantismo encontramos un final abierto. Eso, al menos, queda claro cuando aceptamos a la Iglesia católica como lo que realmente es: una institución sobrenatural y divina, no la mera obra de los hombres. La idea semi-tradi de «arreglar» la ‘iglesia’ tránsfuga con un ‘papa’ mejor en el futuro puede tener sentido para quien considera que la ‘Iglesia católica’ es una obra humana, pero ésa no es la Iglesia de Jesucristo, que es para siempre «columna y fundamento de la verdad» (I Tim 3,15). {O sea sin contradicciones en su doctrina}

La posición católica que afirma la vacancia de la sede apostólica, por tanto, trata en primer lugar de ofrecer un diagnóstico correcto de la situación.

Analizando el argumento de la apuesta

Debemos volver al artículo de Hall. Ahora llega al argumento de la apuesta:

‘Hagamos una apuesta.

‘Todos hemos oído hablar de la apuesta de Pascal en referencia a la cuestión de la existencia de Dios. Es más o menos como sigue: Si Dios existe y tú crees, lo ganas todo; si no crees, lo pierdes todo; si Dios no existe y tú sigues creyendo, no pierdes nada.

‘Básicamente, creer en Dios y actuar como si existiera no te cuesta nada a largo plazo si Dios no existe. ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Que te comportes con demasiada moral?

‘El ateo podría replicar que sería una vida desperdiciada vivir según las supuestas leyes de Dios, ya que no tiene sentido eterno porque no hay vida después de la muerte. Pero el ateo traiciona su falta de capacidad de razonamiento cuando dice esto, porque si no hay vida después de la muerte, entonces no debería preocuparle cómo vives tu vida presente, que no significará nada, igual que la suya.

‘En cualquier caso, creo que podemos tomar esta lógica y hacer [sic] la «Apuesta Sedevacantista».

‘Supongamos que hay un Papa y que tenemos que estar en la Iglesia donde él reina para salvarnos – normalmente hablando. Entonces debemos hacer exactamente eso. Si nos sometemos al Papa -de una manera correctamente entendida- entonces no perdemos nada en última instancia y evitamos el riesgo de perderlo todo. Si no hay Papa, pero en nuestro sentido católico actuamos como si lo hubiera, ¿qué podríamos perder?

‘¿Estaremos ante Dios al final de nuestras vidas y seremos castigados por rezar demasiado por Francisco o por cualquier otro Papa?’

Obsérvese que en su apuesta, Hall incluye algunas curiosas salvedades que, por desgracia, no desarrolla, aunque todo su argumento se base en ellas: «normalmente hablando» y «de una manera correctamente entendida». No explica a qué se refiere exactamente con estos calificativos explosivos, pero eran lo suficientemente importantes como para incluirlos.

De todos modos, analicemos esta apuesta paso a paso:

«Supongamos que existe un Papa y que tenemos que estar en la Iglesia donde él reina para salvarnos -normalmente hablando-. Entonces debemos hacer precisamente eso». Sí, así es siempre en la Iglesia católica, no sólo normalmente: «…declaramos, proclamamos, definimos que es absolutamente necesario para la salvación que toda criatura humana esté sujeta al Romano Pontífice» (Papa Bonifacio VIII, Bula Unam Sanctam); «La fe nos ordena sostener que fuera de la Iglesia Apostólica Romana ninguna persona puede salvarse, que ella es la única arca de salvación, y que quien no quiera entrar en ella perecerá en las aguas del diluvio» (Papa Pío IX, Alocución Singulari Quadam).

Pero ser y permanecer en esta Iglesia como miembros requiere algo más que rezar simplemente por el hombre reconocido como Papa. En su encíclica de 1928 contra los errores incipientes del ecumenismo, el Papa Pío XI aclaró que sólo hay una Iglesia fundada por Jesucristo, y «en esta única Iglesia de Cristo no puede estar ni permanecer ningún hombre que no acepte, reconozca y obedezca la autoridad y supremacía de Pedro y de sus legítimos sucesores» (Mortalium Animos, n. 11).

«Si nos sometemos al Papa -de una manera correctamente entendida- entonces no perdemos nada en última instancia y evitamos el riesgo de perderlo todo». Toda la posición de reconocer y resistir está convenientemente envuelta en esa frase que suena inofensiva, «de una manera correctamente entendida». Si se omitiera, se derrumbaría, y entonces Hall no podría suscribir su propia propuesta.

Podemos ilustrar esto de forma muy sencilla. Recordemos que antes vimos la enseñanza del Papa León XIII:

«Por lo tanto, corresponde al Papa juzgar con autoridad qué cosas contienen los oráculos sagrados, así como qué doctrinas están en armonía y cuáles en desacuerdo con ellos; y también, por la misma razón, mostrar qué cosas deben aceptarse como correctas y cuáles deben rechazarse como inútiles; qué es necesario hacer y qué evitar hacer para alcanzar la salvación eterna. Porque, de otro modo, no habría ningún intérprete seguro de los mandamientos de Dios, ni alguna guía segura que indicara al hombre el modo en que debe vivir.» (Papa León XIII, Encíclica Sapientiae Christianae, n. 24)

Ahora, si sustituimos «el Papa» por «Francisco», este texto se convierte en una grotesca instrucción sobre cómo perder el alma:

¿Suscribiría Kennedy Hall a eso? Difícilmente. Él nunca apostaría su alma en eso, precisamente porque reconocería que no es seguro sino increíblemente peligroso.

Aquí, por supuesto, es precisamente donde entra el conveniente calificativo de Hall: «de una manera correctamente entendida». La manera de salir de su dilema, él simplemente afirmará que cualquier cosa en el magisterio del Novus Ordo que sea herética, errónea, sacrílega, blasfema, o de otra manera dañina, requiere nuestra ‘resistencia’, y eso es exactamente lo que significa un entendimiento «apropiado» de la ‘sumisión’.

Muy bien, entonces, que Mr. Hall proporcione pruebas de manuales de teología católica anteriores a los 60’s o directamente de las enseñanzas magisteriales de los Papas de que: (a) es posible que el magisterio papal (u otros actos papales oficiales) contengan herejía, error perjudicial, sacrilegio, indecencia o blasfemia; y que (b) la carga de descubrirlo recae sobre cada creyente católico, o sobre aquellos clérigos a los que cada bautizado decida adherirse, aun a sabiendas de que también ellos pueden inducirle a error; y que (c) cada creyente debe entonces montar una seria resistencia contra el ‘papa’ y quienes escandalosamente le siguen.

No contengan la respiración, amigos. Hall no podrá presentar ninguna prueba de ese tipo porque no existe. Siempre que los semi-tradis tengan que presentar pruebas de resistencia, recurrirán a argumentos que hablen de cómo hay que resistirse a las órdenes pecaminosas de los superiores individuales {no del papado}. Y así es, pero aquí no se trata de órdenes pecaminosas, como si el problema con Francisco fuera que constantemente ordena a sus camaradas: robar, asesinar, fornicar o calumniar. No, el problema es que Bergoglio, en el ejercicio ‘oficial’ enseña herejía, blasfemia y otras cosas escandalosas a toda su ‘iglesia’; que ‘declara’ oficialmente a pecadores públicos {herejía, blasfemia} como a Paulo VI como ‘santos’ dignos de veneración e imitación; y que ‘legisla’ disciplinas malvadas en toda la Iglesia (como ‘sacramentos’ del Novus Ordo para adúlteros impenitentes) e impone ‘leyes’ litúrgicas malvadas.

Tales cosas son imposibles de hacer para un verdadero Papa, y para ello sí tenemos evidencia magisterial. Además de todas las enseñanzas ya citadas, considere también lo que enseñó el Papa Pío IX:

«Os felicitamos, por tanto, por el hecho de que, aunque sufráis, sin duda, por la defección de vuestros hermanos, alejados de vosotros por el soplo de una pérfida enseñanza, no os turbáis por todo ello, e incluso os sentís estimulados por su error a recibir con mayor disposición y a seguir con más celo no sólo las órdenes, sino incluso todas las directrices de la Sede Apostólica; y haciendo así estáis seguros de que no podéis ser engañados ni traicionados.» (Carta Apostólica Didicimus Non Sine; extraída de Papal Teachings: The Church, n. 439).

¿Afirmaría Kennedy Hall que adhiriéndose lealmente a las ‘órdenes, enseñanzas y directivas’ de Francisco, uno está seguro de no ser engañado o traicionado? Por supuesto que no.

Esto significa que Hall sólo tiene una solución: Debe rechazar la sumisión a Francisco en todo lo que él personalmente considere incorrecto, dañino, falso, blasfemo, intolerable, etc. Esto no siempre es fácil, y como la autoridad última para dirimir tales asuntos (el ‘papa’) ha sido rechazada por él y sus colegas semi-tradis, no tardarán en estar en desacuerdo entre sí sobre qué es exactamente lo que hay que resistir y qué está bien aceptar, sin que haya manera posible de resolver nunca el desacuerdo.

Por lo tanto, Hall se enfrenta a un dilema: si rechaza el ‘magisterio’ de Francisco, estará negándose a someterse al hombre que acepta como ‘papa’, lo que constituye la definición de cisma. Pero si se somete a Francisco de la forma en que un católico debe someterse al que fuese ‘papa’, entonces ya no puede mantener la fe católica, la que Bergoglio repudia, y será culpable de aceptar la herejía, el sacrilegio, la blasfemia y todo lo demás que el circo conciliar tiene para ofrecer.

Precisamente, ¿qué hay de seguro en tal postura? ¿Cómo es que adoptar tal postura significa que «en última instancia no perdemos nada y evitamos el riesgo de perderlo todo»?

«Si no hay Papa pero en nuestro sentido católico actuamos como si lo hubiera, ¿qué podríamos perder?». Su Fe, su esperanza y su caridad, Sr. Hall en dos palabras: su alma. Si le sigue y le lleva por mal camino, su alma está en grave peligro; pero si se niega a seguirle para que no le lleve por mal camino, su alma también está en grave peligro, ya que Cristo le exige que siga al Papa, a quien ha dado, por medio de San Pedro, las llaves del reino de los cielos (véase Mt. 16, 18-19).

Desgraciadamente, Hall parece totalmente ajeno a lo que significa realmente la sumisión al Papa cuando pregunta:

‘¿Estaremos ante Dios al final de nuestras vidas y seremos castigados por rezar demasiado por Francisco o por cualquier otro Papa?’

Sin duda, también hay muchos anglicanos que rezan por Jorge Bergoglio y no le siguen en sus enseñanzas. Pero eso no los convierte en católicos.

Hall continúa:

‘Es católico creer y actuar como si hubiera un Papa, ya que así es como han vivido siempre los católicos. En una palabra, es adecuado vivir y pensar como tal.’

No, no es católico «creer y actuar como si hubiera un Papa» si el hombre que ocupa la Cátedra de San Pedro claramente no coincide en modo alguno con la descripción de lo que es y hace un Papa católico; si, de hecho, es un apóstata manifiesto cuya tarea infernal parece ser obviamente destruir tantas almas como pueda influenciar. Tampoco es «apropiado» aceptar a un hombre así como ‘papa’, especialmente si uno de los requisitos para dicha aceptación es que le neguemos la sumisión, un completo absurdo teológico.

La única razón por la que Hall y sus cofrades de «reconocer y resistir» pueden ser tan generosos al aceptar la pretensión de Bergoglio al papado -incluso declarando que es el camino más seguro- es que se reservan el derecho a negarle la sumisión «cuando sea necesario». Pero si él es el ‘papa’, entonces tal derecho no existe ni puede existir.

Es de suma importancia reconocer que el Papado es real, no es sólo una etiqueta. Sólo alguien que no acepta la enseñanza de la Iglesia sobre el Papado – alguien que básicamente considera que «Papa» es un mero título, sin ninguna realidad significada por él – podría decir que aceptar a Francisco como un verdadero ‘papa’ mientras se rechaza su magisterio es una ‘posición segura’.

Podríamos llamar a estas personas «nominalistas papales», porque el Papado es para ellos sólo un nombre. ¡Y cómo podría ser de otra manera, viendo que tienen que vaciar al Papado de todo significado para poder afirmar que Jorge Bergoglio lo ostenta! Aparentemente, tener un cuerpo físico para ocupar una silla de ‘mando’ es más importante para estas personas que el cargo en sí. Prefieren que el cargo carezca de sentido a no poder señalar a una persona concreta que lo ocupe. ¿No es al revés? ¿De qué sirve tener un Papa si ser Papa no tiene ningún significado real? ¿Cómo puede ser eso «adecuado»?

Llegamos a los dos últimos párrafos del artículo de Hall. Él escribe:

‘Incluso si los sedevacantistas tuvieran razón -lo que no creo que sea cierto- corren un gran riesgo si están equivocados. Por supuesto, si alguien está confundido, eso es una cosa -Dios conoce el corazón-; pero si uno vive una vida anatematizando a otros católicos por una opinión que no tienen por qué dogmatizar, entonces esto presenta un grave problema.’

Teniendo en cuenta lo angustiosos y confusos que son los tiempos que corren, es indiscutible que debemos ser indulgentes con las personas que desean sinceramente ser auténticamente católicas y no comparten la postura sedevacantista porque creen que es inaceptable. Sin embargo, no debemos convertirnos en relativistas o subjetivistas. Hay una verdad real y objetiva en cada uno por descubrir, y esa verdad es objetivamente vinculante para nosotros los católicos. Como hemos visto, el sedevacantismo no se basa en una «opinión» que arrogantemente pretendemos «dogmatizar». Se basa en lo que la propia Iglesia Católica enseña sobre el Papado y la Iglesia, y es tan vinculante para las personas como lo es esa enseñanza. {No es necesario recibir algún anatema para dejar de ser católico, y ellos al contradecir la doctrina católica y entrar en cisma: no lo son}.

La siguiente conferencia, transcrita con toda la documentación necesaria, expone este argumento de forma muy convincente:

Eclipse de la Iglesia: El caso del sedevacantismo

No, no corremos un grave riesgo si nos equivocamos. Porque incluso si, por imposible, Bergoglio resultara ser un verdadero ‘papa’, no seríamos culpables de cisma, ya que sinceramente no lo creemos un verdadero Papa y nos consideramos exentos del deber de someternos a él por esa sola razón {porque adherirnos al dogma nos impide la equivocación}. He aquí lo que escribió uno de los canonistas más célebres del siglo XX en su magnífico tomo de siete volúmenes sobre el derecho de la Iglesia:

“Por último, no se puede considerar cismáticos a los que se niegan a obedecer al Romano Pontífice por considerar sospechosa su persona o, a causa de los rumores generalizados, su dudosa elección (como sucedió tras la elección de Urbano VI), o que se resisten a él como resistir a autoridad civil y no como a pastor de la Iglesia.” (Rev. Franz Xaver Wernz, S.J., Ius Canonicum, ed. por el P. Pietro Vidal, S.J. [Roma: Universidad Gregoriana, 1937], vol. 7, n. 398. Traducido por el P. Anthony Cekada en, «¿He Rechazado al Papa?»).[6]

{Y tanto Juan XXIII como Paulo VI no hicieron cesar la sospecha, por ende al no ser católicos debido a su pertinacia en la herejía/cisma es que no fueron papas, como tampoco sus sucesores que siguieron su “magisterio” herético}

Sólo esto tiene sentido, porque el cisma no es estar equivocado accidentalmente sobre quién es el Papa, cisma es el rechazo deliberado de la sumisión a la persona reconocida como el Romano Pontífice.

Hall termina su artículo de la siguiente manera:

‘Al final, si apostamos a que hay un Papa, entonces vivimos como los católicos siempre han vivido y esperamos morir como los católicos deberían esperar morir. En última instancia, apostar a que no hay Papa nos ofrece poco o nada, aparte de un gran riesgo si no tenemos cuidado.’

Para ser claros: no estamos apostando. Sabemos que Francisco no es el Papa, y sabemos que Benedicto XVI tampoco lo fue. No hay Papa que reine actualmente, pero cuando lo hubiera, estaremos de todo corazón unidos a él y nos someteremos a él. La razón por la que rechazamos a Bergoglio y a sus cinco predecesores es porque: iluminados por la santa Fe Católica, que no puede ser falsa y que no puede engañarnos, sabemos que son charlatanes, enemigos de la Fe Católica y en ningún caso los Sumos Pontífices del Cuerpo Místico de Cristo.

Kennedy Hall puede pensar que reconocer a un apóstata como ‘papa’ y luego negarle sumisión es «vivir como siempre han vivido los católicos», pero claramente no lo es.

Observaciones finales

El argumento de la apuesta de Kennedy Hall se basa en todo tipo de suposiciones falsas. Por ejemplo, asume, falsamente, que es seguro negarse a ser enseñado y gobernado por la persona que uno reconoce como Vicario de Cristo y cabeza de la Iglesia Católica. Supone, falsamente, que es seguro que cada católico individual se convierta en la autoridad final sobre qué enseñanzas papales deben aceptarse y cuáles deben rechazarse o dejarse de lado hasta que llegue un «papa mejor». Supone, falsamente, que los católicos tienen el derecho efectivo de anular las decisiones litúrgicas del Papa, sus decretos de canonización y sus leyes para la Iglesia universal, etc.

Además, el argumento de la apuesta supone, también falsamente, que el Papa de la Iglesia católica puede incluso enseñar herejías y otros errores peligrosos a todo el rebaño católico, que cada creyente individual tiene entonces la obligación de rechazar y resistir. Por otro lado, según ellos debemos deducir, cada uno tiene la correspondiente obligación de sintonizar regularmente la red de resistencia semi-tradi, que le informará de la existencia de un ‘obispo’ {laico} auxiliar de Kazajstán y un ‘nuncio’ {laico} papal retirado en la clandestinidad, que se han encargado de ser los correctores ‘ortodoxos’ de su ‘papa’. Aunque sólo la Sede Apostólica tiene la garantía de la asistencia divina para un pastoreo seguro y saludable del rebaño, y a estos sujetos de tercer nivel no se les ha dado el mando sobre nadie, sin embargo son esos ‘correctores papales’ a los que hay que seguir. Cualquier otra cosa equivaldría a un ridículo «hiper-ultra-papalismo».

Esto, al menos, es lo que dicen los autoproclamados periodistas semi-tradis, abogados, profesores y expertos que operan la red de la ‘resistencia’, trabajando día y noche para asegurar que la gente obtenga lo que la ‘sede apostólica’ de ellos (que según la doctrina verdaderamente católica está garantizada divinamente que dará a la Iglesia), pero que en realidad no da, es decir, la verdadera doctrina, la saludable disciplina, los santos ritos sacramentales.

Las cosas se ponen aún más interesantes cuando los que se resisten discrepan entre sí sobre lo que debe y no debe ser resistido, o si este o aquel grupo «tradicionalista» es legítimo o debe ser evitado. Por eso acaban necesitando su propio movimiento ecumenista, actualmente denominado «¡Unir a los clanes!». (similar al nombre de J.P. II: «Ut Unum Sint«) por una de las principales personalidades de la r. & resistencia.

Precisamente lo que es teológicamente seguro acerca de tal posición, es algo que Kennedy Hall no explica.

Para ilustrar aún más lo absurdo de la posición semi-tradi de reconocer y resistir, hemos creado el siguiente meme. Les animamos a difundirlo:

En esta publicación, hemos visto por qué la “Apuesta sedevacantista” de Kennedy Hall es incorrecta {y la “Apuesta de r & r” es absurda como anticatólica}. En realidad deberíamos llamarla «Apuesta de Hall», ya que nosotros apostamos, y así se expresa en otras partes de este sitio web.

Recuerde que el sedevacantismo, la conclusión teológica de que no ha habido ningún Papa verdadero de la Iglesia Católica desde la muerte de Pío XII en 1958, y que el actual establecimiento en el Vaticano no es la Iglesia Católica, es totalmente seguro. Adhiriéndose a ella, no se puede caer en la herejía, ni en el cisma, si se es fiel a la enseñanza católica. Incluso suponiendo ilusamente, por el extender el argumento, que la posición fuera falsa, ¿dónde estaría el peligro? ¿De qué se le podría acusar? No lo hay. Creyó, de buena fe, que no había Papa, actuó con coherencia y de acuerdo con la doctrina católica, en la medida de sus posibilidades y en paz con su conciencia. No se le podría acusar de adherirse o difundir una falsa doctrina (herejía), ni de negarse a someterse al hombre que usted reconoce como Papa (cisma).

Ahora podemos ver cómo la gente que está interesada en tomar el curso genuinamente más seguro debería abrazar la conclusión teológica del sedevacantismo y rechazar la Apuesta de Hall, que ha demostrado no ser más que un muy mal negocio.


[1] {Puede revisar lo que dijeron los legítimos papas al respecto acá.}

[2] {No se revisó para acelerar el proceso: si concuerdan la traducción hecha directamente de la fuente original con la página web de origen de cada cita, pero a nuestro conocimiento: no parecen haber sido modificados o contrarios a la doctrina. Los hipervínculos que estén en español, por tanto, no coincidirán letra por letra a lo acá traducido.}

[3] Francisco: “El pluralismo y la diversidad de religión… son expresión de una sabia voluntad divina”.

[4] « Dijoles aún Jesús: Todos os escandalizaréis esta noche, según está escrito: Heriré al pastor, y se descarriarán las ovejas» o el cumplimiento de II Tes. 2,6-8: «Ya sabéis vosotros la causa que ahora la detiene, hasta que sea manifestado en su tiempo señalado. El hecho es que ya va obrando el misterio de iniquidad; entretanto el que está firme ahora, manténgase, hasta que sea quitado el impedimento. Y entonces se dejará ver aquel inicuo» ¿El impedimento? Era el papado.

[5] El papado es un cargo de derecho Divino, no es meramente humano. Más al respecto acá.

[6] Añadiendo: «Si alguien, por una razón razonable, tiene por sospecha la persona del Papa y rechaza su presencia e incluso su jurisdicción no comete delito de cisma y ningún otro, siempre y cuando esté dispuesto a aceptar al Papa si no es sospechoso. Tienes derecho a evitar lo que es perjudicial y a evitar los peligros» (Tommaso de Vio Cardenal Cayetano O.P. Commentatarium in II – II, 39, 1.)

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